viernes, 1 de septiembre de 2017

La incomparecencia del gobierno de España tras el atentado.



                                                                                   
                                       


La gestión, o más bien la ausencia de ella, realizada por parte del gobierno español del atentado que aconteció en las ramblas de Barcelona ha llevado a que los medios internacionales más influyentes hayan pasado a considerar la independencia de Cataluña algo aceptable e incluso deseable. Y todo ello desde el momento en que consideran que el gobierno de la generalidad y sus fuerzas de seguridad han sabido hacer frente solas a la situación que los atentados terroristas produjo, que el control de la situación fue sólo gracias a la acción de sus fuerzas de seguridad y a la comunicación exterior.

                                               




Pero esta perniciosa y grave consecuencia no habría que computarla tanto como un éxito en la actuación de la generalidad, cuanto como un gravísimo error fruto de la cobardía y del miedo a actuar por parte del gobierno que preside el ínclito Mariano Rajoy.

                                                  


La dejación de funciones que llevó a cabo el gobierno de la nación en un momento crítico para afrontar la ofensiva secesionista de la generalidad catalana se puede calificar como mínimo de irresponsable, aunque su adjetivo real es el de irresponsable y cobarde.



Los puntos fundamentales que constituyen la dejación de funciones en coalición con la actuación de las autoridades de la generalidad, que eran perfectamente predecibles, han sido las siguientes:

En primer lugar está el hecho de que el presidente Mariano Rajoy tardase nada menos que  siete horas en aparecer públicamente tras haberse desarrollado los graves atentados de Barcelona, con esta dilación dio oportunidad a que durante las primeras horas fuesen las autoridades secesionistas de la generalidad las que mostrasen un interés, un gobierno y una toma de medidas que de facto les hacía parecer como la única autoridad actuante sobre lo que había acontecido en territorio catalán.



De igual modo resulta del todo injustificable que el ministro de Asuntos Exteriores de España no acudiese a Barcelona como la autoridad nacional ante los ministros de exteriores de Francia, de Alemania y de Portugal, para recibirlos oficialmente y darles las explicaciones necesarias sobre el atentado y respecto a las víctimas de sus nacionalidades.

En lugar de ello su ausencia permitió que todo el protagonismo lo acaparara el consejero Romeva de la generalidad, lo que sirvió para que este presentase a la generalidad  como responsable de la política exterior llevada a cabo por una Cataluña que siendo independiente podría tener plenas relaciones con el exterior.

Del mismo modo se trasladó al exterior la imagen de que toda la actuación policial y de inteligencia era llevada a cabo por la consejería de interior catalana en general y por los mossos de escuadra en particular, eso fue debido a que el ministro del Interior español y los mandos policiales de la policía nacional y la guardia civil no aparecieron en ningún momento, en su lugar las ruedas de prensa del consejero de interior y del mayor de los mossos no pararon de sucederse, comparecencias ante la prensa extranjera realizadas en catalán  con la única presencia de la bandera catalana y con la clamorosa ausencia de la de España.

                                                  


Una última, y no por ello menos irresponsable, es la ausencia de actuación por parte del gobierno central y de los servicios a sus órdenes en la manifestación de Barcelona. El clamoroso error fue  no haber organizado de modo adecuado la asistencia del Jefe del Estado a la manifestación contra los atentados del 26 de agosto. De principio Felipe VI, como Jefe del Estado, debería haber estado en la cabecera de la manifestación sin ceder a la exigencias que la C.U.P. había realizado. En segundo lugar, los servicios de inteligencia y de protección no deberían haber permitido que el Rey hubiese aparecido flanqueado por innumerables esteladas y carteles contra su persona y favorables a la independencia.

                                                


Es más, deberían haber previsto esta situación y haber colocado en torno al monarca y al resto de autoridades numerosas personas con banderas españolas y catalana, aunque hubiese sido necesario colocar a miembros de las fuerzas de seguridad o militares de paisano.



Si conociendo todas estas circunstancias a alguien le puede extrañar que los más importantes medios de comunicación internacional hayan mostrado su apoyo a la actuación del gobierno catalán y a la posibilidad de un futuro Estado catalán independiente es que vive en una galaxia muy lejana.

La grave responsabilidad de lo que aquí se ha presentado y el gravísimo daño que ha sufrido la continuidad de la unidad de España es culpa del gobierno cobarde e inepto que nos desgobierna, con cesiones y más cesiones ante los secesionistas sólo se llegará al desastre y a la muerte de nuestra patria, ojalá que se cumpla eso de que la civilización al final la salvará un pelotón de soldados. Otra solución no veo, aunque desgraciadamente tampoco confío en que ahora el pelotón sea capaz de poner el honor por encima de la obediencia.

                                                    

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