sábado, 22 de mayo de 2021

LA INVASIÓN DE CEUTA, LOS SALTOS A LA VALLA Y EL BUENISMO.

 


                                                                        


  

La invasión masiva y nada disimulada que desde la tarde-noche de ayer se viene produciendo en Ceuta por parte de población marroquí, en su mayoría hombres jóvenes en edad militar, no es otra cosa que un capítulo más de la invasión que a pequeña escala se viene produciendo desde hace casi una década, una invasión que viene sufriendo Europa en general y muy especialmente España.

Como hemos señalado, los sucesos que ahora nos ocupan no son para nada hechos aislados. Para entenderlos en toda su amplitud se hace preciso tomar en consideración la realidad histórica en la que nos encuadramos y las circunstancias geoestratégicas en algunos puntos novedosas y otras ya presentes en tiempos recientes y no tanto.



Para comprender los sucesos recientes a los que nos referimos en primer lugar vamos a buscar las similitudes entre esta acción marroquí y la llevada a cabo por el reino alauí para hacerse con la provincia española del Sahara Occidental.



Hay unos aspectos similares entre lo acontecido en 1975 con la Marcha Verde y la posterior anexión-ocupación del territorio, entonces provincia española, del Sahara Occidental por Marruecos y la actual invasión, vestida de crisis migratoria de la ciudad de Ceuta.

Tanto en los acontecimientos que tuvieron lugar a mediado de los setenta como en los ocurridos hace unos días nos encontramos con que en ambos, los sátrapas marroquíes han aprovechado una situación de extrema debilidad de España para poner en marcha sus planes ofensivos y de conquista.

La situación de debilidad en 1975 la marcó el gravísimo estado de salud del General Francisco Franco, una situación esta que llevó a que el mando real sobre las fuerzas armadas y sobre la política exterior pasase a manos del entonces príncipe Juan Carlos. El entonces sultán de Marruecos sabía que con Franco en el poder el movimiento que pensaba llevar a cabo no hkubiese  tenido posibilidad alguna de éxito puesto que una respuesta militar contundente sería absolutamente segura y la entrega del Sahara algo impensable. Pero por el contrario contaba, con muy buen juicio, con que teniendo el mando militar y diplomático el Borbón la victoria de sus planes y el alcance de sus objetivos estaban poco menos que asegurados. Y esto era así debido a que si el entonces príncipe Juan Carlos quería asegurarse el trono a la muerte del Caudillo no se podía permitir un ejército victorioso amén de que debería plegarse a las presiones norteamericanas, aliados de Marruecos puesto que era EEUU el principal mentor de la presencia de Juan Carlos en la Jefatura del Estado español.



 De la misma manera, y con el mismo fin, el príncipe había negociado con los Estados Unidos en las denominadas conversaciones de Madrid una actitud pusilánime y entreguista respecto a la Marcha Verde que pondría en funcionamiento el monarca alauí para ocupar el Sahara Occidental. En el caso actual de la invasión de Ceuta la no actuación, ni siquiera presencia en la ciudad española del actual monarca, da lugar  a que pensemos en que la actuación real no variará  mucho respecto a la que tuvo el emérito.

De la misma manera la actitud de los Estados Unidos no sólo fué de mera no intervención en el conflicto, sino que de hecho tomó partido por Marruecos al no permitir al ejército español utilizar material bélico norteamericano en contra su aliado marroquí, de la misma manera puso a su servicio toda su maquinaria de inteligencia y espionaje para controlar a las unidades militares españolas e informar a Marruecos.

En el momento actual nos encontramos también con que se reproduce una situación de debilidad en nuestra nación, aunque por causas distintas, pero en las que parecen repetirse ciertas circunstancias. Ahora nos referiremos a ellas.

Una primera es la pandemia que mantiene asustado a la par que entumecido al pueblo español en lo que se refiera a hechos como esa paranoia que se han establecido y se continúan estableciendo de forma vergonzosa a través de los medios de comunicación al servicio del Sistema y los políticos a sus órdenes.  Este miedo inducido se convierte en algo paralizante, lo que frena toda reacción de la ya casi eliminada conciencia nacional y por tanto de su defensa.

Existe otro punto fundamental en lo que se refiere al miedo o temor que hasta cierto punto lleva a que la población nacional no fije toda su atención en los graves acontecimientos  de Ceuta, este segundo factor no es otro que el tremendo problema de la  Organización territorial de la  nación y concretamente en el peligro que en Cataluña existe de ruptura de la unidad nacional.

No conocemos aún si en la actualidad, o previamente a la invasión, se desarrollan o se han desarrollado algún tipo de negociaciones secretas entre la Secretaría de Estado norteamericana, representantes de la monarquía alauí y las autoridades españolas con el actual rey a la cabeza.  De hecho y dada la presente crítica situación   de la continuidad monárquica en nuestra patria la debilidad de esta favorecería cualquier pacto para recibir apoyo del “amigo” americano si de esta manera consiguiese su apoyo para que el monarca siguiese ocupando el trono.

Hay un aspecto que aunque también se dio en el caso de la Marcha Verde, a mi entender influyo   infinitamente menos en la resolución vergonzosa de aquel episodio.

Me estoy refiriendo a la concepción loable de considerar de una manera especialmente cuidadosa a la población civil y sobremanera a mujeres, niños y ancianos. Esta actitud resulta del todo encomiable e incluso ineludible siempre y cuando este sentimiento no termine convirtiéndose en un buenismo suicida, no podemos permitir que ese noble sentimiento sea utilizado por nuestros enemigos, como está ocurriendo, para paralizar toda respuesta por nuestra parte e incluso llevarnos a colaborar con sus planes, aunque esta colaboración no sea directamente voluntaria.

Esto a lo que se está haciendo referencia viene a ser lo que es la utilización de civiles y menores como escudos humanos, solo que en el   caso que nos ocupa la utilización de menores resulta más astuta si cabe.

En la situación  por la que atraviesa España y gran parte de los países europeos que lindan con el mar Mediterráneo nos encontramos con que muchos países del Magreb y subsaharianos, con la organización

Pero nunca hemos de perder de vista que el éxito de esos perversos que utilizan nuestros sentimientos más humanos y se sirven de inocentes para lograr sus objetivos se debe a nuestra incapacidad para hacer frente a sus subterfugios.  Hemos de tener muy claro que sus acciones son responsabilidad y que en ningún caso las consecuencias de ellas las podemos considerar culpa nuestra, hemos de plantear los elementos defensivos de manera que la acción resulte claramente  llevada a cabo por el enemigo y que la comunidad internacional lo vea así claramente, puesto que en la actualidad la guerra mediática es una parte fundamental de los enfrentamientos entre naciones.

El caso de Marruecos es paradigmático puesto que viene utilizando de modo miserable a su población civil y a los niños para conseguir los fines que se marca.

Ya lo hizo al crear la Marcha Verde, compuesta por decenas de miles de civiles desarmados que se dirigieron hacia la zona militarizada y minada que custodiaba la frontera de la provincia del Sahara. Después ha lanzado en numerosas ocasiones cientos de magrebíes y subsaharianos a saltar las vallas de     Ceuta y Melilla sabiendo que el buenismo reinante en España llevaría a retirar las concertinas y  movería a que no se utilizase material antidisturbios, y por supuesto los ha embarcado en barcazas  que difícilmente  flotaban en dirección a las costas españolas de Andalucía, Valencia, Baleares y últimamente  a Canarias. Siempre confiando que en el último momento les ayudarían a llegar a tierra las embarcaciones de rescate españolas.

En Ceuta ha ocurrido algo similar cuando la gendarmería marroquí dejó pasar, abriendo físicamente las puertas de la valla con España, a miles de civiles marroquíes en su mayor parte menores, muchos de los cuales habían sido sacados de los colegios engañados y sin contar con el permiso de los padres.

Debe quedar meridianamente claro que tanto en el caso de la Marcha Verde, de los asaltos a las  vallas de Ceuta y Melilla, como en los de las llegadas por mar de  inmigrantes ilegales a nuestras costas tratan  de aprovecharse de nuestros sentimientos  humanitarios más básicos para de esa manera frenar la acción de nuestras fuerzas militares o la retirada de los campos minados, como en la Marcha Verde, la retirada de las concertinas en las vallas, o el salvamento y  desembarco en suelo español de los que ellos mismos habían enviado.

De la misma forma buscan que en esta situación de crisis económica que padece nuestra patria sea ella la que se haga cargo de los miles y miles de M.E.N.A.s  , Menores No Acompañados, proporcionándoles  cobijo, alimento, ropa y cierta cantidad de dinero en mano. Mientras tanto la crisis económica lleva a que muchos de nuestros compatriotas tengan que vivir en condiciones miserables


De todo lo últimamente reseñado creo que se deducen, al menos así lo veo yo, ciertas cuestiones que a buen seguro serán tildadas de insolidarias e incluso de inhumanas.

Dado que, como hemos visto, el enemigo se sirve de nuestra compasión y humanidad para poder hacer daño a España y a los españoles.

Pues bien, si sabemos que esto es así, hemos de actuar en consecuencia y anular esas bazas de las que se sirven manipulando nuestra caridad y buenos sentimientos, pero hemos de hacerlo sin dejar de lado esa cariad compasiva que nos define moralmente.

  Siempre   que esté en nuestra mano   evitaremos herir o hacer voluntariamente daño a civiles, mujeres y menores especialmente. Lo que hemos de tener muy claro es que nuestra responsabilidad moral y humanitaria nos afecta única y exclusivamente en lo que se refiere a nuestras acciones y al daño voluntariamente infringido.


                                                     


 

Con esto debe quedar diametralmente claro que reconocemos la libertad de actuación de los otros y por lo tanto consideramos que los daños que sufran consecuencia de la toma de ciertas decisiones son responsabilidad únicamente suya.

Todo este planteamiento ha de servir para acabar con ese   buenismo patológico que está alojado en la sociedad española y que da lugar a decisiones tan ridículas y contraproducentes como retirar de las vallas de Ceuta y Melilla las concertinas, no colocar alambre espinado a todo lo largo de la playa e incluso minar ciertas zonas, las más utilizadas para saltar las vallas e invadir el territorio español.

Ha de quedar absolutamente claro que es el individuo el único responsable de los daños que pueda sufrir al optar pasar por un campo minado bien señalizado o al pasar por encima de las concertinas.   

En caso de seguir el razonamiento buenista seriamos responsables de los daños que sufren aquellas personas que optan por colgarse de una viga, por el mero hecho de tener colocada una viga en nuestra casa, o de los daños cerebrales de quién decide darse cabezazos contra la pared de un muro, responsables por haber levantado esa pared.

 

Siendo así que si tenemos clara la finalidad que es la salvaguarda de la integridad del territorio frente a posibles incursiones, la colocación de cualquier defensa pasiva, si es necesario convenientemente indicada, resulta plenamente aceptable moralmente.

                                              


 

Un último aspecto que ha de ser desmantelado, fruto también de ese buenismo suicida, es acabar con esa obligación autoimpuesta de acoger y mantener a todos los menores, y no tanto, que penetran de manera ilegal en nuestra patria.

Y más cuando tenemos certidumbre que esos menores están siendo introducidos en territorio nacional  de manera intencionada para que  un Estado, en este caso el marroquí,  no se ocupe de su manutención y cuidado, y dedique ese dinero a incrementar  la fortuna y propiedades del sultán sátrapa alauí, o lo que es peor para dotar a su ejército de  armamento  de ultimísima generación con el que en una supuesta confrontación   bélica poner en serio peligro  la defensa nacional.

                                     

                                          



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