La
mañana del pasado 29 de Junio tuvo lugar ante las Cortes españolas el
juramento, toma de posesión y consiguiente entronización del sucesor de Juan
Carlos I, recientemente abdicado, Felipe VI.
Tanto
cuestiones relativas al propio juramento como al escudo real que el nuevo Borbón ha elegido dicen mucho más de
lo que de una visión superficial se pudiera deducir.
Antes
de entrar a analizar los hechos y exponer los
significados de estos se hace preciso señalar que los detalles en los
hechos nunca carecen de importancia, puesto que los signos y símbolos buscan
transmitir algo, sobre todo si estos son variaciones respecto a otros ya
establecidos
En
primer lugar nos vamos a referir al nuevo escudo real , el del recién
entronizado Felipe VI, a sus cambios y al significado de los mismos.
Lo
que primero llama la atención del nuevo escudo del pabellón real de Felipe VI
respecto al de su antecesor Juan Carlos I es la desaparición de las aspas de
San Andrés , las cuales sobre fondo blanco habían sido la bandera nacional entre 1506 y 1793.
Estas
aspas se encuentran sobre las alerones
de cola de todas las aeronaves de los
ejércitos españoles. Esta voluntaria desaparición es signo de quiebra con la
historia de España.
El siguiente aspecto al que nos vamos a
referir lo encontramos en que dejan de
estar presentes el yugo y las flechas, los cuales para nada tienen su origen o base en el régimen de Franco ni en el
escudo de la Falange. El yugo y las flechas, ahora retirados del escudo
real por Felipe VI, formaban parte del
escudo español desde la época de los Reyes Católicos tras la conquista de
Granada en 1492. El prescindir de este signo que simboliza a los reyes
católicos y a la unidad política que ellos lograron lleva aparejada una ruptura con la
continuidad histórica de la realidad hispana en tanto unidad.
Pero
no terminan aquí las variaciones, nos encontramos con que el color del león
rampante situado en el cuadrante superior derecho del escudo pasa de rojo a
lila. Los comuneros, aquellos que defienden la independencia de León, utilizan
como seña un león, pero no rojo sino lila.
Siguiendo
con los signos, que para nada son cuestiones menores, nos encontramos con algo
fundamental y que transmite con meridiana claridad el principio básico del
nuevo monarca.
Cuando
Felipe de Borbón juró la Constitución, lo hizo poniendo su mano sobre un
ejemplar de la misma y no sobre los Evangelios, de este modo rompía con la
costumbre de los monarcas españoles y colocaba
la ley de los hombres por encima de la Ley de Dios. Por si no quedaba
suficientemente clara esa idea de la primacía del ser humano no hubo ningún
crucifijo presente durante la jura, otra novedad que rompía la continuidad
histórica y la costumbre española, los ministros continúan, hasta ahora al
menos, jurando o prometiendo frente a un crucifijo.
Pero
por si todo lo anterior no había quedado suficientemente claro nos encontramos
con dos cosas más:
Una
es la ausencia del Borbón padre, el abdicado, en el juramento y proclamación de
su hijo Felipe.
Esto
resulta sumamente extraño puesto que se trataba de una sucesión en vida, con lo
que se producía era un traspaso dinástico. La no presencia del Borbón padre
sólo puede significar un profundo desacuerdo respecto a la política que sabe va
a desarrollar su vástago o que su abdicación había sido forzada, no olvidemos
que en la reunión de Bilderberg en Copenhague
se marcó, dos días antes del anuncio de su abdicación, que Juan Carlos
tenía que abdicar y que su sucesor, Felipe VI debería hacer una transición a
una monarquía federal.
Otro
punto significativo, no menor aunque si coincidente con todos los antes
señalados, es que no se haya celebrado ninguna Misa tras la entronización a
modo de acción de gracias y de petición de ayuda divina.
En
el caso de la ausencia de Juan Carlos I se adujo que el padre no quería restar
protagonismo a su hijo,
explicación poco creíble dado que la atención que podía atraer sobre si el
Borbón era ninguna.
En
el caso de la Misa se argumentó que España no es un país católico, pero esto no
tiene ningún sentido dado que son muchos los funerales de Estado que se
celebran y a los que han acudido los ahora reyes.
El
significado que se deduce es que ya no acudirán
ni se celebrarán.
El
catolicismo a las catacumbas y la Unidad de España al garete parece ser el
mensaje.