Este viernes
9, en la Fashion Week de Nueva York, se ha llevado a cabo un desfile de moda que
ha entrado de lleno en la campaña del # Me Too que se viene desarrollando
durante los últimos meses en los Estados Unidos. Ese desfile se abrió con
un pase en el que modelos femeninas con alas desfilaron por la pasarela encadenadas a hombres con máscaras de cerdo.
El insulto y
agravio hacia el sexo masculino no podía haber sido más explícito, pero la
deleznable parodia no ha levantado escándalo ni protesta alguna, y no lo ha hecho
debido a que son varias las décadas en las que la sociedad occidental ha estado,
y continúa estando, sometida a un progresivo y cada vez menos disimulado ataque
a la figura masculina y a todo lo que tenga que ver con la realidad que la conforma.
Pero si no
se toma conciencia de que este zaherimiento continuo de la figura del hombre no
es algo casual, sino que es consecuencia de una planificación perfectamente premeditada que forma
parte de una ingeniería social que tiene como finalidad última la destrucción
de la sociedad humana no se entenderá nada de lo que ocurre.
Para acabar
con la familia natural, o heteropatriarcal como las feministas y sus correas de
transmisión dicen, es preciso enfrentar a través de la guerra de los sexos a
dos realidades que son complementarias: el hombre y la mujer.
La aplicación de este plan ha sido lenta pero continua, se ha llevado acago de que nunca se produjese reacción alguna
por parte de los individuos o de la sociedad toda, se ha tratado y se trata de
imponer nuevas costumbres y una nueva concepción del ser humano y de la
sociedad tan solo cuando se previamente se hallan logrado afianzar los pasos anteriores necesarios para seguir avanzando en
dirección de la meta final.
La
estrategia por la que ha optado esta ingeniería que trata de acabar con la
sociedad humana ha sido la de destruir la
familia y la relación entre los sexos, pero para llegar a eso ha tomado el
camino de hacer del hombre una suerte de realidad amenazante vaciada de toda
identidad masculina protectora y viril.
Para imponer
esa visión criminal y vaciada de toda realidad masculina han optado estos
ingenieros sociales por culpabilizar al hombre de toda agresión en la pareja o en el ámbito del hogar, dando difusión
social sólo a las agresiones de hombre a mujer a la par que se ocultan las
agresiones proveniennntes de la mujer, incluidas las psicológicas y las falsas denuncias que las leyes de
género promueven ya que en los divorcios la madre obtendrá directamente la
custodia en cuanto haya una denuncia de maltrato, no una condena. Del mismo
modo las asociaciones feministas o de “protección de la mujer” recibirán mayores
subvenciones cuanto mayor sea el número de denuncias que estas tramiten.
Esta imagen
del hombre como agresor y potencial peligro es a su vez promovido por las leyes
de violencia de género o de igualdad salarial, de manera que se presenta al
hombre y al heteropatriarcado como responsable de todo lo que se señala.
De esta
forma se culpabiliza al hombre que se siente
responsable de lo que no ha hecho ni hace, y a la par se victimiza a la
mujer, la cual se siente como una agredida en potencia y que termina por ver al hombre como un potencial agresor o violador.
De esta
manera hombre y mujer, en lugar de complementarse se darán la espalda, unas por
sentirse víctimas y ver en el otro un peligro y otros terminan por no saber como
actuar al verse a la par agresor y víctima de una persecución legal y
culpabilizadora.
Paralelo a este paso se ha situado al hombre no ya en igualdad con la mujer sino en
inferioridad respecto a ella, de hecho la ley de violencia de genero invierte la carga de la
prueba y es el hombre el que ha de demostrar que no es culpable de lo que se
le acusa, en lugar de ser la denunciante la que ha de aportar las pruebas
necesarias para condenarlo, o bien desde el momento en el que la palabra de la
mujer tiene más valor que la del hombre, de hecho no son pocos los hombres que están siendo condenados tan sólo por la denuncia de una mujer, la palabra de la mujer siempre es considerada
como más veraz cuando a la de la violencia de género o violación se refiere.
El siguiente
paso ha consistido en feminizar al hombre, una femenización que va desde lo
psíquico y emocional promocionando el sentimentalismo por encima del
razonamiento hasta lo comportamental
imponiendo en el hombre la conducta ñoña y “sensible”, pasando por una moda
ridícula que viste a hombre de mujer y
lo transforma en un esperpento.
Todo esto
deriva de esa concepción que considera que el más elevado exponente del ser
humano es el ser andrógino, con características tanto de masculinas como femeninas, ese sería el hombre perfecto.
Una vez llevadas
a cabo todas estas mutilaciones al varón y habiéndose normalizado esta
situación nos encontramos con una sociedad profundamente enferma.
Una sociedad
que acepta como normal que se lleven a cabo hechos como el del señalado
desfile, un desfile para nada ocasional o meramente provocativo, se trata de
una representación que trasmite el mensaje de que una mujer inocente y
primorosa, la modelo va vestida como una princesita, está sojuzgada y maltratada por el hombre, aparece encadenada al hombre-bestia, que es representado por un modelo con cabeza de cerdo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario