viernes, 8 de diciembre de 2017

Israel, Trump y Jerusalén.



                                                               


La decisión tomada por Donald Trump de trasladar la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén es sin ninguna duda una de las más graves cesiones que ha realizado E.E.U.U.  ante el Estado terrorista judío, una decisión que pone de manifiesto que los mandatarios USA nuevamente han puesto los intereses de Israel por encima de los de los Estados Unidos y de su población.
                                                                   


Y es que con esta decisión Trump está reconociendo de hecho que Jerusalén forma parte del Estado sionista, saltándose a la torera la legalidad internacional y las resoluciones de las Naciones Unidas, a la par y de manera innecesaria aumenta de manera grave el peligro terrorista yihadista que puedan padecer sus ciudadanos.

Para comprender lo acontecido y entender la gravedad de ese cambio en la ubicación de la embajada norteamericana es preciso hacer un poco de historia.

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, y como compensación por el supuesto holocausto sufrido por el pueblo judío en Alemania, la Organización de las Naciones Unidas (O.N.U.) a través de una resolución del 29 de noviembre de 1947 declaró la partición de Palestina en dos Estados, uno judío y otro árabe. Pero el 14 de mayo de 1948 el Estado judío de Israel declaró su independencia, provocando la guerra árabe-israelí de 1948, guerra de la que Israel salió victoriosa y que tras distintos enfrentamientos bélicos el Estado judío fue aumentando sus fronteras bastante más allá de las que habían sido marcadas en el plan de partición de las Naciones Unidas.    


                                                                               


A partir de ese momento los territorios ocupados por los israelíes no han hecho más que aumentar, hasta el punto de  que en la actualidad los palestinos se ven relegados a una estrecha franja en Gaza, en la Cisjordania no ocupada o bien se encuentran exiliados en otros países, principalmente árabes.

 Para conseguir esto, los sionistas han llevado a cabo una verdadera limpieza étnica recurriendo a la expulsión de los territorios palestinos a los árabes mediante el terrorismo, las matanzas y la incautación de tierras a la población autóctona y sustituirla por población judía, principalmente jázaros procedentes de Europa central, del este, de Rusia  y de Estados Unidos.

                                                                 



Pero si nos centramos en el tema de Jerusalén podremos ver que en la resolución de 1947 la ciudad santa, Al-Quds en árabe, también fue dividida en una zona árabe y otra judía. La parte oriental o árabe fue ocupada por Israel en 1967, este sector es disputado dado que en él se incluye la Ciudad Vieja que es donde el Estado de Palestina pretende establecer su capital.

 Mediante la Ley de Jerusalén de 1980, Israel pasó a considerar la ciudad como un todo unificado que conformaba un municipio, declarándola como su capital “eterna e indivisible”.  Esta declaración provocó, y continúa provocando, un amplio rechazo en la comunidad internacional, rechazo que se plasmó en la resolución 478 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y como medida se protesta y presión todos los miembros de las Naciones Unidas trasladaron sus embajadas a Tel-Aviv tal y como pedía la resolución.

A nivel de la legislación jurídica internacional es este el contexto en el que habría que enmarcar la decisión tomada por el ejecutivo que preside Donald Trump, se trata de un desprecio absoluto a la comunidad internacional y a las resoluciones que esta plasmó de la resolución 478 del Consejo de Seguridad de la O.N.U.

Hay que señalar que en el año 1955 el Congreso de los EEUU adoptó el llamado Jerusalem Embassy Act, en el cual pide a su Administración trasladar su embajada ya que, señala “La ciudad de Jerusalén   desde 1950 es la capital del Estado de Israel”. Pero, aunque esta ley es vinculante para el gobierno de los Estados Unidos existe una clausula que permite a los presidentes aplazar su aplicación durante seis meses en función de los intereses de la Seguridad Nacional. Así lo hicieron de manera sucesiva todos los presidentes desde entonces, pero ahora Donald Trump ha roto esa tradición.

Estos datos nos hacen preguntarnos por la razón de que sea en este preciso momento en el que se lleve a cabo semejante movimiento. 

Ahora bien, no es sólo el contexto referido a la legalidad internacional el que ha de ser tomado en consideración a la hora de analizar la decisión del presidente norteamericano, y no lo es puesto que la decisión tomada puede acabar con los equilibrios que permiten que el polvorín de Oriente Próximo mantenga la precaria calma actual.

  Resulta difícil, por no decir que imposible, que los que han tomado la decisión de trasladar la embajada a Jerusalén no hayan sido plenamente conscientes que con ello ponían en serio peligro la precaria paz al hacer que saltase por los aires el equilibrio existente, con esta acción se estaría dando lugar a una inestabilidad que propiciaría un conflicto bélico de grandes dimensiones y consecuencias difícilmente previsibles. 

Pero a quién podría beneficiar tal nivel de desestabilización e incluso que se desencadenase un conflicto bélico, desde luego a los países de la zona no, a los Estados Unidos y su población tampoco, pero a quién si interesaría en estos momentos, y mucho, sería al Estado de Israel.

Y le interesaría dado que, en los últimos meses, especialmente después de la victoria de Siria, Irán, Irak y Hezbollá frente a Daesh.

Israel se encuentra ante dos potencias militares, Irán y Hezbollá, que ponen en peligro su hegemonía en la zona y que a nivel convencional e inclusive misilístico puede ponerle en serios problemas si se produjese un enfrentamiento bélico. Y es que ni Irán es el de hace una década, ni Hezbollá son las milicias libanesas con las que se enfrentaron en los 80, Irán cuenta con una capacidad tanto defensiva como ofensiva que pone en serio riesgo el dominio sobre los territorios ocupados, especialmente los Altos del Golán, y si se produjese una acción ofensiva contra algún Estado o grupo musulmán de la zona la acción podría llevar a que la misma existencia del Estado judío se viese comprometida. 
                                                              


Por otro lado, Israel se encuentra con que Hezbollá ha adquirido en la guerra de Siria una gran capacidad de lucha y en la actualidad cuenta, merced a la ayuda militar de Irán y de Rusia, con material de última generación tanto ligero como pesado. En lo que hace a Hezbollá resulta un serio peligro dado su enfrentamiento total a Israel y su pretensión de recuperar para los palestinos los territorios ocupados.

Una vez que  Daesh ha sido derrotado  en la práctica totalidad del territorio sirio e irakí Israel se ha encontrado con que junto a la frontera  de los Altos del Golán se han desplegado  tropas y material iraní, de hecho hace una semana la fuerza aérea israelí ha atacado un destacamento que Irán había establecido en territorio sirio.

Del mismo modo la alianza con Arabia Saudí, que tan fuertemente estaba instalada, parece que puede derrumbarse debido a las luchas de intereses entre los príncipes saudíes.

Ante toda la situación descrita que pone en peligro la supervivencia misma del Estado judío, el gobierno de Netanyahu parece haber optado por desatar unas condiciones que lleven a un enfrentamiento bélico que les permita acabar con Irán a través de un ataque “preventivo”  desarrollando una guerra de corta duración que permita acabar también con  Hezbollá, todo esto lo han de realizar relativamente pronto ya que no se pueden permitir el peligro que para ellos sría que el mundo árabe se una.

Esta situación no se había producido desde que finalizó la guerra de los seis días, y es por eso que ninguna Administración norteamericana aplicó la Jerusalem Embassy Act de 1955, de  hecho las presiones sionistas sobre EEUU nunca fueron por ese camino hasta ahora.

Pero ahora las presiones sionistas de la mafia jázara y del Estado profundo han sido tales que en esta ocasión Trump se ha visto obligado a tomar una medida que a buen seguro molestará tanto a sus aliados, occidentales o árabes, como a los “caballeros blancos” que le apoyan. Una presión que ha venido a sumarse a todo lo anterior y que ha tenido mucha importancia es la de su yerno, el sionista milenarista Jared Kushner que parece tener una especial ascendencia sobre él gracias a su matrimonio conla hija de Trump, convertida al judaísmo, Ivanka.

                                                                    




En resumen, Israel está buscando crear unas circunstancias de desestabilización y enfrentamiento en Próximo Oriente que le permita desarrollar una guerra contundente y de corta duración que asegure su supervivencia manteniendo su estatus de dominio sobre los territorios ocupados a los árabes en Palestina.
                                                                           

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