A nadie se
le escapa que para España el reino de Marruecos ha sido históricamente un
peligro, y en estos momentos lo es especialmente para las plazas de soberanía
españolas de Ceuta y Melilla. Pero nos encontramos con que un aumento del
islamismo radical en el país del sur lleva aparejado un peligro grave que
difícilmente puede ser cuantificado. España entera se ve seriamente amenazada
por el terrorismo yihadista, debido tanto a la inmigración ilegal masiva de
marroquíes que se desplaza a zonas nacionales donde son ya una comunidad
importante, como por esa obsesión quimérica que los musulmanes radicalizados muestran
por “recuperar” el Al-Andalus de “manos infieles”. Todo esto hay que enmarcarlo
en un contexto internacional en el cual el terrorismo islámico ha tomado unas
dimensiones tales que está poniendo en peligro la seguridad europea, una
situación en la que España, no lo olvidemos, resulta ser un objetivo primordial
por la razón que hemos señalado y por la proximidad geográfica a este país
musulmán. El hecho de no haber sufrido atentados durante estos últimos años no
hay que adjudicarlo tanto a una menor intención de los terroristas cuanto a una
actuación de las fuerzas de seguridad y de los servicios de inteligencia, españoles
realmente encomiables, pero esto no ha de hacernos olvidar que estamos en el
punto de mira de los terroristas, como bien ponen de relieve las numerosas acciones terroristas abortadas,
las detenciones de yihadistas y los funestos atentados yihadistas (¿?) del 11 M
que causaron 191 víctimas mortales o el
atentado en la Casa de España en Casablanca con 41 muertos.
En el
contexto descrito resulta de máximo interés para la seguridad nacional conocer cuál
es la situación del radicalismo islámico en nuestro vecino del sur.
De este modo
se convierte en prioritario tener un conocimiento lo más exacto posible de gran
parte de realidades que vienen a configurar la realidad que nos interesa.
La realidad
que presenta Marruecos viene determinada principalmente porque el reino
marroquí se instala sobre una organización y un orden religioso centrado en el rey,
supuestamente descendiente del Profeta, que ostenta el título de guía
espiritual del pueblo, considerándosele como la máxima autoridad tanto civil
como religiosa (cosa que en el Islam van indefectiblemente unidas).
A pesar del
ascendiente que tiene el rey sobre todo lo religioso y que el control que
mantiene la monarquía alauita sobre su pueblo es férreo en todos los aspectos,
este control es aún mayor, si es que cabe, esto no ha evitado que hayan
ingresado en el país corrientes de tipo salafista. Estas corrientes y otras
wahabíes llegadas e instaladas gracias al dinero saudí han encontrado en una
parte nada desdeñable de ulemas e imanes un buen caldo de cultivo. Ahora bien,
la difusión entra la población no ha resultado especialmente difícil debido a
que de por sí los súbditos del reino tienen una interpretación rigurosa del
Islam.
La
administración marroquí, consciente del peligro que lleva aparejada la
extensión de unas posiciones radicales entre las amplísimas bolsas de pobreza y
miseria de la población, y el peligro que ello podría constituir para el orden
social establecido ha impuesto un riguroso control, aunque desgraciadamente el
esfuerzo realizado parece no haber obtenido el éxito esperado.
En 1964 la
administración marroquí creo un centro de estudios superiores para la formación
de ulemas e imanes para de este modo controlar posibles desviaciones. A esto
hay que sumar que las mezquitas dependen de la administración y que resulta
precisa una autorización expresa de esta para la construcción y apertura de
alguna nueva. Pese a ello los datos parecen indicar que el resultado de estas
medidas ha resultado ser poco menos que un fiasco.
De las32000
mezquitas existentes en Marruecos, solamente 8659 dependen de la
administración, el resto escapa totalmente a un control que pueda impedir una
deriva radical.
Aunque ya se
haya señalado de pasada, existe una realidad social que desde el paro y la
pobreza generalizada presente en la juventud marroquí que hace que amplísimas
capas de la población sean caldo de cultivo propicio para que anide y se extiendan las más radicales
corrientes, tanto por el hecho de que estas les ofrecen una visión que les
aporta una identidad y un valor independientemente de la situación de pobreza
por la que atraviesan como por las aportaciones económicas que aportan los
wahabitas de Arabia Saudí o los salafistas de la península arábiga y del Magreb.
Todo esto
puede hacer que incluso algunos puedan acercarse incluso al yihadismo
terrorista.
En Marruecos
los partidos políticos permitidos o tolerados por el régimen tienen un papel
fundamental entre la población, algunos como el Istiglal están muy apegados a
la idea de que las instituciones políticas han de estar confundidas con la
doctrina propia del Islam. De hecho, el fundador de este partido era partidario
de la aplicación de la Sharia (Ley islámica).
También en
Marruecos y a un nivel inferior al de los partidos que son tolerados nos
encontramos con asociaciones de ideología y corte islamista cuyo plan es el de
islamizar plenamente la sociedad así como las instituciones de gobierno y la
legislación.
Para
controlar estos grupos y las influencias islamistas Hassan II instigó la
creación de un partido político, el MPDC, con el que pretendía atraerse a los
más radicalizados y de esta manera tenerlos al menos controlados. El problema
surgió cuando el jeque Yassim, dirigente de la más importante asociación
islamista de Marruecos se negó en redondo a integrarse en el partido que había
sido creado.
Cuando
Mohamed VI accede al trono, el nuevo rey recurre a otro partido, el PJD, el
cual tiene un nivel reivindicativo más bajo pero que ha llegado a ser la
tercera fuerza del país en lo que hace al número de escaños. Este partido
mantiene exteriormente posiciones muy civilizadas y modernas, aunque la teoría
política que propugna resultan ser muy reaccionarias, tanto que pueden ser
tachadas de islamistas. El JPD llegó en el año 2000 a plantear cuestiones como
la prohibición de la comercialización del alcohol, rechazar los planes de
integración de la mujer en la vida social y laboral o proponer que el sistema
bancario del país se rigiese por las normas que plantea el Corán.
El nuevo rey
tomó plena conciencia de la gravedad ante la que se encontraba cuando tuvieron
lugar los atentados que se desarrollaron en Marruecos el año 2003, este hecho
llevó a un cambio en la actitud de Mohamed VI.
La actitud
del rey tomo dos vías, por un lado, se dedicó a reprimir a los grupos
salafistas y por otro intentó controlar aquellos grupos islamistas más
moderados.
Lo que verdaderamente
resulta importante para la seguridad, tanto de Marruecos como de España y el
resto de los países europeos, es conocer hasta qué punto está desarrollado el
movimiento islamista en nuestro vecino del sur. Desgraciadamente es innegable
que el islamismo es fuerte en Marruecos, y que se dan las condiciones socio-económicas
para que corrientes salafistas y el wahabismo aniden en amplias capas sociales.
Una prueba
de esa fortaleza y de su infiltración, incluso en el ejército, la obtenemos de
que el mismo Mohamed VI se ha visto obligado a adoptar medidas en lo que hace a
este tema en el terreno militar.
Algunos
informes de la dirección militar le advertían de que las fuerzas que Marruecos
tenía acantonadas en el Sahara Occidental eran vulnerables al proselitismo islamista,
cosa que según otras informaciones de inteligencia se encuentra generalizada no
solamente en el ejército sino en todas las capas de la sociedad marroquí.
En Marruecos
conviven junto a la corriente salafista otras dos de tipo más violentos que
actúan a la sombra del islamismo.
Una de ellas
resulta ser una extensión de la red terrorista Al- Qaeda, esta en el país
magrebí tiene una importancia menor.
El segundo
grupo es realmente peligroso al ser más violento e imprevisible, nos estamos
refiriendo al GICM (Grupo Islámico Combatiente Marroquí), el cual también tiene
alguna relación con la red Al-Qaeda.
En estos
momentos el peligro está más que en su acción terrorista en el hecho de que la
cúpula de Al-Qaeda que en el norte de África ha sido elegido como zona de
reclutamiento, con la consiguiente acción radicaliza dora entre los islamistas
de Marruecos.
Pero no hay
que perder de vista que los comandos terroristas suelen recurrir a inmigrantes
presentes en el país donde se pretende actuar, inmigrantes que se suelen
radicalizar una vez que han llegado al país o del que forman parte como
inmigrantes de segunda o tercera generación, como ha venido ocurriendo en los
últimos atentados.
Es muy
importante tener claro que para el monarca y el gobierno marroquí el islamismo
es un elemento que si por un lado ha de controlar para evitar que su actuación
política y social pueda poner en peligro la estructura de la monarquía corrupta
y tiránica alauita por otro es un elemento que le sirve como catalizador para
movilizar la actuación del pueblo para hacerse con Ceuta y Melilla.
Otro papel
que para el reino marroquí cumple el islamismo salafista es el de radicalizar
las poblaciones inmigrantes que llegan a Europa y se sienten desarraigadas a la
par que sumidas en el odio y rencor a todo lo occidental al ver sus falsas expectativas
defraudadas, de ahí surgirán los denominados “lobos solitarios” fácilmente
radicalizables y que pueden ser monitorizados para atentar, chantajeando así a
la política de la Unión Europea hacia Marruecos.
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