sábado, 31 de marzo de 2012

Coreografía de camisas azules.

En  los años treinta  no era para nada cuestión sencilla hacer llegar a los españoles el mensaje que Falange presentaba, era una nueva  visión de la realidad española , de las relaciones laborales y una conjunción de la búsqueda de la Unidad Nacional y a su vez  una exigencia de Justicia Social para todos los españoles. 
Pero ocurre que en esa novedad, en ese aportar soluciones y realidades inexploradas confluían  un trabajo por hacer y  una apertura de mente por parte de una  parte  amplia de la sociedad española.

Pero ahora, en este principio del siglo XXI,  aquellos que pretendemos  hacer llegar a nuestros compatriotas el nacionalsindicalismo como  una alternativa a la actual situación  de injusticia social y de desintegración  nacional nos encontramos con que  antes siquiera de escuchar nuestro mensaje, antes de  considerar nuestro posicionamiento somos instintivamente  rechazados como ultraderecha, como franquistas.

                                                              

Lo que ocurre es que se han cumplido las proféticas palabras de José Antonio antes de  que Falange  tomase la postura de apoyar el alzamiento nacional. Jose Antonio en aquellos momentos dijo:

La Falange podría asistir y ayudar sin quererlo a la restauración de una mediocridad burguesa conservadora de la que tenemos  en España tan amplias muestras, acompañada para mayor escarnio por el resorte coreográfico de las camisas azules”.

Por desgracia estas palabras  del Fundador de la Falange se cumplieron en toda su amplitud una vez que la fraticida  contienda finalizó.
El régimen surgido de la victoria de las armas  nacionales   no hizo otra cosa que instaurar nuevamente el régimen burgués, conservador y capitalista utilizando de  una forma  verdaderamente  obscena la simbología falangista, y digo obscena dado que  se abusó de la simbología de Falange, se  utilizó la figura de José Antonio pero  todo ello se hizo sin aplicar la Revolución Nacional que  Falange propugnaba.
Cuarenta años de régimen personalista, cuarenta años durante los cuales una parte de los españoles se impusieron sobre la otra mitad.
La realidad histórica ha creado entre la inmensa mayoría de la población de nuestra nación una  identidad inexistente entre el régimen del General Franco y  la doctrina de José Antonio Primo de Rivera.

                                                                 
Ahora nos toca una misión, que no por difícil ha de ser abandonada, de  presentar a los que nos rodean la realidad del nacionalsindicalismo, pero una realidad completa, que tenga presente tanto la lucha por la Justicia Social  como el combate por la Unidad Nacional.
Esta misión no va a ser sencilla, por un lado es preciso acabar con  la imagen negativa que la mera palabra de Falange suscita tanto de la derecha como de la izquierda, y por otro  hay que superar  esa idea tan implantada de  que sólo en la derecha o en la izquierda puede existir  opciones  y  romper   la dogmática y aceptada imagen de que sin partidos políticos el ciudadano no puede  ser representado.

Con el Decreto de Unificación, Franco unió dos fuerzas tan dispares como  Falange y los Tradicionalistas, a esta unión se opuso  el      segundo Jefe nacional de Falange Española de las Jons Manuel Hedilla, por esta cuestión fué condenado a dos penas de muerte e indultado, hubo de pasar  varios años en prisión y después  fue confinado en Canarias.

                                                                 
Y es que el espíritu revolucionario de Falange y su abierta oposición al capitalismo, a la burguesía y al conservadurismo no fue problema para utilizar sus símbolos, simplemente  su realidad  se obvio, y de ahí el problema que en la actualidad tenemos.


                                                      

jueves, 29 de marzo de 2012

Lo que denominan sindicalismo no es tal.

                                                                     




Lo que realmente funciona ahora en España no puede denominarse sinsicalismo, lo que existe es una prolongación de los partidos políticos, los llamados sindicatos son meras correas de transmisión de estos, asociaciones  que se sirven de de la necesidad que los trabajadores tienen de ser defendidos y verse representados  para desde  ahí  dividir a los españoles con la lucha de clases y a través de ello vivir de las subvenciones  estatales, unas subvenciones que los sucesivos gobiernos les dan, ya sea para  mantenerlos  silenciados, para que frenen las justas  reivindicaciones  laborales, para  lograr  extender su visión ideológica o  para no dar imagen de  autoritarios.

Resulta urgente que  este falso sindicalismo, el sindicalismo de clase, subvencionado y  partitocrático, deje de existir. El primer paso es muy sencillo, consiste en obligar a que los sindicatos se financien a sí mismos por medio de las cuotas de sus afiliados.
Esta medida  llevaría por un lado a que los denominados “sindicatos mayoritarios” dejasen paso a una verdadera representación sindical movida más por el auténtico apoyo recibido de los trabajadores y  no por unas partidas presupuestarias  procedentes de todos pero al servicio tan solo de algunos.

                                                  
 Y es que de este modo el verdadero sindicalismo, el que ahora se mueve en los pequeños sindicatos  sectoriales o generales pero independientes, el que  al menos se encontraría en igualdad de condiciones en la pugna  con esos denominados “mayoritarios” que gracias a las ayudas que reciben y a los privilegios con los que la ley les premia sus servicios al sistema un estatus de hegemonía prácticamente absoluta.


                                                 

                                                   

De otro lado esta medida a la que nos acabamos de referir, la autofinanciación, permitiría  acabar con la extensión entre  los trabajadores, sean estos  empleados o empleadores, de ese cáncer que  es la lucha de clases.
Con semejante fundamentación ideológica ciertamente esos  que  convocan huelgas  y  viven de subvenciones ciertamente logran el apoyo de muchos trabajadores, ¿pero a que precio?. Pues ese precio es el engaño y el enfrentamiento. En lugar de que los españoles nos veamos todos como parte de una gran empresa común en la que cada uno participa desde su puesto, se promueve el enfrentamiento entre  patronos y obreros, cuando unos sin otros no podrían existir, se necesitan  mutuamente.
Ahora bien, no hay que caer tampoco en esa ingenuidad malintencionada que  señala que las leyes de la oferta y la demanda y del libre mercado  son suficientes para  dirigir la economía y ordenar las relaciones laborales.

                                                 

Esto sería cierto si todos, empleadores y empleados  nos encontrásemos con un mismo nivel de fortaleza, cosa que no ocurre ya que cuando la oferta de trabajo es mayor que la demanda el empresario  puede convertirse en tirano, mientras que en los tiempos en los que la demanda es mayor que la oferta  ocurre lo contrario. Y es ahí donde el Estado ha de intervenir a través de una adecuada legislación laboral que   acabe con cualquier forma de explotación o dominio.


                                                    

Los sindicatos no han de ser horizontales en cuanto políticos, por el contrario   deben ser verticales en tanto que  estén agrupados por ramas de producción, de este modo se protege al trabajador y a la par se promueve la  unidad.  

                                                    

miércoles, 28 de marzo de 2012

TERTULIA FALANGISTA SOBRE LA SITUACIÓN POLÍTICA Y SINDICAL.

                                                                                             


  Tertulia muy interesante sobre la situación política y sindical, pero resulta más interesante si cabe dado que  en ella participan falangistas procedentes de los tres grupos falangistas existentes:


-Fe Jons.
-Falange auténtica.
-La Falange.

Ojalá que de actividades como esta  surja la unidad de todas las fuerzas falangistas para servir mejor a España a través del Nacionalsindicalismo.
                                                                           1er. video.

                                                                               
                                                                          2o.  video.
                                                                         

martes, 27 de marzo de 2012

El eclipse de España





       España tan solo ha sido fiel a si misma cuando ha permanecido unida bajo el paraguas del catolicismo y cuando esa unidad ha sido puesta al servicio de su vocación imperial.  Por el contrario nos  encontraos con el hecho de que siempre que  España ha roto con estos principios ha dejado de ser ella misma para convertirse en un engendro carente de sentido, y es que ya se sabe que la corrupción de lo mejor es la peor corrupción.
Desgraciadamente en las últimas décadas, pero de un modo muy especial en estos últimos años, estamos asistiendo  a la generalizada implantación de una mentalidad que  desde el nihilismo rechaza cualquier tipo de afirmación. Se cataloga de engaño toda aseveración religiosa o concepción patria  a la par que desde un planteamiento liberal se menosprecia todo aquello que este por encima de la voluntad del ser humano.
Los bárbaros, considerados en cuanto enemigos de la civilización cristiana, han logrado que  tras los doscientos años de liberalismo transcurridos desde la Revolución Francesa, se hallan afianzado en las  tierras hispanas una serie de planteamientos ideológicos dogmáticos que han venido a sustituir el lugar que anteriormente  ocupaban las verdades de Cristo y su Iglesia amen de la realidad de la Patria.
En la actualidad nos encontramos con unos grados de desbarajuste tal, que serían imposibles de  imaginar hace tan solo unos años. Vemos que todo es puesto en solfa, asistimos a una representación que tiene a nuestra Nación como escenario, una representación en la que vemos como van desapareciendo a pasos agigantados  las columnas  que mantenían en pié el   edificio de España. Desaparecen los conceptos de Dios, de  Verdad y de Patria, y con su caída cae todo aquello que miles de años de civilización han ido conformando. Por un lado vemos como la vida del ser humano, imagen de Dios, ha pasado de ser algo sagrado a ser considerada  algo  al servicio de la producción, del consumo y de la sociedad del bienestar. Algo que puede ser suprimido cuando las circunstancias la hagan molesta como  ocurre en los casos del aborto y de la eutanasia. Por otro lado asistimos a como la libertad ha sido endiosada pasando a ser considerado como fin lo que no es sino un medio. De este equívoco modo de entender la libertad, de este no diferenciar  entre la inexistente libertad moral y la libertad  física, surge el falso dogma moderno de los Derechos humanos que viene a situar en el hombre  la medida de todas las cosas. Esta concepción antropocentrísta no hace sino negar de modo implícito la realeza de Nuestro Señor Jesucristo.
Esta realeza que en los tiempos  presentes no es reconocida ni por la doctrina que defiende la actual jerarquía católica desde el momento que se habla de la realeza de Jesucristo sobre cada individuo pero no se acepta que reine sobre las sociedades que no son sino agrupaciones humanas. Desde el momento en que no se acepta el reinado social de N.S. Jesucristo resulta imposible que en España se marquen los principios de universalidad (catolicidad), principios estos que permitieron una unidad basada en la fe, un destino que buscaba la evangelización del mundo y un imperio que sirviese como instrumento para desde la unidad expandir el evangelio.

Desgraciadamente nuestra Nación ya ha dado los primeros pasos hacia la disgregación cuando ha convertido  el edificio patrio en un solar arruinado sin base sólida sobre la que levantar  morada alguna. Ahora asistimos a una situación, lógica consecuencia del camino iniciado,  en la que tras haber sido abandonados  los pilares básicos se ataca la misma unidad territorial de España promoviendo un sistema, el de las autonomías, que lo único que hace es  dar rienda suelta a los nacionalismos separatistas en lugar de combatirlos. Detrás de términos como el de nacionalidades históricas y del de autonomías se esconde una fuerza centrífuga  que busca la ruptura de la casa común que es España tratando de que de sus  ruinas puedan obtenerse prebendas políticas para esa minoría que manipula a los que se mueven en una geografía aldeana y en una historia falseada mientras agitan banderas sin tradición alguna.
Pero para terminar con España se hace preciso  que los españoles renieguen  de su historia, para lo cual esta ha de ser o  bien ignorada o bien tergiversada, o tal y como actualmente ocurre ambas cosas a la vez. Lo único cierto es que resulta poco menos que imposible que un español que conozca la realidad de su historia no se sienta interpelado por ella al ver la diferencia cualitativa de una historia heroica, universal y  atrayente  y la triste realidad de una España cobarde, aldeana y deprimente. Esta diferencia mueve a los espíritus no suficientemente maleados  a buscar para España un camino distinto  al que actualmente se ha tomado, de aquí viene la necesidad de manipular la verdad histórica.

Para que la otrora sana sociedad española  permitiesen que su Patria se convirtiese en la escombrera que finalmente ha terminado siendo, previamente se hacía necesario adormecer  conciencias, doblegar voluntades y  corromper costumbres, pues tan solo recurriendo a ese mecanismo se  podrían dar pasos en la dirección buscada.  Ha sido en el tan encumbrado periodo denominado transición (al que como muy bien se ha dicho le sobraban las dos consonantes centrales) en el cual, sirviéndose de la excusa de acabar con el régimen de Franco para poder implantar un régimen democrático se puso marcha un plan minuciosamente preparado para que España dejase de ser tal, aplicando los medios necesarios para que los españoles perdiesen cualquier tipo de anticuerpos que les permitiesen enfrentar las acometidas con las que se encontraría nuestra Patria. La mejor forma de anular cualquier tipo de resistencia fue una acción progresiva  a la par que reiterada que poco a poco llevó a que los españoles se fuesen acostumbrando a acciones que si se hubiesen presentado de modo directo difícilmente hubiesen sido aceptadas. Un ejemplo muy claro lo podemos ver en el caso de la homosexualidad, de una repulsa e incluso persecución se ha llegado a un punto en el cual se presenta como algo más que lícito a una opción saludable. De ser un comportamiento privado y mal considerado a pasado a ser  algo público que se presenta en los medios de comunicación e incluso en las calles como una opción más. Del mismo modo, esa paulatina acción de zapa se utiliza como una manera de acabar con la familia, ahora denominada “modelo tradicional de familia”, puesto que la unidad básica de la sociedad considera matrimonio y familia lo que hasta no hace más de veinte años la Psiquiatría consideraba un trastorno.
No podemos pasar por alto en esta visión general de la problemática que predispone a España para  ser anulada, un factor que desde hace apenas una década afecta de modo paulatino pero imparable a la visión española, y por tanto católica, de la vida. Me estoy refiriendo por supuesto a la inmigración musulmana que mueve a que costumbres propias de otra fe lleven  a que se rompa la unidad de pensamiento  y desintegren una cosmovisión occidental y cristiana en un totum revolutum  donde no existen verdades que sean consideradas como ciertas. Sino que colaboren en el indiferentismo desde el relativismo hacia lo propio.

 Como hemos podido ver  nos encontramos ante multitud de  factores que han influido, influyen  y se abaten sobre nuestra Nación para  destruirla y hacerla desaparecer , estos factores se imbrican de tal modo que unos se sirven de otros convirtiéndose en elementos que actúan de modo múltiple.

España está dejando de ser  realmente ella, y con esta afirmación no pretendo coincidir con la tesis que mantienen los liberal-conservadores sino señalar que España está olvidando su verdadero ser: católico, tradicional, unitario e imperial.

Crisis y Revolución

                                                                 


Las crisis, y cuanto más intensas en mayor manera, son los momentos propicios para poner en pié realidades que en cualquier otro momento se quedarían en meros planteamientos teóricos, elucubraciones  para mentes  ociosas que se complacen en el recuerdo de lo que pudo ser y no fue.
Las oportunidades que  una crisis aporta en este sentido se centran ante todo en el hecho de que las personas se van desencantado de una realidad que les tenía cegada por medio del consumismo y el materialismo, una realidad que de esa forma los había convertido en esclavos.

                                                        
Pero ocurre que cuando una crisis profunda les afecta, cae ese velo que les impedía considerar otra posible organización social y económica. El capitalismo deja de ser visto como la única realidad posible e incluso es rechazado de plano y los partidos políticos se ven como lo que son,   un montaje para enriquecer a los que supuestamente  representan al pueblo y que no representan a nadie.

En otras palabras con la crisis llega el momento de la Revolución con mayúsculas, la oportunidad de que el pensamiento nacionalsindicalista termine por plasmarse en la organización y funcionamiento  de la sociedad española.

                                                               
Pero para todo ello se hace  absolutamente preciso que los que nos consideramos falangistas estemos dispuestos  a dejar  el mero pensamiento para  intentar ponerlo en funcionamiento. No es fácil ni resulta   cómodo, pero es una tarea sugestiva que no se presentará en muchos años.

                                                              

Y si nosotros no actuamos y nos movemos no hay que dudar que serán otros, los que defienden ideas opuestas y contrarias a las nuestras, los que lo harán.

¿Pero como se puede concretar nuestro actuar?, ¿como debemos movernos?. La cuestión no es sencilla puesto que salir de la comodidad de la inacción nunca lo es.
Lo mejor es comenzar por aplicar en entidades pequeñas  lo que nuestra doctrina propugna.

                                                                
En estos momentos muchos pueblos son abandonados y muchas pequeñas empresas están en situación crítica. Pues esos pueblos deben ser ocupados por familias y personas con ideales falangistas de modo que la idea del funcionamiento  comunal y municipal se plasme en la realidad.
Las empresas en crisis pueden ser compradas para después, aplicar  la nunca antes puesta en funcionamiento   filosofía del trabajo como base y de la dignidad del trabajador que participa de modo fundamental de los beneficios de su esfuerzo.
Para todo esto se precisa ante todo creer en lo que se defiende, es un reto a todos los que decimos ser nacionalsindicalistas.
Somos pocos es cierto, pero no tan pocos como para no poder poner en funcionamiento dos o tres proyectos de este tipo.

La Revolución de la que tanto hablamos nunca será fácil ni  sus primeros pasos  asegurarán una victoria segura, pero desde luego es como la lotería, cuando seguro que no te toca es cuando no la echas.

Tenemos que  centrarnos en un proyecto, el primero no ha de ser excesivamente grande, y  poner en él nuestro esfuerzo.

No tenemos escusa para al menos intentar la Revolución, que en esta situación no es con fusiles pero no por ello deja de ser falangista.

                                                               

viernes, 23 de marzo de 2012

Jose Antonio y su doctrina.



1ª parte.

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2ª parte.

                                          
                                                                          3ª parte.

                                                                                 

jueves, 22 de marzo de 2012

La duda.

                                                                         

En estos momentos se me plantea, al igual que supongo que le ocurre a otras muchas personas,  una problemática que surge  de la huelga general convocada para el 29 de este mes de Marzo.
La citada huelga me coloca en una situación nada sencilla de solventar desde el momento que  encuentro fuertes razones tanto para secundarla como para no hacerlo, y debido a que las razones  a favor como en contra tienen un peso específico considerable.

Por un lado me encuentro con que la reforma laboral que el actual ejecutivo ha aprobado, y que con toda seguridad será convalidado  en el Congreso dada la  mayoría absoluta que  el Partido Popular tiene,  es un verdadero despropósito, un ataque frontal a los derechos de los trabajadores, es una reforma tan regresiva que me hace plantearme muy seriamente  secundarla.

                                                             
Los aspectos relacionados con la consideración de un despido como procedente cuando el absentismo laboral, aún cuando  las ausencias hayan sido debidas a  situaciones  de enfermedad debidamente certificadas, si estas superan el 20% de la jornada mensual, la reducción de la indemnización en función del tiempo  cotizado, la posibilidad de despedir de un modo considerado  procedente en función de que una empresa  baje sus ventas o  servicios durante tres meses seguidos o cuando se suponga tal  posibilidad, así como la eventualidad de que un empresario pueda despedir a un trabajador si este no acepta un cambio en su remuneración, horario o destino y el despido se considere  procedente, me llevan a considerar que  la participación en la huelga es  más que necesaria y veo mi intervención en ella no sólo justificada si no incluso obligatoria si se tiene un mínimo de  sensibilidad social.

                                                                
Es más creo que con  esa participación mostraría  mi oposición al sistema capitalista y a esta ofensiva que ahora desarrollan las finanzas internacionales, así como a la avaricia de los bancos.

                                                                   

Por otro lado veo también  una serie de razones que me mueven a no  seguir esta convocatoria de  huelga. Cuando hablo  de razones que por el contrario me empujan a trabajar ese día  y no secundar la huelga me estoy refiriendo  a cuestiones relacionadas con los convocantes y   con la oportunidad de la misma.
Los sindicatos convocantes  (CCOO y UGT) no  llevaron a cabo huelga general ni protesta nacional alguna para rechazar y oponerse a la política  económica y a la gestión de la crisis que el  ejecutivo anterior  desarrollaba y que  estaba dando lugar a un incremento  intolerable de la población desempleada. Pero claro los anteriores gobernantes eran de su misma cuerda ideológica y además las ayudas y subvenciones que recibían compraban su silencio y pasividad.

                                                                   
Es decir nos encontramos ante una huelga plenamente política, que utiliza  la crítica a la reforma laboral como banderín de enganche. 

Además de las innegables y justificadas causas relacionadas con la reforma laboral, se dan otras que son meramente ideológicas de buscan  enfrentarse con  un  gobierno de derechas, como hemos visto, en el caso de un gobierno de izquierdas como fue el PSOE no actuaron  aunque el desempleo se disparó hasta alcanzar cotas realmente inaceptables.
Pero en la reforma laboral que se critica aparecen una serie de medidas que  acaban con una serie de privilegios  económicos que  aportaban una ingente cantidad de dinero a estos sindicatos llamados mayoritarios que en el fondo no son otra cosa que  parte del sistema.
-Se acaba con la financiación de estos sindicatos por medio de  dinero procedente de los Presupuestos Generales del Estado, de modo que los sindicatos se  financiaban por medio de dinero público en lugar  mediante las cuotas de sus afiliados.
-Los sindicatos dejan de ser los encargados de impartir los cursos de formación para  los miembros de las empresas y para los desempleados, con lo que una  suculenta  y nada despreciable fuente de ingresos, se  cifra en unos 1300 millones de euros lo que  a través de este sistema  ingresaban en sus arcas.

                                                                     
-Se rebaja de un modo  sustancial el número de  sindicalistas que  como liberados viven recibiendo el sueldo de un trabajo que no realizan.
-Dejan de ser determinantes en la gestión de los ERES.
Entre otras prebendas  que  perderían.

Es así que desde mi punto de vista estaríamos en parte al menos ante una huelga política marcada por mantener los privilegios y prebendas  de los sindicatos convocantes.
Cuestiones estas que me llevan a negarme a entrar en ese juego y por tanto a seguir la huelga general.

Pero  por otra parte, y tal como al principio señalé,  se da a mi entender otro factor que me  frena , tal  factor se refiere al modo en que una huelga general pudiera afectar negativamente a la economía nacional en una época de grave crisis económica.

                                                        



En definitiva, que no tengo nada clara cual  va a ser la postura que voy a tomar  respecto a la huelga general convocada, y es que hay  razones muy similares en  importancia tanto en el sentido de parar como de no hacerlo.

                                                               

martes, 20 de marzo de 2012

Aplicación de la Justicia Social desde el nacionalsindicalismo



                                                                 


Lo primero que ha de quedar claro es que lo que se pretende para que la Justicia Social reine en la  comunidad humana y en las relaciones laborales en particular es  acabar con el  sistema económico  y salarial del capitalismo, para conseguir que  sea el trabajo y no el capital  la base de toda relación laboral. Sólo de esta manera se podrá implantar  la Justicia Social. Es preciso sustituir el patrón oro  de capital por el patrón trabajo.
En la actualidad  las relaciones laborales parten de un principio  que es falso  y  resulta sumamente injusto.
El capitalismo  considera  que  la persona que es empleada, al recibir un salario, queda con ello  excluida  de forma absoluta de derecho sobre cualquier beneficio que su  trabajo pueda proporcionar. De este modo el nexo de unión entre el trabajador y el fruto de su trabajo queda plenamente  destruido ya que no participa del  beneficio  que este proporciona.
El capitalismo del mismo modo parece olvidar que los medios de producción, de los que los capitalistas son dueños, por si mismos no producen beneficio alguno, el beneficio tan solo aparece si estos medios de producción son  utilizados por el  trabajo de aquellos que han recibido un salario. Pero en la actualidad ese beneficio que es producto tanto del trabajo  como de la existencia de los medios de producción  pasa a engrosar  de modo  exclusivo los bolsillos de los capitalistas.  Este funcionamiento es por injusto sumamente inmoral. Y lo es  dado que promueve  que unos pocos vivan  a expensas del trabajo de los más.


                                                               
La riqueza lejos de ser un ente abstracto  especulativo al servicio  de una minoría, ha de estar  al servicio del pueblo en su totalidad, y el trabajo  es el modo  mediante el que el individuo se gana el derecho  a la parte correspondiente de esa riqueza.
En la actualidad ya no existen las masas  deshumanizadas que  hace décadas se encontraban a pocos metros de las zonas adineradas de las ciudades. Y esto no es así  ya que los servicios sociales y la organización sanitaria   combaten los casos más graves y debido al desarrollo de una clase media que  en parte amortigua el antiguo  proletariado  deshumanizado y hambriento.
Aunque en la   actualidad en España la clase media  poco a poco se reduce, los ricos son más ricos y los pobres más pobres.
Ahora bien, el que no  encontremos a nuestro alrededor ese grado extremo  de pobreza generalizada no  debe movernos a pensar que  la Justicia Social  ha sido alcanzada ya que las relaciones económicas son  totalmente injustas ya que el  trabajador no recibe   nada  del fruto de su trabajo, tan solo alquila su tiempo y esfuerzo.
Todo   lo anteriormente mostrado no pasa  de ser una mera exposición de la realidad que actualmente define el modo en que funciona el sistema salarial capitalista. Nos quedaríamos en mera queja si no aportásemos una alternativa a la forma que acabamos de describir y  criticar.
Lo primero que ha de quedar diametralmente claro es que cuando se critica el capitalismo  no se  está diciendo absolutamente nada contra la propiedad privada, es más, capitalismo y propiedad privada son dos realidades diametralmente opuestas, ya que la propiedad privada  no es si no  una prolongación de la realidad  del sujeto en lo  material. La propiedad privada ha servido, hasta la imposición del sistema capitalismo, para el sustento del individuo, el cual trabajando y  sirviéndose de esa propiedad  lograba un beneficio que  de modo íntegro  pasaba a ser de su propiedad y le servía para poder vivir, con más o menos calidad, pero existiendo una continuidad lógica entre su trabajo y el beneficio que este proporcionaba.
Por  el contrario el capitalismo no hace otra cosa  que romper ese vínculo. Como ya hemos señalado el trabajo ha de ser el único medio de  obtención de riqueza y nunca se debe permitir que nadie viva, y menos aún  llevando una existencia  tan regalada, sirviéndose del esfuerzo que otros realizan.


                                                                 

¿Cuál sería según la proposición que aquí se hace?, no es otra que la que propugna  el nacionalsindicalismo, el marco que debería  encuadrar unas relaciones laborales justas.


                                                             
Como es lógico  el beneficio  de la actividad laboral ha de repartirse de modo equitativo entre las partes que resultan indispensables para la obtención de tal beneficio, es decir entre el capitalista que aporta los medios de producción y el salariado que aporta su trabajo. Pues ni el primero produciría sin la  acción del segundo, ni el segundo  podría obtener  dinero  sin la presencia del segundo.
En un primer momento se mantendría el sistema de  pago de un salario pero sería un simple paso  hacia la consecución de  una plena repartición equitativa del beneficio y de una posterior desaparición del mismo capitalista, que no del gestor o empresario.
En un primer momento se mantendría  el sistema de salario así como  la presencia de las figuras tanto del gestor como  la del capitalista.
Mientras durase ese  período  inicial el 100% de los beneficios  obtenidos en la empresa serían repartido de forma que  el 75% de ellos irían a manos del capitalista o a la junta de estos, mientras que el otro 25% pasarían a los trabajadores.
Tal división de los beneficios obtenidos no sería sino un paso, puesto que se precisa  de una serie de adecuaciones sucesivas  ya que las  transformaciones hacia las que se tiende no pueden ser llevadas a cabo de un día para otro.
 En estos primeros momentos el capital precisa por un lado mantener  el sistema de salario tanto en salariados como en gestores, precisando así mismo  de una cierta cantidad de dinero para mantener en condiciones los medios de producción y  la mitad de ese 75%  seguiría constituyéndose en beneficio para el capital. El  I + D   recibiría los fondos necesarios del 25%  señalado en primer lugar. La parte que iría a los salariados, sería el 25%  del total, esta parte del beneficio se repartiría del siguiente modo,  un 20% de ese  25%  iría a incrementar el sueldo que los salariados percibían, y el   otro  80%  pasarían a constituir  un fondo sindical cuyo fin primordial sería el de  proporcionar a los trabajadores la cobertura  protectora durante el periodo en que ejerciese su actividad laboral, así como aportarle  una pensión que le permitiese vivir con dignidad y hasta con holgura  una vez que tal periodo hubiese finalizado.
Pero lo antes referido sería tan solo un primer paso. 
En un segundo se trataría de que los medios de producción pasasen de las manos capitalistas a la de los mismos trabajadores  aún salariados (aunque con sobresueldo procedente de los  beneficios empresariales). Para lograr esto  se crearía un sistema impositivo según el cual  la compra del  más fuerte económicamente , el capitalista, al más débil, el trabajador salariado, estaría  fuertemente  gravadas mediante un impuesto. Mientras que toda adquisición que el salariado realizase de los medios de producción  recibirían  fuertes subvenciones o ayudas económicas. De este modo se incentivaría el traspaso de los medios de producción a los  salariados para que estos pudiesen  terminar por hacerse con ellos y funcionar de modo que  finalmente los ya trabajadores pasasen a administrar  el beneficio  íntegro de la empresa.   Hasta que la totalidad de los medios de producción   no pasasen a manos de los trabajadores  el porcentaje de los beneficios sería parejo entre estos y los capitalistas dueños de esos medios.
Según  nuestro entender, y por las circunstancias que más adelante se expondrán, lo mas conveniente sería que  un porcentaje  cercano al 25 o 30 % fuese a parar a manos de los dueños de los medios de producción y que  no todos estos pasasen a manos de los trabajadores, con lo que  los medios de producción  en esa misma proporción permanecerían en manos  del capital.
 Pudiera parecer que esta  medida impediría un pleno desarrollo de la erradicación del capital, pero  para que  el modelo que aquí formulamos pueda funcionar, dada la  gran influencia que en la actualidad tienen los capitales extranjeros y la  dependencia que  España tiene de estos debido a la globalización  económica, esta medida se hace necesaria.
No hay que perder de vista que  la principal finalidad de lo que estamos planteando no es tanto el logro de la autogestión como  la consecución de una Justicia Social dentro de las relaciones laborales, y en una medida nada desdeñable se ha conseguido puesto que el trabajador ha dejado de ser un mero salariado para pasar a ser un trabajador que recibe una parte  fundamental, alrededor del 75%  de los beneficios empresariales fruto de su trabajo.

Una de los mayores problemas con los que se enfrenta el nuevo modelo de relaciones laborales que presentamos es consecuencia de la interconexión existente entre  las economías y el libre  intercambio de capital entre los diferentes estados. La economía nacional, al igual que ocurre con el resto de las que constituyen el mundo occidental se encuentra inmerso en un  incesante  intercambio de capitales que a su vez resultan necesarios. Hemos de evitar que las medidas que tomemos sitúen a España fuera de todo ello y caiga en un aislamiento total. 
Es por esto por lo que pensamos que resulta preciso que se mantenga  ese porcentaje, que hemos estimado entre el 25 y el 30%  del monto de la empresa. El  capital de todos es sabido que no tiene corazón, ni tiene en cuenta frontera alguna. La humanidad es algo que brilla en él por su ausencia, lo único que le mueve es la consecución de beneficios. Pues bien,   hemos de  lograr que las empresas después de haber  sido sometidas a la antes referida “reconversión” continúen siendo lo suficientemente atractivas para que el capital extranjero  invierta en  ellas. Eso si, sin ceder un ápice  en los logros obtenidos respecto a la Justicia Social.
Es así que si  las empresas guardan un 25% del beneficio para  el capital, y el beneficio es lo suficientemente elevado, estás empresas resultarán lo bastante atractivas como para que   el capital extranjero se lance a invertir pués obtendrían un beneficio suficiente atractivo.
Otra opción, la quizá más revolucionaria  y  en sintonía con una sustitución absoluta del capitalismo por un funcionamiento nacionalsindicalista    llevaría directamente a una eliminación absoluta del capital, y por tanto a la desaparición de la figura del capitalista. En esta opción los trabajadores,  adquirirían el 100% de los medios de producción  llegándose  a que el beneficio de esta pasaría íntegramente a los trabajadores: Por un lado iría a estos en forma de remuneración económica, por otro se destinaría  al sindicato de la rama de producción a la que perteneciesen, sin olvidar otra parte de los beneficios que se habrían de  invertir en el sostenimiento del material de la empresa, a la necesaria actualización de esta así como  a las    campañas de marketing para que  los productos que se elaboren  puedan ser   adquiridos  y de este modo producir un beneficio.  El problema de optar  por  esta  vía se centra por un lado en la situación  de  globalización económica y de  transferencia de capitales de la que quedaría excluida la economía nacional si los capitalistas extranjeros no encuentran nuestras empresas lo suficientemente atractivas como para invertir en ellas.
Aunque  los problemas que  la opción  por un nacionalsindicalismo ortodoxo traerían aparejado podrían soslayarse, aunque cayendo de hecho en una suerte de  autarquía que el mismo José Antonio  criticó.
¿Cuales serían las medidas precisas para terminar  con  el funcionamiento capitalista y extirpar el mismo capital de las relaciones laborales y del funcionamiento económico  nacional?
De un lado se  habría de  fomentar  hasta alcanzar un grado lo suficientemente  elevado para que  se consumiesen  los productos  que proviniesen de las empresas nacionales, lo cual podría lograrse  gravando  con unos altos impuestos los productos foráneos y moviendo a una responsabilización de la población para que se pudiese mantener  el funcionamiento de Justicia Social que se habría logrado y que  precisaría de su colaboración consumiendo productos nacionales. Por otro  estaría el tema de la dependencia nacional respecto a los productos energéticos. Acometer la problemática que resulta dela dependencia  que nuestro país tiene respecto a otros en cuanto a energía se refiere es fundamental puesto que una organización  político-económica   precisaría que fuésemos capaces de no depender de los criterios, internacionalmente dirigidos por el orden capitalista, que podrían terminar por imponer una política. Y es que esas empresas, industrias  así como el mismo consumo público y particular estarían a merced de un orden distinto a ese por el cual hemos optado.
La única  opción en este terreno  sería la de  desarrollar y poner  en funcionamiento fuentes de energía  alternativas como pueden ser la solar, la eólica y la  nuclear. A nadie se le escapa que esta opción  por el desarrollo y puesta en funcionamiento de   fuentes de energía alternativas precisaría  de una nada desdeñable inversión . La aportación monetaria, una vez que se hubiese  establecido el estado sindical procedería  fundamentalmente de los fondos sindicales que  procederían  de la obligatoria contribución que cada trabajador aportaría a través de un porcentaje establecido de  los beneficios empresariales.


                                                                 



Hay dos   aspectos fundamentales, que por la importancia que tienen en el planteamiento falangista habrán de ser tratados de modo independiente dentro de esta aplicación practica del nacionalsindicalismo, nos estamos refiriendo a la reforma agraria y a la nacionalización del crédito bancario.

lunes, 19 de marzo de 2012

España es irrevocable.

ESPAÑA ES IRREVOCABLE


LA UNIDAD DE DESTINO
Nadie podrá reprochamos de estrechez ante el problema catalán. En estas columnas antes que en ningún otro sitio, y, fuera de aquí, por los más autorizados de los nuestros, se ha formulado la tesis de España como unidad de destino. Es decir, aquí no concebimos cicateramente a España como entidad física, como conjunto de atributos nativos (tierra, lengua, raza) en pugna vidriosa con cada hecho nativo local. Aquí no nos burlamos de la bella lengua catalana ni ofendemos con sospechas de mira mercantil los movimientos sentimentales –equivocados gravísimamente, pero sentimentales– de Cataluña. Lo que sostenemos aquí es que nada de eso puede justificar un nacionalismo, porque la nación no es una entidad física individualizada por sus accidentes orogáficos, étnicos o lingüísticos, sino una entidad histórica, diferenciada de las demás en lo universal por una propia unidad de destino.
España es la portadora de la unidad de destino, y no ninguno de los pueblos que la integran. España es pues, la nación, y no ninguno de los pueblos que la integran. Cuando esos pueblos se reunieron, hallaron en lo universal la justificación histórica de su propia existencia. Por eso España, el conjunto, fue la nación.
LA IRREVOCABILIDAD DE ESPAÑA
Hace falta que las peores deformaciones se hayan adueñado de las mentes para que personas que se tienen, de buena fe, por patriotas, admitan la posibilidad, dados ciertos requisitos, de la desmembración de España. Unos niegan licitud al separatismo porque suponen que no cuenta con la aquiescencia de la mayoría de los catalanes. Otros afirman que no es admisible una situación semiseparatista, sino que hay que optar –¡qué optar!– entre la solidaridad completa o la independencia. "O hermanos o extranjeros", dice "ABC", y aún afirma recibir centenares de telegramas que le felicitan por decirlo. Es prodigioso –y espeluznante– que periódico como "ABC", en el que la menor tibieza antiespañola no ha tenido jamás asilo, piense que cumple con su deber al acuñar semejante blasfemia: "Hermanos o extranjeros"; es decir, hay una opción: se puede ser una de las dos cosas. ¡No! La elección de la extranjería es absolutamente ilícita, pase lo que pase, renuncien o no renuncien al arancel, quiéranlo pocos catalanes, muchos o todos. Más aún terminantemente: aunque todos los españoles estuvieran conformes en convertir a Cataluña en país extranjero, seria el hacerlo un crimen merecedor de la cólera celeste.
España es irrevocable. Los españoles podrán decidir acerca de cosas secundarias; pero acerca de la esencia misma de España no tienen nada que decidir. España no es nuestra, como objeto patrimonial; nuestra generación no es dueña absoluta de España; la ha recibido del esfuerzo de Generaciones y generaciones anteriores, y ha de entregarla, como depósito sagrado, a las que la sucedan. Si aprovechara este momento de su paso por la continuidad de los siglos para dividir a España en pedazos, nuestra generación cometería para con las siguientes el más abusivo fraude, la más alevosa traición que es posible imaginar.
Las naciones no son contratos, rescindibles por la voluntad de quienes los otorgan: son fundaciones, con sustantividad propia, no dependientes de la voluntad de pocos ni muchos.
MAYORÍA DE EDAD
Algunos han formulado la siguiente doctrina respecto de los Estatutos regionales: no se puede dar un Estatuto a una región mientras no es mayor de edad. El ser mayor de edad se le nota en los indicios de haber adquirido una convicción suficientemente fuerte de su personalidad propia.
He aquí otra monstruosidad ideológica: se debe, con arreglo a esa teoría, conceder su Estatuto a una región –es decir, aflojar los resortes de la vigilancia unitaria– cuando esa región ha adquirido suficiente conciencia de sí misma; es decir, cuando se siente suficientemente desligada de la personalidad del conjunto. No es fácil, tampoco ahora, concebir más grave aberración. También corre prisa perfilar una tesis acerca de qué es la mayoría de edad regional acerca de cuándo deja de ser lícito conceder a una región su Estatuto.
Y esa mayoría de edad se nota, cabalmente, en lo contrario de la afirmación de la personalidad propia. Una región es mayor de edad cuando ha adquirido tan fuertemente la conciencia de su unidad de destino en la patria común, que esa unidad ya no corre ningún riesgo por el hecho de que se aflojen las ligaduras administrativas.
Cuando la conciencia de la unidad de destino ha penetrado hasta el fondo del alma de una región, ya no hay peligro en darle Estatuto de autonomía. La región andaluza, la región leonesa, pueden gozar de regímenes autónomos, en la seguridad de que ninguna solapada intención se propone aprovechar las ventajas del Estatuto para maquinar contra la integridad de España. Pero entregar Estatutos a regiones minadas de separatismo; multiplicar con los instrumentos del Estatuto las fuerzas operantes contra la unidad de España; dimitir la función estatal de vigilar sin descanso el desarrollo de toda la tendencia a la secesión es, ni más ni menos, un crimen.
SÍNTOMAS
Todos los síntomas confirman nuestra tesis. Cataluña autónoma asiste al crecimiento de un separatismo que nadie refrena: el Estado, porque se ha inhibido de la vida catalana en las funciones primordiales: la formación espiritual de las generaciones nuevas, el orden público, la administración de justicia.... y la Generalidad, porque esa tendencia separatista, lejos de repugnarle, le resulta sumamente simpática.
Así, el germen destructor de España, de esta unidad de España lograda tan difícilmente, crece a sus anchas. Es como un incendio para cuya voracidad no sólo se ha acumulado combustible, sino que se ha trazado a los bomberos una barrera que les impide intervenir. ¿Qué quedará, en muy pocos años, de lo que fue bella arquitectura de España?
¡Y mientras tanto, a nosotros, a los que queremos salir por los confines de España gritando estas cosas, denunciando estas cosas, se nos encarcela, se nos cierran los centros, se nos impide la propaganda! Y la insolencia separatista crece. Y el Gobierno busca fórmulas jurídicas. Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)