jueves, 15 de diciembre de 2011

Primavera árabe ¿?

Nuevamente Europa equivoca su juicio al confundir los deseos con la realidad, dejando con ello de lado sus   intereses geoestratégicos para servir nuevamente, no sé si de modo voluntario o no,  a los de los Estados Unidos de Norteamérica.                                           
Me  estoy refiriendo concretamente a la actitud que la Unión Europea, los países que la conforman y sus opiniones públicas han adoptado con respecto a lo  que se ha dado en llamar “Primavera árabe”.               
                                                                    
Para empezar, ya el término que desde nuestro mundo se utiliza  para denominar  los hechos acaecidos hace unos meses, y que en algunos lugares aún continúan,  en la zona del norte de África y en Oriente Próximo  pone de manifiesto hasta que punto es  erróneo el juicio que se ha formado con respecto a estos sucesos.
Se ha pretendido ver en estos  acontecimientos, verdaderos levantamientos populares en algunos casos, una continuación de las manifestaciones de los “indignados”. E incluso  se las ha querido asimilar a lo que ocurrió en Francia en Mayo de 1968 o a  la insurrección popular  húngara de 1956 contra la ocupación soviética, primavera de Praga.
                                                                 
Pero la cosa no es tan sencilla como lo que desde el buenismo  dominante entre la clase política, periodística y entre el mismo pueblo europeo se pretende.
Se habla de las ansias de democracia de los pueblos, de aspiraciones de lograr libertad y de no sé cuantos más conceptos que son netamente occidentales y que nada tienen que ver con la cosmovisión presente en la mentalidad de esos pueblos, mentalidad profundamente musulmana, no hay que perder esto nunca de vista.
Las manifestaciones e insurrecciones habidas han buscado  la destitución de  autoridades y a través de ello acabar con regímenes, y han luchado por conseguir unas condiciones de vida más dignas, que no se equivoquen  nuestros dirigentes y los creadores de opinión pública.
Pero como digo al principio, desde el buenismo  se confunden deseos y realidad.
Occidente se obstina en que la democracia se instale en los países musulmanes, sin querer darse cuenta de que estos países carecen de cualquier tipo de organización  política distinta a la de los grupos islamistas  puesto que  para la cosmovisión que deriva del Corán religión, política y sociedad son una misma cosa.
                                                            

Es así que una vez que los  regímenes autocráticos o dictatoriales son sustituidos por aquellos que unas  elecciones libres elijan, se está dando paso  con práctica seguridad a un islamismo más o menos radicalizado (por regla general  más que menos). Y esto es así por diversas razones:

-Solamente las organizaciones  islamistas radicales como es le caso de los Hermanos Musulmanes u otras de su órbita religioso-política, cuentan con una organización y un apoyo que pueda ser tenido en cuenta.
-El subdesarrollo de estas sociedades y la carencia de unos sistemas sanitarios y de apoyo social mínimamente funcionales, por no decir directamente inexistentes, favorece  una dependencia física y afectiva de la población respecto de los grupos islamistas. Y esto es así  debido a que son las mezquitas, cada vez más radicalizadas, y los grupos islamistas los que a través del zakat o limosna legal los que  se encargan de afrontar esas necesidades socio-sanitarias de las  que el Estado, por lo general arruinado por los sátrapas que los gobiernan, no   se encarga.
-Los regímenes combatidos y en algunos casos derrocados suelen estar levantados sobre una  represión brutal, funcionan de modo corrupto, suelen ser moderados o prooccidentales, ya que por lo general viven del apoyo de Occidente y son meras marionetas de la política USA. Por lo tanto cualquier gobierno que salga de la voluntad expresada por el pueblo será por regla general anti-occidental y cercano al radicalismo islámico. Y como ocurre en Egipto los primeros afectados serán las comunidades cristianas, que pasarán de ser al menos toleradas a ser perseguidas hasta la muerte.
                                                                 

El apoyo desde Europa a esta  “primavera árabe”, que ni es primavera ni es árabe no es entendible más que desde   el buenismo , desde el desconocimiento y desde el sometimiento a la política de los EEUU y  a su interés geoestratégidos de hacerse con el control   de toda la zona árabe (a veces una presencia islamista rad¡cal  favorece una intervención ) aún a costa de que la inseguridad domine la realidad europea.

                                                                 

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