Por
mucho que lo pretendan algunos, lo ocurrido en Crimea no puede equiparse  con la situación catalana. No existe  parecido alguno, ni a nivel histórico ni en
ningún otro aspecto. Partiendo de esta premisa considero necesario precisar
algunos puntos si realmente se pretende tener un mínimo de conocimiento de lo
que  ha significado la  anexión de Crimea a Rusia. Con todo esto
tendremos suficientes elementos de juicio para deducir las conclusiones finales
del artículo. 
 No podemos pasar por alto los posicionamientos
políticos y las actitudes que han tomado la Unión Europea y los Estados Unidos.
Estos datos nos resultarán sumamente útiles para concluir cual puede ser en un
futuro la posición de nuestros “socios” europeos y la del “primo americano”
ante una hipotética secesión de Cataluña, que esperemos nunca se dé.  
Para
empezar es preciso señalar que tanto la Unión Europea como los Estados Unidos
se han opuesto de un modo tajante al referéndum celebrado en Crimea y a la
posterior anexión  de esta a la Federación
Rusa. 
Esta
oposición  ha sido plasmada por la Unión
Europea a través de declaraciones del Parlamento Europeo y especialmente en una
declaración oficial en la que denunciaba que se trataba de “un crimen contra la  nación”, Ucrania se entiende.
Los
Estados Unidos han plasmado esa oposición tanto a través de declaraciones
como  negando el visado   de entrada a los altos mandatarios de
Crimea  así como a todos aquellos
que  se han destacado por  favorecer o apoyar la  separación de Ucrania y la anexión , regreso,
a Rusia.
Pero
este posicionamiento no ha sido motivado por cuestiones relacionadas con una
supuesta violación del derecho internacional o por que se halla visto atacada
la de integridad de las fronteras de un estado, lo que verdaderamente  se esconde tras este rechazo al referéndum y
su posterior anexión a Rusia son razones económicas e intereses
geoestratégicos.
Si
nos fijamos en los intereses económicos 
veremos dos cuestiones principales: por un lado se busca promover la
adhesión a la Unión Europea para aumentar el poder económico e influencia  de la Europa del euro, y por otro la
dependencia  que tienen los países que
constituyen el núcleo principal de la UE (Francia y Alemania principalmente)
del gas que proviene de Rusia y cuyos gaseoductos han de atravesar de manera
forzosa territorio ucraniano, baste con señalar que el gas ruso cubre ya la
mitad de las necesidades energéticas de la Europa situada al este del Rin.
                                                                    
Por
otro lado nos encontramos con  los
intereses geoestratégicos, intereses que son básicos para la ordenación de los
poderes políticos y militares que las potencias 
occidentales pretenden 
establecer. 
Para
la expansión  que la OTAN lleva a cabo,
el control de la política y del territorio ucraniano resulta esencial. 
                                                                      
Una
vez que se ha desmoronado la URSS, los EEUU pretenden establecer un  ordenamiento 
en el que se convierta en la única superpotencia, para ello Rusia habrá
de ser relegada a un segundo plano en lo económico y en lo militar.  La extensión hacia el este de la alianza
atlántica es una necesidad perentoria si se pretende  alcanzar esta supremacía absoluta.
Parte
fundamental para alcanzar esta supremacía militar gira alrededor del despliegue
del escudo antimisiles (ABM) de la OTAN, que implementó Bush en el año 2000. Este
“paraguas” pretende mantener el territorio de la OTAN, EEUU incluido, protegido
de los misiles nucleares rusos. 
Todo
lo que más arriba hemos señalado crea una situación sumamente peligrosa para la
Federación Rusa, ya que  la expansión de
la OTAN hacia el este le priva de un “colchón” defensivo al colocar las
fuerzas  de esta organización a las
puertas de las fronteras rusas. Y la puesta en
marcha del  ABM constituye un serio
ataque al equilibrio nuclear, puesto que de hecho acabaría  con la fuerza nuclear rusa  dando a los EEUU la posibilidad de “golpear
primero” impidiendo cualquier tipo de respuesta nuclear útil por parte de Rusia. En otras palabras,
la política del equilibrio basado en la disuasión  se rompería en pedazos.
                         
 
                                                                                      
 
Y
en ambos casos,  Ucrania y Crimea  juegan un papel crucial.
Una
Crimea prooccidental y atlantista sería un gravísimo problema para Rusia dado
que la inmensa base naval rusa sita en Sebstoo- Crimea pasaría a estar
controlada de hecho por la política OTAN. Siendo así que Rusia perdería su principal acceso  al Mar Negro.
Todo
esto pone de manifiesto hasta que punto Rusia tienen un interés tan grande en
que  Ucrania y Crimea no caigan bajo la influencia atlantista (ya sea de la UE o de la OTAN).
En
todo este cúmulo de intereses hay que 
colocar los sucesos que se dieron en Kiev, y que llevaron a la caída del
presidente legítimo de la República de Ucrania.
Todas
las manifestaciones y revueltas “populares”, organizadas subvencionadas y
apoyadas por la Unión Europea y los Estados Unidos, decían tener como objetivo que Ucrania
suscribiese un Tratado económico con la Unión Europea, tratado que en el 12013
se negó a firmar el gobierno legitimo ucraniano, presidido por el ahora depuesto por los golpistas de Kiev, Victor Yanukovich.
                                                                    
Lo
cierto es que  ese supuesto interés  por que 
se firmase el acuerdo con la UE no era otra cosa que una cortina de
humo  tras la cual se escondía  una política de expansión económica y militar
de la UE y de la OTAN  hacia el este,
una  política que iría poco a poco
aislando a Rusia para favorecer que USA adquiriese la condición de  única superpotencia del orbe.
                                                                   
Y
aquí es donde  entra en juego  el papel de un verdadero estadista, Vladimir
Putin, que ha hecho frente a todas las presiones internacionales  que pretendían  acabar con el papel preponderante que en la
escena internacional tenía, y aún tiene, Rusia. 
Que
diferencia con la castuza política que malgobierna nuestra España y que ha
vendido por un plato de lentejas nuestra soberanía  al someter nuestra legislación a los dictados
de Bruselas, al destruir la economía 
productiva para poder ser miembro de la CEE, al poner a las órdenes de
la OTAN nuestras Fuerzas Armadas, para misiones humanitarias, a la par que
nuestros ejércitos cada vez son menos operativos. 
Un
tema que bajo ningún punto de vista puede obviarse, por mucho que lo
silencien  los medios de “información” y
manipulación de masas, es  el que hace
referencia a la cuestión histórica, un aspecto este fundamental para entender
la  actitud de los habitantes de  Crimea y de la Ucrania del Este así como el
de la propia Rusia.
Ucrania
forma parte de Rusia desde el año 1783 cuando los zares la liberaron de la
ocupación  del Kanato de Kiev,
dependiente del imperio otomano.
Crimea
fue invadida por los turcos en 1475, liberada por los rusos en 1777, pasando a
formar parte del imperio ruso en 1783. Es 
durante  la tiranía de la URSS,
cuando en 1954 Rusia la cede a Ucrania.
                                                                      
Conociendo
esta realidad histórica se entiende y justifica absolutamente el sentimiento
proruso  de la mayor parte de la
población en Ucrania y especialmente en Crimea.
Nadie
puede establecer  parecido alguno  con la situación  que se da en Cataluña, por mucho que los
secesionistas  pretendan hacerlo.
Cataluña
nunca ha formado parte de una entidad política distinta  a España, y desde hace cientos de años forma
parte de esa Patria común que se llama España, otra cosa es que en estos
últimos años los cobardes que nos “gobiernan” no hayan tenido  el coraje de 
defender la Unidad Nacional ni los derechos de los derechos de los
catalanes no nacionalistas.
                                                                
Muy
al contrario ocurre con Putin, el cual ha señalado que  no permitirá que los ucranianos de
ascendencia rusa sean  discriminados o
vejados.
Un
punto que hay que destacar,  para que
quede meridianamente claro, es que  la
actitud que la  Unión Europea ha
mantenido y mantiene respecto a la independencia de Crimea y su reincorporación
a Rusia ha sido de abierta oposición, pero exclusivamente por razones de
intereses económicos y geoestratégicos. Lo que no podemos esperar los españoles
es recibir ningún tipo de apoyo  político
por parte de la Europa de los mercaderes, vendidos a los Yankees, en caso de
una hipotética secesión de Cataluña ya que los intereses económicos y
geoestratégicos  no son los mismos ni
serían precisamente favorables a  nuestro
país. Nuestros “amigos” europeos y el “primo de Zumosol”  yankee nos dejarían en la estacada a las
primeras de cambio.
                                                                     
Y
quién dude de todo esto no tiene más que preguntarse por que razón  la Unión Europea ha tachado de “crimen a la
nación” el referendum  de Crimea,
mientras que respecto a la búsqueda de la secesión de Cataluña su política es
mantener un silencio cómplice.
Del
mismo modo habría que preguntarse  a que
esperan los EEUU para amenazar a los gobernantes de la generalidad catalana y a
los políticos secesionistas de Cataluña con retirarles el visado de entrada en
USA.
Esto
junto a la carencia de verdaderos estadistas que estén dispuestos a luchar por
mantener la Unidad Nacional, haciendo frente a las circunstancias que sean
precisas, no vaticina un futuro precisamente halagüeño.
No
perder de vista lo rastrero de la política de nuestros  “grandes estadistas”, los cuales han llegado
a vender por un plato de lentejas la seguridad de los españoles al  permitir que en las bases de Rota y Morón se
instalasen los puntales básicos del escudo antimisiles, lo que llevó aparejada
una airada protesta del primer ministro ruso 
Dimitri Medvedev y que los misiles nucleares rusos apuntasen a
territorio español, cosa que antes no ocurría.
                                                                    
A
Europa le conviene una España dividida, que al ser debil es más fácil de
controlar, y que se convierta en una economía 
sometida   de modo tiránico a los
mandatos del BCE y del FMI, una economía similar a las asiáticas, de  trabajadores esclavos carentes de derechos
sociales  al servicio de un poder
financiero internacional.
                                                                    


















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