jueves, 15 de diciembre de 2022

LA TRAICIÓN DEL SAHARA Y SUS CONSECUENCIAS.

 

                                                                                          


Estoy más que convencido de que todo español digno de tal nombre y que conozca mínimamente la historia de nuestra patria debería sentir un profundo dolor por la situación por la que actualmente atraviesa el Sahara Occidental, e igualmente debería sentir auténtica repugnancia hacía los “responsables” políticos de la traición que en aquel año 1975 perpetraron. Así mismo debería sentir asco hacia los gobernantes que desde 1975 ha venido soportando España y que tantas agresiones han llevado a cabo contra ella.

Por supuesto que son muchos y muy diversos los acontecimientos que se podrían señalar respecto a actuaciones antinacionales y cobardes que las autoridades posteriores a las que me he referido han venido perpetrando y continúan efectuando.

 Ahora bien, pocas cuestiones como las acontecida respecto al Sahara pueden compararse en gravedad dado que en este caso nos enfrentamos a la cobarde entrega de parte de nuestro territorio a un invasor.

                                                        


En un primer momento es necesario recordar algo que parecen olvidar y no tomar en consideración los políticos, periodistas y población española en general. Me refiero por supuesto a que en aquel momento ese territorio era una provincia más de España y que la población que allí habitaba tenía nacionalidad española. Pese a todo ello el entonces Jefe del Estado en funciones, Juan Carlos I pues Francisco Franco en esos momentos agonizaba, y el gobierno a sus órdenes tomaron la cobarde decisión de abandonar el territorio del Sahara y dejar a su población inerme ante las turbas moras y al ejército de Marruecos.

                                                         


   

 

Esta entrega sin haberse disparado un sólo tiro para defender la integridad territorial española no solamente resultó un acto de cobardía y una vergüenza, si no que fue una traición. Traición por la cual deberían haber sido ejecutadas muchas de las autoridades que participaron en semejante felonía.

 

Y que nadie considere que recordar y sacar a colación aquello es algo extemporáneo, fruto de una actitud nostálgica o de una visión meramente historicista. Todo lo contrario, puesto que recordar nos permite ser plenamente conscientes del comportamiento interesado de ciertos políticos y de cuál es la verdadera posición y actitud respecto a España de esos supuestos aliados que seguramente se pondrán nuevamente en nuestra contra cuando sus intereses estratégicos o alianzas así les convenga.  

Pero desgraciadamente parece que lejos de haber aprendido de la experiencia las autoridades se obstinan en repetir los mismos errores propiciando con sus acciones situaciones peligrosas para la integridad territorial nacional.  

 

¿Si ante una situación grave y frente a las fuertes presiones de nuestro, supuesto, aliado norteamericano las autoridades de entonces fueron capaces de abandonar una provincia española en manos del agresor marroquí, qué no serían capaces de hacer las que ahora gobiernan España con la soberanía de las ciudades españolas de Ceuta y Melilla o con la del archipiélago canario?

Las sucesivas administraciones que han gobernado España en las últimas décadas han venido desarrollando políticas muy similares respecto al Sahara.

 Todas ellas, independientemente de la adscripción política o de partido de los gobiernos que las hayan tomado, han sido profundamente injustas, cobardes, entreguistas y cortoplacistas.

 

Como españoles no podemos olvidar que hay una población de compatriotas, aunque hayan nacido en el Sahara, que viven sometidos a la ocupación y a la criminal represión que lleva a cabo Marruecos, olvidarlo y callar es un acto de vileza, de ausencia de verdadero patriotismo, una invitación a que nuestras autoridades sigan cediendo ante el sátrapa marroquí y a que otras partes de nuestro territorio terminen ocupadas por nuestro enemigo del sur.  

Mientras nuestro gobierno continúa cediendo y callando, que viene a ser lo mismo, ante los continuos desafíos marroquíes el reino norteafricano no para de armarse y de establecer cada vez más alianzas políticas, diplomáticas y militares que debilitan la posición española.

En el momento en que España Pasó a formar parte de la O.T.A.N. los políticos españoles y el pueblo que lo apoyó no exigieron que la entrada en la Alianza Atlántica llevase aparejada de modo claro que tanto Ceuta y Melilla como las Canarias entrasen a ser territorios bajo el paraguas defensivo de la O.T.A.N.  para que en caso de ser atacados por Marruecos. El resto de países de la Alianza entrasen en guerra junto a España. Pero no, la Alianza Atlántica no entraría en guerra con Marruecos caso de que esta atacase estas partes de España.

                                                                                    


 

La actual posición española, en casi todos los aspectos, pero especialmente en lo que se refiere al conflicto con Marruecos, es extremadamente negativa por lo débil y por la ausencia total de una política diplomática.  Resulta imposible de entender esta conducta por cualquier persona que busque el bien de España garantizando su integridad territorial y pretenda alcanzar el bienestar y la seguridad de los españoles.

 

Pero todas las acciones y omisiones que está llevando a cabo el gobierno actual  respecto al tema que nos ocupa no parecen perseguir alcanzar tales  objetivos, más bien parecen obedecer a  cesiones a chantajes respecto a cuestiones oscuras de las que los servicios de inteligencia del reino alauí  conocen   o a cesiones ante las presiones de los supuestos aliados, especialmente de unos Estados Unidos que tienen en Marruecos un socio privilegiado que además es el único país árabe que mantiene relaciones amistosas, en lo diplomático y militar, con un Estado, Israel, que domina la política internacional  de la Secretaría de Estado U.S.A.


                                                            


Punto aparte pero directamente relacionado con todo lo anterior es el tema de la inmigración marroquí, una inmigración que ha sido favorecida por las autoridades nacionalista catalanas para frenar la llegada de inmigrantes hispanoamericanos, de habla española claro. Este favorecimiento en Cataluña y la desidia en el control de nuestras fronteras con Marruecos y respecto a la llegada por mar a nuestras costas de inmigrantes ilegales marroquíes no hacen otra cosa que empeorar más si cabe la situación puesto que debido a no sé que oscuras razones se está permitiendo que España se llene de una población que ni puede ni quiere asimilarse con la española y que para colmo nos desprecia y odia.

 

Pero los pasos hacia el abismo de la desintegración territorial respecto de Ceuta, Melilla y las islas Canarias están siendo en los últimos meses absolutamente inaceptables y para nada se tratan de ocultar o encubrir bajo algún tipo de escusas. Acciones como haber “reconocido” la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental, el haber permitido, quien calla otorga, la concesión por parte de Marruecos a varias petroleras extranjeras, una de ellas israelí, el permiso de prospección en aguas españolas frente a Canarias son un síntoma de entreguismo y debilidad del que sabrá servirse Marruecos para llevar adelante sus planes expansionistas en territorio español.

 

Como ha podido verse a lo largo de las anteriores líneas el tema del Sahara no es para nada un mero ejercicio de nostalgia.  


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