Cuando se
hace referencia al conflicto de Medio Oriente y concretamente a la terrible e
injusta situación por la que atraviesa Palestina se hace siempre una referencia
a la realidad que se vive en la actualidad y a sucesos que se producen en estos
momentos, pasando por alto los primeros momentos de la ocupación israelí. De
esta manera flaco favor se hace a la causa palestina dado que se
descontextualiza la situación actual y se pierde de vista como desde el primer
momento de la ocupación del territorio palestino el terrorismo, la limpieza
étnica y la rapiña fueron los pasos de los que se sirvió el sionismo para
implantar el Estado de Israel.
Solamente teniendo conciencia de todo ello se puede entender el posicionamiento bélico de los países árabes en los primeros años de la creación del Estado sionista y la defensa ininterrumpida, violenta o no, de la población palestina contra el ocupante sionista.
Es
precisamente por ello que en esta entrada nos vamos a centrar en el aspecto,
tan vergonzoso como desconocido, de la rapiña que las milicias sionistas,
judíos civiles y militares israelíes realizaron sobre las propiedades de los
palestinos que fueron expulsados de sus tierras y hogares.
Baste con señalar, aunque a lo largo de estas líneas vamos a profundizar en la cuestión, que David Ben- Gurion, primer ministro de Israel entre 1948 y 1954, nuevamente de 1955 a 1963, llegó a declarar en referencia a la cuestión: “la mayoría de los judíos son ladrones”.
Sus comentarios sobre la cuestión aparecen en las actas de una reunión del Comité Central del Mapai, precursor del laborismo y que se encuentran guardados en los archivos del Partido Laborista.
El protocolo
fue descubierto por el historiador Adam Raz cuando investigaba para la
realización de su último libro; “El saqueo de propiedades árabes durante la
guerra de independencia” (Carmel publishing
house en asociación con el instituto Akevot para la investigación del
conflicto israelo-palestino).
Adam Raz declaró
en una entrevista al periódico israelí Haaretz: “El saqueo se extendió como la
pólvora entre ese grupo” implicaba el contenido de decenas de miles de hogares,
tiendas y fábricas, de equipos mecánicos, productos electrodomésticos, motores
y automóviles. También se incluyeron pianos, libros, ropa, muebles y
automóviles. Raz ha dejado para otros el
estudio de cuál fue el destino de la tierra y edificios de los 700.000 árabes
palestinos moradores de Palestina. Otra figura de alto nivel que también cita a
Raz fue el segundo presidente de Israel, Yitzhak Ben Zvi, que vino a justificar
y hasta aplaudir el latrocinio llevado a cabo, diciendo que quienes realizaron
esos actos eran “judíos decentes” que veían el acto del robo como “algo natural
y permisible”.
En una misiva del 2 de junio de 1948 enviada por Ben Zvi a Ben Gurion , carta citada por Raz, le dice que lo que está ocurriendo en Jerusalén está haciendo un daño “terrible” al honor del pueblo judío y al de las fuerzas de combate. Añadió; “No puedo permanecer en silencio sobre el robo tanto el organizado por grupos como el desorganizado, el individual”. “El robo se ha convertido en un fenómeno generalizado…” Todos estarán de acuerdo en que nuestros ladrones cayeron sobre los barrios como langostas en un campo o un huerto”.
Del mismo
modo en una carpeta del Custodio de la propiedad de los ausentes que se encargaba
de mirar por la seguridad de los bienes de los palestinos que abandonaron o
fueron expulsados tras la resolución de la O.N.U. del 29 de noviembre de 1947 encontrada
por Raz, y que fue incautada por el ejército israelí podemos leer: “la huida
masiva y aterrada de los residentes árabes dejando atrás inmensas propiedades
en cientos y miles de viviendas, tiendas, almacenes y talleres. El abandono de
cultivos en los campos y frutas en jardines, huertos y viñedos, todo esto en el
tumulto de la guerra enfrentó a las comunidades árabes con la de los judíos que
les ocupaban y los pocos judíos que con anterioridad había en la zona. La
situación se precipitó sin control alguno debido a la concepción mesiánica y la
doble moral del pueblo judío, cuestiones estas que trataremos con más
profundidad más adelante.
El
testimonio de Haim Kremer, quién sirvió en la Brigada Negev de Palmach y fue
enviado a Tiberiades para evitar saqueos, tal era la situación, señaló en un
escrito encontrado en Ramat Gan: “Como langostas, los habitantes de Tiberiades
irrumpieron en las casas, tuvimos que recurrir a golpes y a palos para
obligarlos a dejar las cosas en el suelo”.
Muchos son
los testimonios que podríamos aportar sobre este latrocinio, pero sólo
añadiremos uno más, es el del residente en Tiberiades Yosef Nachmani, el cual
había sido fundador de la organización de defensa judía Hashomer, el cual
escribió en referencia a los sucesos acaecidos en su ciudad en 1948: “la turba
judía arrasó y comenzó a saquear las tiendas… Por docenas y docenas, en grupos,
los judíos procedieron a robar las tiendas y las casas de los árabes”. En sus
memorias Nahum Av , comandante de la
Haganah( nuevo ejérito de Istael en la ciudad vieja de Tiberiades) señaló que: Muchos
soldados “tampoco se quedaron atrás y se unieron al festival”. Señalando Kramer
que “había competencia entre diferentes unidades de la Haganah… que venían en
autos y botes y cargaban todo tipo de objetos: refrigeradores, camas, etc.”
Añadiendo “naturalmente la población judía en Tiberiades irrumpió para hacer lo
mismo. Me dejó una impresión muy dura, su fealdad mancha nuestra bandera,
nuestra lucha se ve perjudicada en su nivel moral, vergonzoso tal declive
moral”.
Raz encontró
relatos similares a los referidos a Tiberiades en documentación referida a la
batalla de Haifa: “Mientras luchaban y conquistaban con una mano con la otra
los combatientes encontraron tiempo para saquear entre otros artículos, máquinas
de coser, tocadiscos, ropa, etc.”
La rapiña y
el robo contra las propiedades de los árabes palestinos fue algo que se
generalizó en todas las zonas de las que fueron expulsados a la fuerza los
pobladores originarios.
Conocer estos primeros hechos de la invasión sionista es fundamentales para entender el presente, del mismo modo es necesario conocer
el sustrato religioso del sionismo
talmúdico devenido en sionismo para entender las acciones que acabamos de describir y las que actualmente continuamos
viendo en los territorios ocupados (robados).
Y son estas nociones religiosas que conforman una cosmovisión que ahora vamos a presentar y desmenuzar de manera que servirán para entender, que nunca justificar, las actitudes y maneras de actuar de la población e instituciones judías.
Hay que considerar
principalmente tres aspectos que están fuertemente interconectados, estos son
los siguientes: el Talmud, la doble moral y el mesianismo. Todos ellos derivan
de un judaísmo basado en el Talmud que no hace otra cosa que tergiversar la
torá, el pentateuco del Nuevo Testamento (cinco libros del Antiguo Testamento).
El Talmud no es otra cosa que la interpretación mesiánica de los libros del
Antiguo Testamento por parte de rabinos, por ellos llamados sabios, a lo largo
de cerca de mil años. De esta concepción talmúdica de la realidad y de los
pueblos e individuos que conforman la humanidad deriva su complejo de
superioridad. Esa concepción deriva también de considerarse un “pueblo
elegido”, cuando la realidad es que la alianza que en principio Dios tuvo con
el pueblo judío dejó de ser tal debido
a la cerrazón y maldad de los judíos (tergiversaron y persiguieron a los profetas,
adoraron al becerro de oro y por último negaron y asesinaron a su Hijo. Siendo
así que Dios estableció una Nueva Alianza con los gentiles, no judíos.
El Talmud estableció una superioridad del judío y menospreció a los no judíos, que llaman goyim, al punto de considerarnos meras bestias con forma humana que hemos sido creados para servirles.
A esto hay que sumar el hecho de que se creen dueños por derecho divino de Palestina, como parte de la Tierra prometida. Cosa esta falsa, sobre todo si se tiene en cuenta que la práctica totalidad de la población del Estado de Israel no desciende de los antiguos pobladores de esa tierra sino que son descendientes del pueblo jázaro que estaba instalado en la zona del Caucaso y tenía orígenes euroasiáticos. Este pueblo se convirtió al judaísmo avanzado el siglo VII por intereses políticos, abrazando un judaísmo talmúdico babilónico.
La
mescolanza de todas estas creencias da lugar a una mentalidad gravemente
agresiva para con la humanidad no judía, no sólo para los palestinos.
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