La lucha de sexos, planteamiento que se ha impuesto mediante
la ideología de género en todas las sociedades occidentales, pero muy
especialmente en la española convertida en lugar de experimentación, sigue una
serie de pasos para ir manipulando la concepción individual y social de la
relación intersexual del funcionamiento de la pareja, de la familia y con ello
de la sociedad toda.
Los pasos que componen la estrategia para la implantación de
esta concepción ideológica de confrontación entre los sexos no son algo
cerrado, sino que son de forma plástica se van amoldando a las circunstancias y
necesidades que el logro de la finalidad exige en cada momento.
De este modo uno de los primeros, por no decir que el
primero, de esos pasos lo constituyó el recurso repetitivo y machacón a los
malos tratos. Un recurso manipulado en el sentido de que sólo se presentaban
casos de mujeres agredidas o asesinadas por hombres mientras que se callaba
toda noticia en el que el agredido o asesinado fuese el hombre y la agresora la
mujer. De la misma manera las estadísticas, oficiales y/o de grupos feministas,
eran manipuladas intencionadamente.
Pero los encargados de la estrategia se percataron de que la
población se estaba saturando de esa información y empezaban a dudar de la repetida
aparición de noticias tan claramente sesgadas. Lo que marcó este momento fue un
suceso acontecido en un pueblo de León, Ponferrada, que tuvo una amplia
difusión a nivel nacional, se trató del supuesto secuestro e intento de adherir
con pegamento la vagina de una chica a manos de su expareja. Aconteció que
gracias a la perspicacia y a las investigaciones de la Guardia Civil terminó
por demostrarse policialmente y aceptarse por la justicia que todo fue una
falsa denuncia, un embuste, pero al detenido nadie la puede quitar los días que
pasó detenido en el calabozo y la condena social que recibió.
Algo que llevó a
considerar la existencia de falsas denuncias y sembró la duda sobre la realidad
absoluta que se concedía a cualquier denuncia de maltrato que fuese interpuesta
contra un hombre.
En ese momento los estrategas encargados de planificar la
mentalidad de género en la sociedad española optaron por centrar la actividad
en torno a las violaciones, especialmente las violaciones en grupo. Eso sí
obviando totalmente todas aquellas que fuesen llevadas a cabo por extranjeros,
especialmente por “refugiados”.
Al igual que antes ocurrió con los malos tratos y asesinatos
a mano de parejas-hombres, ahora los medios de comunicación saturan las mentes
haciendo referencia una y otra vez a episodios para nada claros como los acontecidos
en Pamplona durante los sanfermines o en Pozoblanco cuando se celebraba la
fiesta de ese pueblo.
Para todo aquel que
mantenga un mínimo de sentido crítico y no esté sometido a lo políticamente
correcto se dará perfecta cuenta de que el caso de Pozoblanco es tratado como
un apéndice del suceso de Pamplona cuando no tienen nada que ver.E ambos casos
cualquiera se da cuenta de la inversión de la carga de la prueba, desde el
momento en que la palabra-denuncia de la mujer, supuesta víctima, tiene más
valor que el de los hombres denunciados, los cuales han de demostrar su
inocencia.
En torno a toda la cuestión, podemos observar como en los debates periodísticos se desarrolla una
suerte de guerra feminista que siempre acude a señalar que la denuncia de la
chica no puede ser para nada falsa a la par que esconden todo tipo de
incongruencia en la declaración de la denunciante. Eso sí, cuando la
declaración de los denunciados es coincidente siempre se habla de que estas han
sido perfectamente preparadas por su abogado y no son por tanto creíbles. Ni siquiera las afirmaciones de
policías encargados de estos temas señalando que son muchos los casos de
hombres que han sido condenados por violación con la sola palabra de la mujer
que denunciaba, han movido a que las personas se planten hasta qué punto llega
la indefensión masculina.
Con todo esto no pretendo defender la culpabilidad o
inocencia de los acusados, ni señalar si la denuncia es falsa o verdadera. En
ello no entro puesto que además de no tener elementos de juicio para ello, no
es esta la intención del presente comentario.
Sólo pretendo poner
de manifiesto como para lograr que la población vea y sienta los sexos como
oposición y no como complementariedad han pasado incidir de manera machacona en
la violencia machista a incidir de modo igualmente insidioso en las violaciones,
en ambos casos dando por hecho que el culpable es siempre el hombre y la
inocente la mujer y sin tomar en consideración las circunstancias concurrentes.
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