lunes, 10 de abril de 2017

A los otros se les disculpa.


                                                                      


En la actualidad todo aquel comentario, conducta o información que promueva una diferenciación que haga referencia a personas pertenecientes a un grupo racial determinado, o a un colectivo nacional relacionado con esa pertenencia racial, es adjetivado de racista en el sentido negativo que se le pretende asignar.

Desde mi punto de vista los que sí tendría que recibir esa denominación son todos esos comportamientos que llevan a cabo las autoridades y los medios de comunicación cuando a la hora de dar a conocer una información respecto a un hecho o conducta delictiva ocultan a la opinión pública la identidad racial de los agresores en función de cuál sea esta, o cuando conceden mayor o menor gravedad al hecho según sea el origen racial de los implicados en ese suceso delictivo o criminal.

Del mismo modo debería recibir la calificación de racista conceder mayor o menor repercusión mediática o silenciar un hecho dependiendo del tipo racial del agresor o la víctima



Tratando de justificar esta manera de cercenar y manipular la información que llevan a cabo tanto las autoridades como los medios sometidos al pensamiento políticamente correcto, recurren siempre al mismo argumento, repiten que se actúa así con la intención de evitar que esos datos que se manipulan o directamente se silencian puedan dar lugar a que se desarrolle en la comunidad social una alarma que derive en actitudes o acciones racistas en contra de ciertas minorías raciales.

En un primer momento muchos considerarán esta explicación como válida e incluso como una encomiable muestra de antirracismo, pero si observamos y analizamos con detenimiento los hechos a los que nos estamos refiriendo podremos ver como lo que realmente se esconde tras esa paternalista acción mediática es una suerte de racismo a la inversa, un racismo anti-blanco que desarrolla una suerte de endofobía, un etnocentrismo a la inversa.

Cuando la identidad racial o nacional de aquel que comete un hecho delictivo o un crimen es omitida por pertenecer el causante a un grupo racial distinto al blanco con nacionalidad española u occidental, o cuando por la misma razón la gravedad del hecho es minusvalorada estamos ante un hecho de injusticia, y lo es puesto que ese mismo hecho es perfectamente publicitado por los medios y la pena agravada por la justicia caso de que el delincuente o agresor playo blanco y/o nacional y la víctima no.



Todo lo que hasta ahora se ha expuesto en la presente entrada pudiera ser considerado por muchos como una mera elucubración sustentada en la ideología, pero desgraciadamente no es así ya que tiene una base real y objetiva que los hechos a los que asistimos casi diariamente confirman.



Para aquel que no esté cegado por la ideología o plenamente sometido al pensamiento políticamente correcto bastará con señalar algunos casos que desgraciadamente se repiten hasta la saciedad.



Para empezar, por su proximidad temporal, nos referiremos al terrible y espeluznante suceso ocurrido en una cueva de Almería en la que fallecieron calcinados entre las llamas tres chicos, dos chicas de trece y catorce. y el novio de uno de ellas de veinte años. Tras una discusión al prohibirle el chico la entrada a la pequeña cueva a cinco chicos marroquíes estos bloquearon la entrada a la misma con un sillón y la sellaron para que no pudiesen salir de ella, para a continuación prender fuego al sillón y al parapeto, muriendo entre las llamas los pobres chicos.

                                               


Del terrible suceso se hicieron eco la totalidad de los medios de comunicación nacionales dándole la importancia que tenía, pero voluntariamente omitieron que los cinco adolescentes que quemaron a las niñas y al chico españoles tenían nacionalidad marroquí, No me puedo imaginar la campaña mediática que habríamos padecido caso de que los asesinados entra las llamas hubiesen sido marroquíes y los criminales españoles, y no me lo puedo imaginar ya que cuando un español pego una patada en la cabeza a una joven inmigrante sudamericana en el metro de Madrid, acción cobarde y absolutamente condenable, estuvimos casi una semana desayunando, comiendo y cenando con imágenes de la agresión, a la par que los comentarios en las tertulias de los medios sobre el hecho y contra el racismo eran continuos, etc. De igual forma resulta claramente esclarecedor, para aquel que quiera verlo, como cuando la policía usa la violencia para detener a ilegales que se niegan a identificarse se forma un escándalo a nivel periodístico, judicial o callejero, pero cuando esa misma policía o viandantes son agredidos por manteros subsaharianos la respuesta mediática es un silencio cómplice.

                                                        



Otro caso se dio en Palma hace un par de meses cuando un grupo de tres o cuatro adolescentes dieron una paliza en el patio del colegio a una niña de ocho años causándole daños de carácter grave.
                                                   


Nuevamente todos los medios de comunicación a nivel nacional se hicieron eco de la agresión, pero omitiendo cualquier referencia al origen pakistaní de los agresores. Pero estos no son más que un par de casos que han salido a la luz pública, aunque se omitiese el origen nacional o racial de los agresores o criminales, esta realidad está mucho más generalizada de lo que pueda parecer. siendo el silencio mediático aún mayor.

El manto de silencio que se extiende va desde no hacer mención a zonas de Madrid donde imponen su ley las bandas latinas a como la zona centro de la ciudad condal es dominada por las mafias de la venta ilegal que llevan a cabo los manteros subsaharianos y que está llevando a la ruina a no pocos comerciantes que legalmente hacen frente al pago del alquiler de sus locales y religiosamente abonan sus impuestos al consistorio.



Pero si algo es realmente sangrante es el silencio que las autoridades y los medios guardan sobre las innumerables agresiones, robos e incluso violaciones cuando los criminales no son blancos o tienen una nacionalidad distinta a la española, en esos casos la nacionalidad o el origen racial de los agresores es siempre ocultado, por el contrario si son españoles se cita hasta la provincia de la que procedían y se dedican horas y horas de televisión como ocurrió con la supuesta  violación de San Fermín.



En este mundo que se vende como democrático y favorable a la igualdad, la realidad es que la injusticia campa a sus anchas para supuestamente luchar contra el racismo, pero la realidad es que está promoviendo el racismo antiblanco saltándose para ello todo atisbo de justicia para supuestamente defender la tan cacareada igualdad.

                                                         

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