jueves, 10 de octubre de 2013

Inmigración marroquí.


                                                                           


        En la última década se está dando  un fenómeno migratorio que cada vez resulta más numeroso, un fenómeno que no se circunscribe exclusivamente a España, puesto que Europa toda parece haberse convertido en la nueva tierra prometida para millones de personas que habitan en condiciones paupérrimas el continente africano. De todas formas existe un tipo de inmigración, la magrebí en general y marroquí en particular, de la cual pretendemos ocuparnos en esta entrada.
La inmigración  procedente de Marruecos ocupa en España el tercer puesto en importancia numérica después de la procedente de Hispanoamérica y de algunos países del este. Ahora bien, las características específicas de esta población  inmigrante la hace digna de un comentario muy especial pues como veremos existen una serie de características  determinadas por su idiosincrasia  que hacen especialmente complicada su estancia entre nosotros.

Lo primero que hay que señalar es que el hecho de poseer  una lengua, una religión y unas costumbres distintas a las nuestras favorece una seria dificultad a la hora de establecer un contacto adecuado con los nativos del país que los recibe. Pero por desgracia esta dificultad no se debe exclusivamente a unas cuestiones que pueden ser superadas, como vienen demostrando todas aquellas personas que llegan procedentes de Hispanoamérica o del este europeo.
Cuando hablamos de marroquíes , nos estamos refiriendo a inmigrantes que antes de haber llegado a nuestro país se encuentran ya empapados de cierto resentimiento histórico y cultural contra España, que es vista como usurpadora de parte de su territorio, como sociedad que ha caído en el imperdonable pecado de la apostasía y que al vivir sumida en una cultura cristiana, superficial y hedonista tan solo puede ser un peligro  a la hora de extender esos males entre los buenos musulmanes.
Pero a todo esto hay que sumar el secular enfrentamiento entre el Islam y los “infieles” cristianos.

          Curiosamente se da la paradoja de que esos mismos que en tan poca estima tienen a España ponen luego sus ojos en nosotros a la hora de iniciar la emigración. Por supuesto que existen factores, algunos de los cuales pueden parecer anecdóticos, como que se vean con mucha facilidad los canales de la televisión de España, la proximidad geográfica o el hecho de considerar a España como herencia del Al-Andalus que están atrayendo una cantidad ingente de marroquíes.
Antes de entrar a formular cuales son esos peligros, los problemas de integración y las causas que se dan en la inmigración marroquí, hemos de ser capaces, prescindiendo de las anteojeras de lo políticamente correcto, de verificar una realidad que no es otra que la dificultad de integración  de los musulmanes.

La situación no viene determinada ni por la cultura, que es distinta a la nuestra en todos estos grupos de inmigrantes, ni por la lengua, diferente al español entre los dos últimos colectivos señalados, ni se debe a una cuestión racial, que resulta obvia en el caso de los subsaharianos. ¿Dónde está pues la razón de esa terrible dificultad de integración y de esa creación de ghettos  por parte de los mismos inmigrantes marroquíes?.

La religión musulmana es de por sí no solamente distinta, como suelen ser la inmensa mayoría, sino que además es excluyente, considerando a todo aquél que no la profesa como un infiel que debe convertirse  al Islam aunque sea por la fuerza. La mentalidad musulmana resulta peligrosa puesto que no acepta que un  infiel tenga potestad para mandar sobre un musulmán, que un musulmán pueda estar bajo la autoridad de una mujer y que ve las leyes del país de acogida como unas reglas que no les obligan  puesto que sólo la Sharia, la ley islámica, tiene validez.

                                                                    
La visión que tiene el musulmán es finalista, para la consecución del triunfo del Islam está justificado cualquier medio, de este modo la palabra dada no tiene valor alguno si se empeña con un infiel. De la misma manera hemos podido comprobar que la legalidad, sea esta internacional o nacional, estará siempre supeditada a una legalidad que procede de la superioridad del Islam.

                                                                       
El musulmán al ser finalista se someterá a los infieles, sus costumbres o sus leyes en tanto en cuanto sirvan a la consecución de sus fines.
Cuando un seguidor de Mahoma se encuentre en una sociedad de infieles se producirá una actitud de aislamiento buscando el mínimo contacto posible para no “contaminarse” y evitar así tener que someterse a leyes y costumbres infieles o verse dominado por su autoridad.. En el caso de los inmigrantes a los que nos estamos refiriendo son ellos mismos los que marcan un límite a partir del que el resto de los nativos que les acogen no pueden pasar.

El inmigrante marroquí se ve sometido a una fuerte tensión, resultante de fuerzas confrontadas que si por un lado les acerca a la sociedad de acogida (bienestar económico, libertad y ambientes que en su tierra de origen no podría ni soñar), por otro les aparta (visión de costumbres, actitudes y planteamientos religiosos  que son consideradas poco menos que diabólicas).
Hay otro aspecto que resulta fundamental para conformar la actitud de ese inmigrante, este aspecto deriva directamente de las expectativas con las que haya acudido al país de acogida, en este caso a España. La realidad es que las expectativas de un trabajo digno y de un bienestar económico con las que acude esta persona a nuestro país resultan defraudadas en la práctica totalidad de las ocasiones. La frustración de las expectativas suele dar paso a culpar a la sociedad de acogida  y termina en un rencor hacia ella.  Esta situación de frustración y de malestar suele dar lugar a que el sujeto se sienta más abandonado  y se junte con sus nacionales, acudiendo allí donde más cercano se sienta de sus costumbre y tradiciones, este sitio no suele ser otro que las mezquitas y grupos  marroquíes que por lo general suelen estar controlados y dirigidos por los islamistas radicales.
De este modo, sujetos que se encontraban apartados de la práctica religiosa regresan a ella y  aquellos que si  lo estaban se radicalicen. Los islamistas radicales saben jugar muy bien con ese rencor hacia la sociedad occidental y con la morriña que el inmigrante siente de toda su cultura.


Dadas las circunstancias actuales de ataque islamista contra nuestras sociedades, deberían ser muy tenidas en cuenta por las autoridades, de modo que tan solo pudiesen acudir a nuestro país aquellos que puedan encontrar trabajo, y evitar así esa frustración que les hace fácilmente manipulables y por otro cuidar de que las mezquitas legales no fuesen utilizadas por radicales  o que las ilegales pudiesen continuar funcionando.

                                                                    


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