Estoy más
que convencido de que todo español digno de tal nombre y que conozca
mínimamente la historia de nuestra patria debería sentir un profundo dolor por
la situación por la que actualmente atraviesa el Sahara Occidental, e
igualmente debería sentir auténtica repugnancia hacía los “responsables”
políticos de la traición que en aquel año 1975 perpetraron. Así mismo debería
sentir asco hacia los gobernantes que desde 1975 ha venido soportando España y
que tantas agresiones han llevado a cabo contra ella.
Por supuesto
que son muchos y muy diversos los acontecimientos que se podrían señalar
respecto a actuaciones antinacionales y cobardes que las autoridades
posteriores a las que me he referido han venido perpetrando y continúan
efectuando.
Ahora bien, pocas cuestiones como las
acontecida respecto al Sahara pueden compararse en gravedad dado que en este
caso nos enfrentamos a la cobarde entrega de parte de nuestro territorio a un invasor.
En un primer momento es necesario recordar algo que parecen olvidar y no tomar en consideración los políticos, periodistas y población española en general. Me refiero por supuesto a que en aquel momento ese territorio era una provincia más de España y que la población que allí habitaba tenía nacionalidad española. Pese a todo ello el entonces Jefe del Estado en funciones, Juan Carlos I pues Francisco Franco en esos momentos agonizaba, y el gobierno a sus órdenes tomaron la cobarde decisión de abandonar el territorio del Sahara y dejar a su población inerme ante las turbas moras y al ejército de Marruecos.
Esta entrega
sin haberse disparado un sólo tiro para defender la integridad territorial
española no solamente resultó un acto de cobardía y una vergüenza, si no que fue
una traición. Traición por la cual deberían haber sido ejecutadas muchas de las
autoridades que participaron en semejante felonía.
Y que nadie
considere que recordar y sacar a colación aquello es algo extemporáneo, fruto
de una actitud nostálgica o de una visión meramente historicista. Todo lo contrario,
puesto que recordar nos permite ser plenamente conscientes del comportamiento
interesado de ciertos políticos y de cuál es la verdadera posición y actitud respecto
a España de esos supuestos aliados que seguramente se pondrán nuevamente en
nuestra contra cuando sus intereses estratégicos o alianzas así les convenga.
Pero
desgraciadamente parece que lejos de haber aprendido de la experiencia las
autoridades se obstinan en repetir los mismos errores propiciando con sus
acciones situaciones peligrosas para la integridad territorial nacional.
¿Si ante una
situación grave y frente a las fuertes presiones de nuestro, supuesto, aliado
norteamericano las autoridades de entonces fueron capaces de abandonar una
provincia española en manos del agresor marroquí, qué no serían capaces de
hacer las que ahora gobiernan España con la soberanía de las ciudades españolas
de Ceuta y Melilla o con la del archipiélago canario?
Las
sucesivas administraciones que han gobernado España en las últimas décadas han
venido desarrollando políticas muy similares respecto al Sahara.
Todas ellas, independientemente de la adscripción
política o de partido de los gobiernos que las hayan tomado, han sido
profundamente injustas, cobardes, entreguistas y cortoplacistas.
Como
españoles no podemos olvidar que hay una población de compatriotas, aunque
hayan nacido en el Sahara, que viven sometidos a la ocupación y a la criminal represión
que lleva a cabo Marruecos, olvidarlo y callar es un acto de vileza, de
ausencia de verdadero patriotismo, una invitación a que nuestras autoridades sigan
cediendo ante el sátrapa marroquí y a que otras partes de nuestro territorio
terminen ocupadas por nuestro enemigo del sur.
Mientras
nuestro gobierno continúa cediendo y callando, que viene a ser lo mismo, ante
los continuos desafíos marroquíes el reino norteafricano no para de armarse y
de establecer cada vez más alianzas políticas, diplomáticas y militares que
debilitan la posición española.
En el
momento en que España Pasó a formar parte de la O.T.A.N. los políticos
españoles y el pueblo que lo apoyó no exigieron que la entrada en la Alianza
Atlántica llevase aparejada de modo claro que tanto Ceuta y Melilla como las
Canarias entrasen a ser territorios bajo el paraguas defensivo de la O.T.A.N. para que en caso de ser atacados por
Marruecos. El resto de países de la Alianza entrasen en guerra junto a España.
Pero no, la Alianza Atlántica no entraría en guerra con Marruecos caso de que
esta atacase estas partes de España.
La actual
posición española, en casi todos los aspectos, pero especialmente en lo que se
refiere al conflicto con Marruecos, es extremadamente negativa por lo débil y por
la ausencia total de una política diplomática.
Resulta imposible de entender esta conducta por cualquier persona que
busque el bien de España garantizando su integridad territorial y pretenda
alcanzar el bienestar y la seguridad de los españoles.
Pero todas
las acciones y omisiones que está llevando a cabo el gobierno actual respecto al tema que nos ocupa no parecen
perseguir alcanzar tales objetivos, más
bien parecen obedecer a cesiones a
chantajes respecto a cuestiones oscuras de las que los servicios de
inteligencia del reino alauí conocen o a cesiones ante las presiones de los
supuestos aliados, especialmente de unos Estados Unidos que tienen en Marruecos
un socio privilegiado que además es el único país árabe que mantiene relaciones
amistosas, en lo diplomático y militar, con un Estado, Israel, que domina la
política internacional de la Secretaría
de Estado U.S.A.
Punto aparte
pero directamente relacionado con todo lo anterior es el tema de la inmigración
marroquí, una inmigración que ha sido favorecida por las autoridades
nacionalista catalanas para frenar la llegada de inmigrantes hispanoamericanos,
de habla española claro. Este favorecimiento en Cataluña y la desidia en el
control de nuestras fronteras con Marruecos y respecto a la llegada por mar a
nuestras costas de inmigrantes ilegales marroquíes no hacen otra cosa que
empeorar más si cabe la situación puesto que debido a no sé que oscuras razones
se está permitiendo que España se llene de una población que ni puede ni quiere
asimilarse con la española y que para colmo nos desprecia y odia.
Pero los
pasos hacia el abismo de la desintegración territorial respecto de Ceuta,
Melilla y las islas Canarias están siendo en los últimos meses absolutamente
inaceptables y para nada se tratan de ocultar o encubrir bajo algún tipo de
escusas. Acciones como haber “reconocido” la soberanía de Marruecos sobre el
Sahara Occidental, el haber permitido, quien calla otorga, la concesión por
parte de Marruecos a varias petroleras extranjeras, una de ellas israelí, el
permiso de prospección en aguas españolas frente a Canarias son un síntoma de
entreguismo y debilidad del que sabrá servirse Marruecos para llevar adelante
sus planes expansionistas en territorio español.
Como ha
podido verse a lo largo de las anteriores líneas el tema del Sahara no es para
nada un mero ejercicio de nostalgia.