En el último
año se ha desatado en España una suerte de orgía continuada de ofensas contra
cualquier realidad o manifestación católica.
Estos ataques parten desde aquellos medios que
se han dado en llamar progresistas, unos ataques que llevan a cabo los tontos
útiles del sistema liberal anti-católico a través de las feministas y su” cruzada” en contra de la supuesta máxima expresión del inexistente
patriarcado que sería la iglesia
católica, una actividad feminista agresiva que va desde ataques físicos contra capillas
en el momento en que se celebra la Santa
Misa a “procesiones” de mal gusto en las que se mofan de los pasos de Semana
Santa pasando por agresiones a obispos y sacerdotes .
Los representantes
políticos de la extrema izquierda no se quedan atrás y en todas las
instituciones no paran de presentar proposiciones para que desaparezca todo
rastro popular religioso: desde el tañido de las campanas en los templos a la
presencia de capellanes en los ejércitos.
Pero hay
otro ámbito en el que este anticatolicismo se plasma de manera más burda aún, es
el que conforma gran cantidad de actividades de un llamado “arte alternativo”
con exposiciones sacrílegas como esa en las que se llegaron a utilizar Sagradas
Formas para conformar frases alusivas a la supuesta pederastia del clero
católico, como muestra de lo que denominan transgresión festiva nos encontramos
con concursos de “drag-queen” como el realizado en el Carnaval de Gran Canarias
o las alusiones ofensivas en el llamado desfile del orgullo gay, etc.
A todo esto habría que añadir la vergonzosa toma de
partido de una magistratura que ha tomado partido por el mal al desestimar la práctica totalidad de
denuncias presentadas contra las ofensas o sacrilegios cometidas al
considerarlas como un ejercicio de la libertad de expresión o como meras manifestaciones
artísticas.
Pero aparte
de los sacrilegios y las blasfemias a las que he hecho referencia lo que más me
indigna es como la inmensa mayoría de los católicos, incluido la mayor parte
del clero y la jerarquía, se mueven dentro de un relativismo antropocéntrico a
la hora de oponerse a los ataques de que es objeto la religión católica, la
Iglesia, la Santísima Virgen y Nuestro Señor Jesucristo, en lugar de defenderlo directamente, sin mediación de sentimiento o sensación humana. sólo por la realidad absoluta de un Dios digno de veneración y respeto.
Lejos de
reconocer lo absoluto, en la actualidad lo relativizan, y lo hacen desde el momento en que
centran la defensa de lo sagrado en la defensa de las creencias y sentimientos
religiosos. En otras palabras, parece que para ellos N. S. Jesucristo merece ser protegido de una injuria
no tanto por la realidad de ser Dios y ser nuestro Salvador sino por el hecho
de que nuestros sentimientos son ofendidos, en otras palabras, que si
una sociedad o persona terminase por no creer, Dios como única verdad absoluta perdería el derecho a ser adorada, defendida y respetada.
Sin darse
cuenta los que tratan de defender a Dios desde la exigencia del respeto a la
sensibilidad y a las creencias propias están negando la Dignidad divina y sus derechos como tal.
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