¿Hasta cuándo
vamos a continuar permitiendo pasivamente que esta sociedad que se presenta
como defensora a ultranza de la igualdad entre los seres humanos y que se llena
la boca hablando de los derechos de las minorías someta a la mitad de la
población a la mayor de las discriminaciones y al mayor de los ultrajes?, una ofensa
que es llevada a cabo contra el hombre por el mero hecho de pertenecer al sexo masculino, discriminación
que tratan de justificar señalando que el hombre es supuestamente responsable
de un heteropatriarcado que durante siglos habría subyugado a la mujer.
¿hasta cuándo mantendremos un silencio cómplice frente al desarrollo que poco a poco se implementa merced a una estrategia
social que presenta a los hombres como maltratadores y violadores en potencia y
que legisla en función de esa concepción?
Esta
sociedad, supuestamente defensora de la igualdad ante la ley, ha caído en la
negación de los principios legales básicos que sirven para proteger al ser
humano.
Por un lado,
se ha roto con la igualdad del valor de los testimonios en función del sexo que
el denunciante y el denunciado tengan y por otro se ha invertido la carga de la
prueba, siendo el hombre denunciado en temas relacionados con violencia de
género el que ha de demostrar su inocencia y no la denunciante la que debe
aportar pruebas sobre la supuesta culpabilidad del acusado de la supuesta agresión.
Pero con ser
esto grave la cosa poco a poco ha ido a más, puesto que la ideología de género
en la que todo esto se sustenta ha pasado a formar parte fundamental de ese
pensamiento único de lo políticamente correcto, lo cual a su vez ha movilizado
a la población y con ello ha empujado a las autoridades del poder legislativo y
judicial.
Se trata de implantar social y legalmente
cuestiones antinaturales que vistas con ojos imparciales resultan poco menos
que grotescas.
El hombre,
que ya hemos señalado que es presentado como un violador y maltratador en
potencia, es considerado en toda relación sexual como un agresor que ha de
demostrar, ante la sola denuncia de la mujer, que la relación ha sido
plenamente consentida. Llegándose al punto de que para que esta sea considerada
una agresión sexual (violación) no sólo es necesario que la mujer haya
manifestado su oposición a la realización de esta), siquiera verbalmente, ahora
se exige que esa relación previamente haya sido afirmativamente aceptada y que
ese "si" pueda ser expresamente corroborado.
Ahora bien,
dado que el testimonio de la mujer tiene un valor absoluto respecto al que
pueda manifestar el hombre, el testimonio femenino llevará a que toda relación
pueda ser considerada como agresión sexual llevada a cabo por parte del hombre. Incluso en
casos en los que exista un consentimiento explícito por parte de la mujer esta
siempre podrá afirmar que tal consentimiento escrito ha sido fruto de la
presión, del engaño o de estar sometida a los influjos del alcohol o de las
drogas.
Este tomar
la palabra de la mujer como una realidad incuestionable ha llevado a considerar
la interpretación de la realidad y de los hechos como algo superior incluso a
los hechos mismos o a las circunstancias en los que ellos se desarrollan.
Es esta
concepción que sitúa el sentimiento y la sensación subjetiva femenina como
punto objetivo a través del cual juzgar los hechos ha llevado a que
aspectos tales como los denominados micromachismos o cuestiones como el decir piropos
se terminenplasmando en la legislación para ser sancionados siempre que la mujer
los considere como ofensivos, aunque de hecho resulten absolutamente
intranscendentes y respetuosos. Lo que prima es el grado de fanatismo e
ideologización feminista radical de aquella que perciba el hecho y no la
intención o la realidad del hecho que es denunciado.
Es por todo
lo señalado que surge mi cuestionamiento
respecto a la ausencia de reacción por parte de los hombres agraviados,
ya que no es admisible que aquellos que se han convertido en ciudadanos de
segunda al ser considerado su testimonio vacío de
valor legal cuando este se confronta al de una mujer ante la denuncia de una mujer
en todo lo relacionado con la agresión sexual o la violencia de género.
No es aceptable esta inacción cuando se invierte la carga de la prueba o cuando sus posibilidades laborales se ven seriamente reducidas, cuando no anuladas, debido a las cada vez más generalizadas cuotas u otras formas de “discriminación positiva”.
No es aceptable esta inacción cuando se invierte la carga de la prueba o cuando sus posibilidades laborales se ven seriamente reducidas, cuando no anuladas, debido a las cada vez más generalizadas cuotas u otras formas de “discriminación positiva”.
Todo esto es
sólo comprensible desde el momento en que el individuo está tan sometido al
pensamiento políticamente correcto y a la ideología de género que ha sido sometido a una suerte de sentimiento de culpa que le hace considerarse merecedor de
todas las afrentas de que es objeto a la par que le lleva a temer la minusvaloración
social caso de manifestar su oposición a ese estado de cosas.
Hemos de
tomar en consideración la injusticia que se produce contra el hombre, y como
todo esto de la ideología de género, la crítica a lo masculino y la ruptura de
la complementariedad de los sexos para sustituirla por la desconfianza y la
lucha de sexos no es otra cosa que una ingeniería social puesta en marcha por
aquellos que desde la oscuridad
globalista pretenden terminar con la relación natural humana, con la
familia tradicional y de este modo subvertir la sociedad humana y levantar un
orden social movido exclusivamente por principios dirigidos por la élite
globalista que de esta manera pretende
controlar todos los aspectos de la realidad humana.
Para acabar
quisiera mover a que todos introdujésemos estos temas en las conversaciones con
nuestros amigos y dirigiéramos cartas a los periódicos de nuestras localidades
para mostrar nuestro malestar y dar a conocer la realidad de lo que acontece, y
sobre todo para liberar y liberarnos de ese pensamiento feminista radical
antimasculino que tanto está calando en la mentalidad actual.
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