lunes, 23 de noviembre de 2015

Ocho apellidos catalanes, un canto a la Unidad de España.



                                                       

Anoche fui a ver la película “ocho apellidos catalanes”, donde aparte de reírme y divertirme  mucho salí del cine con la impresión de que acababa de ser testigo de un canto a la Unidad de España, a España misma como integradora de la riquísima multiplicidad de las distintas partes de nuestra nación. Tras ese humor sencillo, que no simple, se escondía un mensaje que mostraba  no sólo que la unidad es posible sino imprescindible. Somos distintos pero no por ello dejamos de ser  hermanos.
Estoy seguro de que la pretensión  de los guionistas tan sólo era hacer reír a través de un humor inteligente que jugaba con los estereotipos, y que los actores e incluso el director no fueron conscientes de lo que acabo de señalar, pero el hecho de que estos no fuesen conscientes de lo que en el fondo estaban creando no significa que no estemos ante un canto a la unidad en la diversidad, a esa España múltiple pero única que nos enriquece.  
En esta película aparecen personajes catalanes, vascos, extremeños, gallegos y valencianos, cada uno con sus particularidades lingüísticas, de carácter y con un amor hacia sus particularidades que parecen afirmarse en la diferenciación, llegando incluso al desprecio de las características de los otros, algo que es por cierto muy español.

Pero  en la película se ve como  todas estas diferencias, lejos de ser muros que separan son puentes que unen,  puesto que esa diferencia es complementariedad.
Los nacionalismos y el separatismo se ven como un juego  para la mayoría, un juego movido por intereses de unos cuantos que malévolamente tratan de sacar provecho de esa diferenciación integradora, para enfrentando lo diferente obtener beneficios personales.

                                                         


Finalmente  los personajes fundamentales están por encima del juego centrífugo y el personaje que vive más sometido por el nacionalismo disgregador termina arrancando una señal divisoria, con lo que sin darse cuenta está uniendo aún más a los españoles.

                                                             

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