Ante los que
promueven el delito, la rebelión y la ruptura de la unidad de España no cabe
negociación ni dialogo alguno.
Lo primero
es la justicia y esta consiste en dar a cada uno lo que se merece, que yo sepa
el que delinque sólo se merece la aplicación de la ley y el cumplimiento de las
penas que esta les imponga.
Lo que no se
puede es hacer del diálogo y de la negociación algo absoluto.
En una
situación tan crítica como la actual, la mediación se convierte además de en
algo injusto en algo que va contra España y su unidad, puesto que al negociar
dos partes a un mismo nivel se estaría reconociendo de hecho la ruptura de la
unidad nacional, ya que se estaría reconociendo la existencia
de una realidad estatal y nacional
conformada por una parte de España como es Cataluña.
Pero a pesar
de todo esto, los buenistas de turno, los babosos del "todo el mundo es bueno" no
apartan de sus bocas la palabra negociación a la par que exigen una mediación
en lugar de reclamar la aplicación de la justicia.
Muchas de esas
gentes incluso llegan a ofrecerse para mediar sirviendo a oscuros intereses.
Siendo la
liberal Iglesia catalana, la que a pesar de haber dado pruebas más que
suficientes de su inclinación secesionista, la que se ofrece, a la par que es
solicitada su mediación por parte de los secesionistas de la Generalidad, para
levantar esa sibilina trampa que es la mediación de la Iglesia liberal del
actual papa Francisco.
La Iglesia
catalana, esa que ha prestado sus centros parroquiales para que en ellos se
llevasen votaciones de un referéndum
ilegal, esa que ha utilizado sus púlpitos para dar publicidad al
independentismo secesionista, esa que ha permitido que durante el desarrollo de
la Santa Misa se hiciese un recuento de las papeletas depositadas de manera
ilegal en centros, que previamente había prestado a los secesionistas para que
les diesen un uso ilegal, una iglesia de cuya jerarquía no ha salido un solo
reproche a todo lo señalado, más bien todo lo contrario, y que han permitido que algunos conventos de monjas
cediesen sus sagrados edificios para el
ilegal y sedicioso referéndum.
La Iglesia
de Cataluña está moralmente inhabilitada para mediación alguna en este
conflicto, pero como diría D. Quijote: “con la Iglesia, liberal añado yo, hemos
topado amigo Sancho”. Y es que este liberalismo que emponzoña desde mediados de
los sesenta la Iglesia católica hasta hacerla irreconocible puede decir una
cosa y hacer la contraria sin despeinarse, sirviéndose del prestigio derivado
de cerca de dos mil años de santidad y sacrificio para poner en marcha luego
políticas y conductas propias de esa cloaca de todas las herejías que es el
liberalismo.
Jugando de
nuevo con el Quijote, y colocando al espiritual e idealista caballero en lo
cierto, nos encontraríamos con el terrenal y pedestre Sancho gritando al caballero: “Mi señor que no son
serpientes secesionistas, que son santos sacerdotes”.
Desgraciadamente
esta visión equivocada de Sancho es la que predomina en una sociedad dominada
por la mentira de una Iglesia que ha dejado de serlo.
Con estos
mimbres cualquier participación de la Iglesia catalana en cualquier mediación
es un absoluto engaño, traición me atrevería a decir.
La Unidad de
España, que es lo que realmente está en juego, ni se vota, ni se negocia, su realidad no es
susceptible de negociación alguna.
Con el
secesionismo sólo cabe la cárcel o el plomo.
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