Pienso que los
países occidentales están cayendo nuevamente en un error del que parecen ser
asiduos visitantes, llevan a cabo unas conductas erróneas de las que no parecen
haber aprendido nada después de haberlas repetido una y otra vez, y la repetición se produce a pesar de las
consecuencias negativas que estos comportamientos siempre han provocado.
Este error
al que tan aficionadas parecen ser las
autoridades de los países de Occidente no es otro que tomar decisiones y poner
en marcha actuaciones pensando tan sólo a medio plazo, o cuando lo hacer a
largo plazo lo hacen poniendo los intereses de sus aliados-dueños por encima de
los propios de sus naciones y ciudadanos.
También hay que señalar que en la mayor parte
de las ocasiones, por no decir que en todas, poner las decisiones y actuaciones
de un Estado en función de la geoestrategia o de los intereses inmediatos
propios y de los intereses de esos supuestos aliados a costa de sacrificar la
moralidad de los medios que se utilizan, las fuerzas a las que se apoyan, la justicia de la causa o dejar de lado a ciertos grupos por el mero hecho de que son enemigos
de aquellos que supuestamente son nuestros aliados, llevarán indefectiblemente a que las condiciones terminen tornándose en situaciones que provocarán
conflictos que de otro modo no se hubieran llegado a producir.
Este
comentario puede que por muchos sea considerado un juicio moralista pero
para nada lo es, y no lo es puesto que si de algo puede pecar es de basarse
única y exclusivamente en los datos experimentales que proporciona la historia,
sobre todo la más reciente, en los resultados de haber apoyado a naciones o grupos sólo en función de su proximidad a los intereses de los aliados-dueños. Se olvida como la ausencia de apoyo a ciertos grupos o
comunidades cuyos intereses eran objetivamente
justos los han terminado por poner en manos de enemigos peligrosos para la
comunidad occidental.
La
conclusión a la que aquí se pretende llegar es que aunque tan solo sea por
egoísmo la política internacional de los países e instituciones occidentales, o
internacionales en sus manos, no puede basarse en hacer seguidismo de los
supuestos aliados, sionistas, dado que esta manera de actuar provocará
indefectiblemente un mal mayor del supuesto bien que se pretende alcanzar.
Son muchos
los episodios históricos en los que por haber sostenido los países e
instituciones internacionales una política prosionista se ha provocado que
ciertos grupos e incluso pueblos enteros se hayan visto obligados a acercarse a
países o a seguir movimientos políticos radicales contrarios a los intereses
occidentales.
En los
últimos años la colaboración y/o participación de los países europeos en episodios
tales como los ataques e invasión de Irak y Afganistán, la extensión de la Alianza Atlántica tras la
caída del muro de Berlín hacia el este llegando a las mismas fronteras rusas o las
sanciones contra Irán con la excusa de la posible producción de armas atómicas
por parte del Estado chiita, críticas hipócritas llevadas a cabo obedeciendo a una suerte de política exterior que no se basaba en los intereses
de las naciones y la población de Europa sino que ha sido una suerte de
sometimiento a las normas de política exterior de la Secretaría de Estado de
los Estados Unidos, que como de todos es sabido a su vez está sometida a los
intereses y mandatos de Israel.
La
consecuencia de que la política exterior europea haya estado dirigida y
supeditada a los dictados de la de los Estados Unidos, y por tanto haya sido seguidista
de la agresiva política de Israel, para nada ha sido favorable para Europa y
mucho menos para la paz en ese foco de desestabilización que es Oriente Próximo.
De hecho
todos los ejemplos a los que hemos hecho referencia arriba han conducido a una
división que lo único que favorece es el enfrentamiento entre partes que muy
bien podrían coexistir de manera armónica.
Si nos
referimos a Rusia nos encontramos con
que la posición de las Administraciones norteamericanas impulsando la expansión
de la Alianza Atlántica hasta las fronteras mismas de la Federación Rusa, la
denuncia de que Rusia había invadido Crimea, las acusaciones de que los rusos son
responsables del asesinato de ex espías en territorio europeo y de la supuesta manipulación
rusa de las elecciones norteamericanas en las que salió elegido Donald
Trump ha dado paso a la aplicación de
toda una serie de sanciones económicas norteamericanas, respaldadas por
supuesto por sus incondicionales siervos
europeos, que han dividido y enfrentado a potencias que muy bien podían haber coexistido
en paz y desarrollando una perfecta colaboración, pero para colmo apareció el
problema del terrorismo yihadista wahabí del ISIS, Daesh en árabe, que a través
de su criminal actuación en Siria terminó por enervar las disputas entre
Estados Unidos y la Federación rusa.
Este factor
que ha dado lugar a un mayor enconamiento del enfrentamiento entre U.S.A. y
Rusia es debido a la actuación criminal del grupo que antes hemos señalado y
que fue creado y mantenido por la Administración Obama, por el Estado judío y
por monarquías árabes presididas por la wahabí Arabia Saudí.
De esta
manera Israel y la Secretaría de Estados de los Estados Unidos a sus órdenes
buscaban, y de hecho consiguieron, dividir a los países árabes y exacerbar el
enfrentamiento y los odios entre las comunidades chiita y sunní.
Y es
precisamente en este contexto en el que hay que incluir todo lo relacionado con
el bloqueo y las sanciones contra la República Islámica de Irán.
Como se sabe,
tanto Israel como la monarquía saudí son aliados preferentes de los Estados
Unidos, y aunque resulte curioso se da también una fuerte colaboración entre el
régimen de la familia Saud y el Estado judío.
Es así que
se está provocando una radicalización criminal del sunismo a través del
wahabismo saudí que se enfrenta con el más moderado chiismo iraní, nuevamente
se trata de jugar con aquellos que puedan hacer sombra al Estado de Israel para
dividirlos, aplicar el divide y vencerás tan del gusto de los sionistas.
En el caso
de Irán la actuación se ha centrado en luchar contra la supuesta intención del régimen persa
de crear un arma atómica, cosa a la que se opuso de manera hipócrita un Estado de
la zona, Israel que tiene 400 bombas atómicas reconocidas.
Por supuesto sus
lacayos estadounidenses salieron inmediatamente en su apoyo promoviendo
resoluciones en las Naciones Unidas y ante todo desatando duras sanciones
económicas que, como no, recibieron el inmediato apoyo y colaboración de sus aliados-esclavos
europeos.
Pero todo
esto, aparte de servir a los planes sionistas de vencer provocando el
enfrentamiento entre sus potenciales enemigos, ha llevado a que los países
europeos se encuentren enfrentados a todas y cada una de las fuerzas que juegan
un papel, por mínimo que este sea, en el tablero geopolítico internacional.
Es decir, que el papel de siervo rastrero que
Europa ha venido desempeñando no le ha aportado beneficio alguno, lo único que ha
logrado es enemistarse con una Federación Rusa fuerte y soberana que basa su
política exterior en una concepción multipolar de la política internacional. Del
mismo modo los países europeos se han encontrado enfrentados con unos países
musulmanes radicalizados que les hacen corresponsables de las invasiones,
vejaciones y muertes resultantes de las guerras e invasiones que ha llevado a
cabo Estados Unidos obedeciendo a Israel, y son responsabilizados por el papel
de apoyo y justificación de esas acciones a todas luces injustas.
También es
preciso tomar en consideración, pues se trata de una cuestión con consecuencias
críticas para Europa y que pondrán en peligro la supervivencia de su identidad,
el hecho de que los países europeos y la Unión Europea en su conjunto está
cavando su propia tumba al llevar a cabo
unas relaciones políticas y comerciales con la monarquía Saudí en las que de
hecho se está contribuyendo a la extensión de la criminal doctrina Wahabí, a la
par que por un puñado de petrodólares y basándose en la sacrosanta libertad
religiosa de modo suicida está
permitiendo que las ciudades de Europa se llenen de grandes mezquitas financiadas
por los petrodólares saudíes, unas mezquitas en las que como es lógico se difundirá el wahabismo oficial en Arabia
Saudí.
Nuevamente
vemos como las autoridades de las naciones europeas y de la Unión Europea no
consideran las cuestiones de manera profunda y parecen fijarse en los réditos
inmediatos o simplemente se pliegan a los dictados de sus amos norteamericanos
y sionistas.
Lo que
parecen pasar por alto es el hecho de que al apoyar, aunque sea comercialmente,
a Arabia Saudí están promocionando la radicalización del mundo islámico a través de
la extensión del wahabismo en particular y del salafismo en general.
Una vez
llegados a este punto y tras haber puesto de manifiesto como no es útil, más
bien todo lo contrario, poner la política exterior propia en función de la que
lleve a cabo la Secretaría de Estado norteamericana que es lo mismo que decir
que la política exterior sionista,
también es fundamental pensar a medio y
largo plazo para desarrollar nuestra
política considerando la justicia de esta y
en como ella puede provocar situaciones que pongan contra las cuerdas a grupos y naciones que a causa de ella se verán empujados a recurrir a los verdaderos enemigos de Occidente.
Pero si algo
se ha de tener siempre en cuenta es evitar convertirnos en piezas de ese mecanismo
al que siempre recurre la política sionista de dividir y enfrentar para así
vencer, por todos los medios hemos de evitarlo.
Tomando en
consideración todo esto y aplicándolo a casos prácticos de acuciante actualidad
nos encontramos con la situación actual de Palestina.
En primer
lugar hemos de tener en cuenta cual es la realidad legal por la que atraviesan Palestina y los palestinos, tomándola en consideración para adoptar medidas en función de ella.
Lo que no
puede dirigir nuestra política al respecto de la cuestión es un seguidismo cobarde de las
indicaciones que marquen desde Tel Aviv y Washington, y que sean sus criminales e
injustas acciones las que lleven los mandos de nuestras relaciones exteriores.
Nuestra
política exterior con respecto a Palestina necesariamente ha de ser distinta a
la que los sionistas propugnan, y lo ha de ser dado que nuestros
intereses y la concepción de la legalidad internacional son diametralmente
opuestas a las suyas.
Además hay
otra cuestión fundamental que debe dirigir la política europea en general y la
española en particular, y esta es considerar si con nuestra política es de
abandono diplomático y económico estaremos empujando a que los dirigentes
palestinos y la población sometida a los ataques y vejaciones por parte de
las tropas de ocupación israelíes y de
los colonos estaremos provocando que el pueblo palestino termine recurriendo a
aquellas potencias que les apoyen diplomática, económica o militarmente, aunque
sin saberlo estén cayendo en la más peligrosa trampa que el poder sionista les
haya preparado.
Ahora paso a
explicar que es eso a lo que me he referido a una posible trampa sionista.
Para empezar
he de recordar que la estrategia sionista, y en especial la del Estado de
Israel, a la que más han recurrido y con la que mayores logros han alcanzado es
el del divide et impera (divide y
vencerás), es decir enfrentar a sus enemigos para que de esa manera no puedan sumar
sus fuerzas en su contra y así vencerlos y dominarlos.
En el caso que nos ocupa, al verse el pueblo y
la autoridad palestina abandonadas económica, sanitaria y diplomáticamente
terminaría por aceptar la ayuda económica y sanitaria que cualquier país le
ofrezca, y más aún si este fuese islámico como sería el caso de Arabia Saudí.
La aceptación de la ayuda que le ofreciese la monarquía de los Saud sería
aceptada inmediatamente dada la situación desesperada por la que en estos
momentos atraviesa la población palestina.
Por otro lado hay que señalar que el hecho de
que Arabia Saudí sea en estos momentos aliada del Estado de Israel no es
impedimento alguno para que la monarquía saudí ofrezca y done ayuda a Palestina,
como podrá comprobarse en las próximas líneas resultaría lógico ya que estaría
colaborando en una estrategia sionista para acabar con la resistencia libanesa
que se opone a la existencia misma del Estado judío y por otro conseguiría
acabar completamente con el problema palestino.
La
estrategia de la división y el enfrentamiento que pondría en marcha Israel
precisa que previamente los países occidentales en general y europeos en
particular hayan dado la espalda a Palestina al negarle ayuda económica,
humanitaria y reconocimiento diplomático.
Sin que los
países occidentales, europeos en particular, esta política exterior injusta
cobarde y sometida al sionismo norteamericano e israelí, nada de lo que después
se desarrollaría podría tener lugar.
La
estrategia del divide y vencerás en este caso podría llevarse a cabo de la
siguiente manera:
Debido a la
crítica situación económica y humanitaria que atenaza a la población palestina
confinada en los territorios ocupados y debido también a la acción criminal y
humillante de las autoridades civiles y militares del Estado de Israel los palestinos volvieron sus ojos hacia los
países occidentales para mediante el recurso a la legalidad internacional
recobrar sus tierras o al menos poder vivir con un mínimo de dignidad, pero
dado que el pueblo palestino y sus autoridades no encontraron en ellos respaldo
alguno, debido a la influencia de la política sionista en EEUU y al seguidismo
y sometimiento de los países occidentales a ella se vieron en la tesitura de
aceptar cualquier ayuda que recibiesen, era cuestión de supervivencia.
En esta
situación Arabia Saudí, no olvidemos que es un aliado de Israel, se brinda a proporcionar
ayuda económica, sanitaria y humanitaria que permitiese a la población
palestina salir del caos humanitario en el que se hayan inmersos.
Por supuesto
no se trata de una ayuda desinteresada,
sino que el desembolso económico que toda ella lleva aparejada como contraprestación la exportación a Palestina de la corriente wahabí del sunismo,
para lo cual las autoridades palestinas se habrían de comprometer a permitir
que se abriesen un gran número de mezquitas pagadas por Arabia Saudí y que
serían regidas por clero de tendencia
wahabí, del mismo modo se comprometerían
a permitir la implantación de un número elevado de madrasas, escuelas
coránicas, donde se impartiría la visión del Islam que formula la corriente
wahabí.
Merced a
todas estas cesiones crecería exponencialmente el wahabismo, que es de origen
sunni, con lo que se acrecentaría el enfrentamiento entre una comunidad
palestina volcada al sunismo más extremo, de manera que se estaría potenciando el enfrentamiento
con el chiismo, que conforman los grandes enemigos de Israel, Hezbollah e Irán, provocándose de esta manera
un enfrentamiento interno entre los enemigos de Israel para que de esta manera
los planes sionistas saliesen victoriosos.
Por supuesto
que todo esto tan solo es una ficción, pero una ficción que a mi modo de ver
pone de relieve hasta que punto mantener una postura política pasiva y no
actuar en función de lo que es justo.
sino someterse a los intereses que nos marquen desde Washington y Tel
Aviv es hacer el juego a aquellos que basan en la manipulación y en la división
sus victorias y a través de ellas su imposición.
Con todo
esto quiero poner de manifiesto que la
comunidad occidental, y europea en particular, tiene una obligación
tanto moral como legal de apoyar a la población palestina. Es más, aunque tan
solo sea por el hecho de querer defender nuestra libertad no podemos correr el
riesgo de que los sionistas se sirvan de la desesperación de quienes por culpa
de nuestra inacción terminarán recurriendo a quienes actúen en pro la supervivencia de la población palestina.
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