Cada vez
estoy más convencido de que tenemos lo que nos merecemos, porque nuestra
cobardía a la hora de defender lo nuestro, nuestra identidad y nuestro ser, nos
hace merecedores de todo lo que está padeciendo Europa. Son incontables los
ataques que recibimos desde fuera por parte de la inmigración islámica, subsahariana
e incluso de la procedente de lejano oriente, nos plegamos a todo lo que llegue
de fuera a la par que menospreciamos todo aquello que tenga que ver con lo
nuestro.
Pero más
grave aún que el ataque que podamos recibir desde fuera es lo que el enemigo ha
logrado implantar en nuestras sociedades. El enemigo es ese pueblo que se cree
superior a toda la humanidad al considerarse el pueblo elegido, y actúa con tanta
saña contra Europa y los europeos dado que la realidad histórica, las
conquistas tecnológicas, el haber alcanzado el culmen del arte, la filosofía y
la fe lo hace consciente de que no son otra cosa que una excrecencia histórica
que se mueve por el odio, la envidia y el victimismo.
Frente a una Europa magnífica.
Pero a pesar
de todo ello han logrado que nuestra civilización y nuestras sociedades se
hallan envuelto en un manto de desesperación derivado de multitud de complejos
que ellos han inoculado.
Antes que
nada, y como cimiento sobre el que levantar el resto, nos encontramos con un
complejo de culpabilidad referido a toda nuestra historia, todos los males de
la humanidad son vistos como responsabilidad nuestra, lo malo es visto como
algo general mientras que lo bueno es obviado o considerado consecuencia del
interés. De ello ha derivado una supuesta obligación moral de Europa hacia el
resto de los pueblos de la tierra, lo cual mueve a un sentimiento suicida de
endofobia.
Consecuencia
de este rechazo hacia todo lo nuestro y de esa supuesta obligada reparación que
deriva de la mala conciencia que nos han inculcado surge el proceso que nos ha
llevado a mutilar la fe, las artes e incluso el concepto mismo de belleza. A la
par que todo ese conjunto de cosmovisiones no evolucionadas, esa moralidad
salvaje y esas artes inexistentes procedentes de África han pasado a verse como
fruto de una conducta natural y desencorsetada opuesta a la reprimida identidad
europea.
El último y
triste evento que viene a poner de manifiesto todo esto que acabamos de exponer
es la elección como Miss Helsinki 2017, la elección ha recaído en una chica de origen
africano cuyos patrones raciales se apartan absolutamente de los de la bella
raza nórdica.
Para más
inri nadie puede negar que es fea, aunque el relativismo cultural dirá que la
belleza es algo subjetivo para cada cultura, y ahí está el quite de la
cuestión. Para esta elección se ha tomado como punto de referencia el concepto
de belleza que puede existir entre las tribus africanas respecto a los de su
raza, es decir se trata de combatir nuestra identidad cultural para intentar
solucionar ese complejo de culpa que sufren los europeos.
La elegida
como Miss Helsinki en el 2017 es Sephora Ikabala, que como se puede ver en la
fotografía además de no tener nada que siquiera se acerque a la idiosincrasia
nórdica es fea.
Realmente el
declive identitario y cultural cae de manera inconcebible, basta con ver la
imagen de la elegida como Miss Helsinki en el 2016, Aitolehta Ronkea. No hay color, nunca mejor dicho, de lo bello a lo horrible en sólo un año.
Pudiera
parecer que hemos tratado un tema trivial al referirse a la elección de una
Miss, pero desde mi punto de vista esto no deja de ser un síntoma más de la
decadencia identitaria europea.
completamente de acuerdo.
ResponderEliminarEs muy triste ver esa deriva suicida de nuestra raza y su cultura y muy pocos quienes, como tú, se atreven a denunciarlo. Hemos de reaccionar antes de que sea demasiado tarde.
ResponderEliminarRoman, no se si me engaño y confundo mis deseos con la realidad pero creo que en estos últimos años una parte, pequeña por ahora, de los europeos estamos despertando y si no es aún tarde podrá levantarse nuestra civilización de nuevo.
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