La decisión
tomada por Donald Trump de trasladar la embajada estadounidense de Tel Aviv a
Jerusalén es sin ninguna duda una de las más graves cesiones que ha realizado
E.E.U.U. ante el Estado terrorista judío,
una decisión que pone de manifiesto que los mandatarios USA nuevamente han puesto los intereses de Israel
por encima de los de los Estados Unidos y de su población.
Y es que con
esta decisión Trump está reconociendo de hecho que Jerusalén forma parte del
Estado sionista, saltándose a la torera la legalidad internacional y las
resoluciones de las Naciones Unidas, a la par y de manera innecesaria aumenta
de manera grave el peligro terrorista yihadista que puedan padecer sus
ciudadanos.
Para
comprender lo acontecido y entender la gravedad de ese cambio en la ubicación
de la embajada norteamericana es preciso hacer un poco de historia.
Finalizada
la Segunda Guerra Mundial, y como compensación por el supuesto holocausto
sufrido por el pueblo judío en Alemania, la Organización de las Naciones Unidas
(O.N.U.) a través de una resolución del 29 de noviembre de 1947 declaró la
partición de Palestina en dos Estados, uno judío y otro árabe. Pero el 14 de
mayo de 1948 el Estado judío de Israel declaró su independencia, provocando la
guerra árabe-israelí de 1948, guerra de la que Israel salió victoriosa y que
tras distintos enfrentamientos bélicos el Estado judío fue aumentando sus
fronteras bastante más allá de las que habían sido marcadas en el plan de
partición de las Naciones Unidas.
A partir de
ese momento los territorios ocupados por los israelíes no han hecho más que
aumentar, hasta el punto de que en la
actualidad los palestinos se ven relegados a una estrecha franja en Gaza, en la
Cisjordania no ocupada o bien se encuentran exiliados en otros países,
principalmente árabes.
Para conseguir esto, los sionistas han llevado
a cabo una verdadera limpieza étnica recurriendo a la expulsión de los
territorios palestinos a los árabes mediante el terrorismo, las matanzas y la
incautación de tierras a la población autóctona y sustituirla por población
judía, principalmente jázaros procedentes de Europa central, del este, de
Rusia y de Estados Unidos.
Pero si nos
centramos en el tema de Jerusalén podremos ver que en la resolución de 1947 la
ciudad santa, Al-Quds en árabe, también fue dividida en una zona árabe y otra
judía. La parte oriental o árabe fue ocupada por Israel en 1967, este sector es
disputado dado que en él se incluye la Ciudad Vieja que es donde el Estado de
Palestina pretende establecer su capital.
Mediante la Ley de Jerusalén de 1980, Israel pasó
a considerar la ciudad como un todo unificado que conformaba un municipio,
declarándola como su capital “eterna e indivisible”. Esta declaración provocó, y continúa
provocando, un amplio rechazo en la comunidad internacional, rechazo que se
plasmó en la resolución 478 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y
como medida se protesta y presión todos los miembros de las Naciones Unidas
trasladaron sus embajadas a Tel-Aviv tal y como pedía la resolución.
A nivel de
la legislación jurídica internacional es este el contexto en el que habría que
enmarcar la decisión tomada por el ejecutivo que preside Donald Trump, se trata
de un desprecio absoluto a la comunidad internacional y a las resoluciones que
esta plasmó de la resolución 478 del Consejo de Seguridad de la O.N.U.
Hay que
señalar que en el año 1955 el Congreso de los EEUU adoptó el llamado Jerusalem
Embassy Act, en el cual pide a su Administración trasladar su embajada ya que,
señala “La ciudad de Jerusalén desde
1950 es la capital del Estado de Israel”. Pero, aunque esta ley es vinculante
para el gobierno de los Estados Unidos existe una clausula que permite a los
presidentes aplazar su aplicación durante seis meses en función de los
intereses de la Seguridad Nacional. Así lo hicieron de manera sucesiva todos
los presidentes desde entonces, pero ahora Donald Trump ha roto esa tradición.
Estos datos
nos hacen preguntarnos por la razón de que sea en este preciso momento en el
que se lleve a cabo semejante movimiento.
Ahora bien,
no es sólo el contexto referido a la legalidad internacional el que ha de ser
tomado en consideración a la hora de analizar la decisión del presidente
norteamericano, y no lo es puesto que la decisión tomada puede acabar con los
equilibrios que permiten que el polvorín de Oriente Próximo mantenga la precaria
calma actual.
Resulta
difícil, por no decir que imposible, que los que han tomado la decisión de
trasladar la embajada a Jerusalén no hayan sido plenamente conscientes que con
ello ponían en serio peligro la precaria paz al hacer que saltase por los aires
el equilibrio existente, con esta acción se estaría dando lugar a una
inestabilidad que propiciaría un conflicto bélico de grandes dimensiones y
consecuencias difícilmente previsibles.
Pero a quién
podría beneficiar tal nivel de desestabilización e incluso que se desencadenase
un conflicto bélico, desde luego a los países de la zona no, a los Estados
Unidos y su población tampoco, pero a quién si interesaría en estos momentos, y
mucho, sería al Estado de Israel.
Y le
interesaría dado que, en los últimos meses, especialmente después de la
victoria de Siria, Irán, Irak y Hezbollá frente a Daesh.
Israel se
encuentra ante dos potencias militares, Irán y Hezbollá, que ponen en peligro
su hegemonía en la zona y que a nivel convencional e inclusive misilístico
puede ponerle en serios problemas si se produjese un enfrentamiento bélico. Y
es que ni Irán es el de hace una década, ni Hezbollá son las milicias libanesas
con las que se enfrentaron en los 80, Irán cuenta con una capacidad tanto
defensiva como ofensiva que pone en serio riesgo el dominio sobre los
territorios ocupados, especialmente los Altos del Golán, y si se produjese una
acción ofensiva contra algún Estado o grupo musulmán de la zona la acción
podría llevar a que la misma existencia del Estado judío se viese
comprometida.
Por otro
lado, Israel se encuentra con que Hezbollá ha adquirido en la guerra de Siria
una gran capacidad de lucha y en la actualidad cuenta, merced a la ayuda
militar de Irán y de Rusia, con material de última generación tanto ligero como
pesado. En lo que hace a Hezbollá resulta un serio peligro dado su
enfrentamiento total a Israel y su pretensión de recuperar para los palestinos
los territorios ocupados.
Una vez
que Daesh ha sido derrotado en la práctica totalidad del territorio sirio
e irakí Israel se ha encontrado con que junto a la frontera de los Altos del Golán se han desplegado tropas y material iraní, de hecho hace una
semana la fuerza aérea israelí ha atacado un destacamento que Irán había
establecido en territorio sirio.
Del mismo
modo la alianza con Arabia Saudí, que tan fuertemente estaba instalada, parece
que puede derrumbarse debido a las luchas de intereses entre los príncipes
saudíes.
Ante toda la
situación descrita que pone en peligro la supervivencia misma del Estado judío,
el gobierno de Netanyahu parece haber optado por desatar unas condiciones que
lleven a un enfrentamiento bélico que les permita acabar con Irán a través de
un ataque “preventivo” desarrollando una guerra de corta duración que permita
acabar también con Hezbollá, todo esto
lo han de realizar relativamente pronto ya que no se pueden permitir el peligro que para ellos sría que el
mundo árabe se una.
Esta
situación no se había producido desde que finalizó la guerra de los seis días,
y es por eso que ninguna Administración norteamericana aplicó la Jerusalem
Embassy Act de 1955, de hecho las
presiones sionistas sobre EEUU nunca fueron por ese camino hasta ahora.
Pero ahora
las presiones sionistas de la mafia jázara y del Estado profundo han sido tales
que en esta ocasión Trump se ha visto obligado a tomar una medida que a buen
seguro molestará tanto a sus aliados, occidentales o árabes, como a los
“caballeros blancos” que le apoyan. Una presión que ha venido a sumarse a todo
lo anterior y que ha tenido mucha importancia es la de su yerno, el sionista milenarista
Jared Kushner que parece tener una especial ascendencia sobre él gracias a su
matrimonio conla hija de Trump, convertida al judaísmo, Ivanka.
En resumen,
Israel está buscando crear unas circunstancias de desestabilización y
enfrentamiento en Próximo Oriente que le permita desarrollar una guerra
contundente y de corta duración que asegure su supervivencia manteniendo su
estatus de dominio sobre los territorios ocupados a los árabes en Palestina.
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