Todos aquellos que se
muestran favorables y apoyan al actual Monarca y Jefe del Estado, todos esos
que para defender tal posición recurren a la supuesta existencia  de dos legitimidades, pasan por alto  que esas supuestas legitimidades a las que se
refieren son en realidad una sola, y esta resulta una mera entelequia, una
mentira.
Como podremos ver, esta
supuesta legitimad carece de base 
histórica. Es más, la realidad histórica contradice  cualquier legitimidad que justifique la existencia del
régimen juancarlista que soportamos.
La primera justificación  a la que suelen acudir los juancarlistas  la adjetivan como  democrática y constitucional, y se basa en
que   la Constitución de 1978  consagra entre sus artículos  la 
figura de una monarquía cuyo rey sería 
Juan Carlos de Borbón y Borbón, ¿o sería mejor decir de Borbón y
Puigmolto?.
Según estos, la legitimidad democrática
derivaría del  hecho de que la citada
Constitución fue aprobada 
democráticamente, siendo votada afirmativamente por la mayoría del
pueblo español. 
En el texto constitucional
podemos leer  en su artículo 57.1 que “el
orden sucesorio comienza a partir de S. M. Juan Carlos I de Borbón, legitimo heredero de la dinastía histórica…”
La segunda legitimación que
señalan es realmente similar a la primera en cuanto a lo que señala, sería la
supuesta legitimidad dinástica. 
Pero tanto la denominada
legitimidad constitucional y democrática como la dinástica pierden cualquier
sentido desde el momento en que  se
sustentan en la mentira, ya que  el
actual Monarca no es el legítimo heredero de la dinastía borbónica, puesto
que esta se extinguió hace  
aproximadamente  200 años. en
1819.
 Por si esto fuera poco,  como más adelante veremos, Juan Carlos I no es
siquiera heredero de  la falsa  línea borbónica que se creó tras la
desaparición de la dinastía borbónica. 
Siendo esto así,  tanto la legitimidad constitucional como la
democrática pierden validez al 
sustentarse en un engaño del que fue objeto el pueblo español, el cual votó
la Constitución sin conocer que una parte sustancial del texto que votaba, la
forma de gobierno: Monarquía Parlamentaria 
que señalaba a Juan Carlos de Borbón 
como  legítimo heredero, se basaba
en una mentira histórica defendida por intereses espurios. 
Toda la información que de
modo sucinto se ha apuntado será presentado de un modo más pormenorizado en las
siguientes líneas.
En primer lugar nos hemos de retrotraer
hasta  el 7 de enero de 1819, fecha en la
que falleció Carlos IV, y con él se extinguió la dinastía de los Borbones. La
reina Cristina, esposa del rey Carlos IV, comunicó en un documento 
                                                        
secretísimo, ya localizado en el Ministerio de Justicia por el periodista e historiador Zavala, que “ninguno de sus hijos e hijas, ninguno, era del legítimo matrimonio…lo que declara por cierto para descanso de su alma y que el Señor la perdone”de Manuel Godoy tiene visos de ser el responsable de tal despropósito.
secretísimo, ya localizado en el Ministerio de Justicia por el periodista e historiador Zavala, que “ninguno de sus hijos e hijas, ninguno, era del legítimo matrimonio…lo que declara por cierto para descanso de su alma y que el Señor la perdone”de Manuel Godoy tiene visos de ser el responsable de tal despropósito.
Recordemos que el marido de
María Luisa  era el Príncipe de Asturias,
futuro Carlos IV, Borbón.
A la muerte de Carlos IV, Fernando
VII tomo la corona actuando de un modo realmente deplorable y dañino para  nuestra patria. Tomó la corona sin ser  descendiente de Carlos IV, es decir sin ser
Borbón.
                                                            
Pero  Fernando VII, conocía  de la existencia de un documento, el
referido, y de una persona, Juan de Almaraz, confesor de su madre la fallecida
reina  María Luisa,  que podría poner en peligro su reinado y
la  supuesta continuidad de la
dinastía  de los Borbones.
Almaraz no reveló entonces
este secreto por un respeto, muy discutible, hacia Fernando VII, pero en cambio
si  dejó 
un escrito con orden de que a su muerte fuese entregado sin abrir a su
confesor.
                                                    
Fernando VII, conocedor
de  el peligro que el sacerdote era para
su reinado y el de sus sucesores decidió encerrar de por vida a Juan de
Almaraz  en la prisión de Peñíscola  (Castellón).
Con este suceso  tenemos claro que la legitimidad dinástica no
existe puesto que la línea borbónica  se
rompió.
Pero no acaba ahí todo,
la  ruptura de la continuidad dinástica
se rompe nuevamente cuando, la hiperactiva 
amatoriamente,  Isabel II, hija de Fernando VII  y de su cuarta esposa y sobrina Maria Cristina de Borbón dos Sicilias, mantuvo una relación con el capitán Enrique Puigmoltó. Según pruebas recogidas por Zavala,    Alfonso XII sería hijo de Puigmoltó y no de
D. Francisco de Asís de Borbón.
Es decir Isabel II no sería realmente Borbón, y por supuesto el capitán Puigmoltó, tampoco.
                                                              
Es decir Isabel II no sería realmente Borbón, y por supuesto el capitán Puigmoltó, tampoco.
Teniendo en cuenta estos
hechos, la justificación que muchos, cada vez menos, atribuyen  a  la
pertenencia a una estirpe para  dar
validez a que alguien ostente la corona, y como es nuestro caso también la Jefatura
del Estado, no encuentra en nuestro Monarca valor alguno puesto que  carecería de cualquier tipo de legitimidad dinástica.








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