Repito que
el asunto que tanto me afecto era algo que creía conocer, quizá de una
manera teórica, levantado desde un conocimiento basado fundamentalmente en
planteamientos ideológicos.
Pero hubo un
instante en que mientras observaba festejos que se celebraban con motivo de la
Navidad fui plenamente, y de manera cruda, consciente de todo lo que hasta
entonces conocía y consideraba de una manera más bien teórica.
En ese preciso momento fue como si se hubiese
apartado un velo que impedía pasar la luz, permitiendo de ese modo tener plena
consciencia de una realidad que antes tan solo intuía, pasando de esa manera a
vivirla de manera clara y completa.
De esta
manera me hacía consciente de la profundidad del sometimiento y de la
esclavitud profunda en que ha caído la práctica totalidad de la población que
conforma la sociedad española.
Esta
realidad a la que vengo haciendo referencia y que de manera tan nítida llegué a
vislumbrar no es otra que la colonización cultural anglosajona a la que se ha
sometido la sociedad española y que de manera especial afecta a las tradiciones,
los hábitos y modas que son la manera en que se expresa la identidad del pueblo
español. Un claro ejemplo es la desaparición del belén para ser sustituido por
el árbol o la sustitución de los reyes
magos por papá Noel.
El hecho que
tanto me impacto y que de manera sorpresiva me hizo tomar plena conciencia de la
profundidad de esta verdadera esclavitud, así como de lo ridículo de adoptar
todas las formas y costumbres de una cultura y una cosmovisión que en nada se
parece a la que es nuestra.
El hecho que
provocó este “descubrimiento” fue un escenario muy común en esos días, algo que
dado lo habitual no debería haber provocado tal toma de conciencia. Pero por
alguna razón así fue.
Simplemente
me encontré ante un paisaje muy común en esos días: personas por la calle y en
los bares tocados con gorros rojos de Santa Claus, música comercial norteamericana
canciones supuestamente navideñas interpretadas en inglés y adornos que para
nada tenían relación con lo que es la base sobre la que se sustenta la navidad,
el nacimiento de Dios, sólo imágenes de renos y abetos, cuando no infinidad de bombillas
dibujando formas geométricas.
Estaba
asistiendo al alegre canto de unos esclavos que aceptaban con regocijo el peso
de una identidad que además de no ser la suya buscaba sustituirla. Es así que
me sentí doblemente agraviado, de una parte por esa colonización y de otra por
la actitud sumisa y borreguil de esos que con regocijo celebraban la navidad renegando
de hecho de las formas y tradiciones que conformaban su identidad.
Es preciso
que seamos conscientes de esta pérdida de la identidad al ser sustituida por
comportamientos, tradiciones e interpretaciones que nada tienen que ver con una idiosincrasia
absolutamente distinta, cuando no opuesta, a la anglosajona que poco a poco se
nos va imponiendo y que mansamente vamos aceptando y siguiendo.
Esta
colonización cultural que poco a poco va acabando con nuestra identidad no sólo
toma forma en la navidad si no que lo hace en gran parte de fiestas y
celebraciones, en la utilización de palabras que sustituyen a otras que en
nuestra rica lengua expresan perfectamente los conceptos y realidades que
vienen a sustituir.
Los españoles e hispanos en general hemos de dejar de lado ese complejo de inferioridad que nos lleva a despreciar nuestra identidad para abrazar esa otra anglosajona que carece de la profundidad y bondad que la nuestra atesora como heredera de una tradición
católica.
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