La continua
recepción de informaciones contrapuestas
que se da cuando asistimos, de un modo más o menos pasivo, a
lo que los medios de desinformación
nos facilitan, debería ser desencadenante de trastornos
psicológicos. Estos, serían consecuencia
de lo que, en psicología se
denominan mensajes de doble vínculo, mensajes en los cuales el emisor de la comunicación formula
de un modo más o menos simultáneo mensajes contradictorios.
Si
esas ingentes formulaciones no dan lugar
a ningún trastorno, esto es debido a que la saturación de informaciones que el individuo
recibe, y el prácticamente nulo
análisis crítico de ellas, impiden que el sujeto sea consciente de que estas son contradictorias.
Consecuencia
de esto mismo se deriva que para la inmensa mayoría de la población pase desapercibido el juego geopolítico de
falsas alianzas que se desarrolla en el mundo, y en el cual somos meras
marionetas. Estos fantoches se
mueven a las órdenes de los verdaderos
dueños del mundo que nos ha tocado vivir.
En
este Nuevo Orden dirigido por las altas
finanzas, por la economía, por la
estrategia del poder y la mentira lleva
aparejado que las alianzas y los acuerdos de amistad sean papel mojado al servicio de los intereses del poder mundial.
Todo
lo hasta aquí señalado puede sonar a un mero juego de palabras más o menos fantasioso, pero en las líneas
siguientes pretendo aportar una serie de
datos que ponen negro sobre blanco que
todo lo señalado no es una ficción sino realidad. Los datos son
concienzudos y resultan irrefutables. La
expresión de ellos debería ser suficiente para
que se abran los ojos de aquellas
personas que por la ausencia de un
razonamiento crítico o por esa
sobreexposición a la información los mantienen cerrados.
Este inmoral
e interesado juego al que me refiero, se desarrolla a todo lo largo y
ancho del planeta, pero en estos
momentos su realidad se hace más patente
en el escenario del Oriente Medio y de
África. A este respecto la exposición se hace complicada, no precisamente por
la ausencia de datos sino por su
cantidad y por la interconexión que se da entre todos ellos.
Para
comenzar por algún caso nos centraremos en lo que en la actualidad está
aconteciendo en Mali.
El
conflicto bélico que se desarrolla en este país africano resulta sumamente
clarificador para poner de manifiesto lo que más arriba hemos apuntado.
Las
milicias de Al-Qaeda en el Magreb (AQNM)
son consideradas enemigas y como tales combatidas por las fuerzas armadas
francesas.
Ahora
son los malos aquellos que cuando el antiguo aliado de Francia,
Presidente libio Mohamar el Gadaffi
estaba siendo derrocado resultaban útiles y como tales armados,
instruidos e incluyo directamente apoyados por la aviación de la
OTAN. Por lo tanto eran presentados como
los buenos.
Nos
encontramos con que anteriormente a este conflicto el coronel libio era apoyado por todas las
cancillerías occidentales y recibido por sus presidentes. Pero de la noche a
la mañana pasó a convertirse en un peligro para los dueños del mundo. Y es que
el coronel Gadaffi propuso a los países de Medio Oriente prescindir del
patrón-dólar y sustituirlo por el patrón-oro creando para ello el dinar de oro, una moneda basada en el oro
que sustituiría al dólar como moneda
para las transacciones económicas en la
zona.
Con
la intención de derrocar a Gadaffi los
países occidentales y la OTAN
no tuvieron problema alguno en acudir a los islamistas radicales del
AQNM, ahora denostados y combatidos en Mali.
Seguiremos
la explicación de la cuestión retrocediendo en el tiempo. Esta marcha atrás
resulta imprescindible si queremos referirnos a la relación de Al-Qaeda con USA.
La historia
de Al-Qaeda es una muestra más de
todo lo que antes hemos señalado. Y es que
la invasión soviética de Afganistán
(1978-1992) fue el escenario en el cual
los muyahidin afganos, así como otros islamistas procedentes de diversos
países, se enfrentaron al entonces segundo mayor ejército del mundo.
El
gobierno Reagan en general, y la
CIA en particular, aprovecharon estos acontecimientos para
apoyar con logística,
entrenamiento y armamento a los
resistentes afganos. La finalidad de
todo ello no era otra que
combatir al enemigo soviético, para lo cual no repararon en considerar
el tipo de elementos que estaban armando
y las consecuencias que de ello pudiesen derivar.
De entre los grupos apoyados militarmente por
los Estados Unidos destacaban los talibán y el grupo que lideraba el rico
empresario saudí Osama Bin Laden. Este
grupo era conocido como Al-Qaeda mamulat (La base de datos), Al Qaeda no era propiamente un grupo sino una red en la que se recogían los datos de
aquellos que en Afganistán combatían o habían combatido a las tropas soviéticas
(los conocidos entre los islamistas como afganos).
Una
vez que los resistentes afganos
vencieron a los soviéticos y
consiguieron que en 1989 iniciasen su retirada, y de que en la década de los 90 la URSS
se desintegrase, los talibanes y
Al-Qaeda dejaron de recibir
cualquier tipo de ayuda. Es más, los islamistas pasaron a sustituir al enemigo
soviético desaparecido.
Desde
entonces hemos visto como los musulmanes han pasado a ser las cabezas
de turco de acciones de bandera falsa como el 11S y a constituirse en la razón que justificaba el mantenimiento de la
poderosa e influyente industria
armamentística norteamericana.
Más
tarde han vuelto a convertirse en elementos útiles para los planes
geoestratégicos USA, esta vez alejados de la propaganda y el aplauso recibido
con motivo de la lucha contra la
URSS.
O
sea que el amigo pasa a considerarse enemigo y nuevamente amigo en función de
las necesidades que los intereses de la geopolítica marquen.
En
el caso de Al-Qaeda la situación no es tan clara puesto que hay situaciones
como la actual en las que ante la población y los medios de comunicación es el
enemigo aunque bajo cuerda sean un aliado ocasional, léase Libia o Siria.
Siguiendo
con casos en los que las alianzas no hacen otra cosa que servirse del otro
mientras este sea útil, señalaremos el caso de Irak.
Irak
fue considerado un aliado, recibiendo
apoyo logístico y suministros de
armamento durante la cruenta guerra que el país
mantuvo con el Irán de los Ayatolas. Años después de haber finalizado
esta guerra en 1988 siguieron años en los que el régimen presidido por Sadam
Hussein fue alabado por los Estados Unidos y el resto de Occidente como un freno a un islamismo radical en expansión.
Pero llegó un momento en el que Bush padre inicia
la primera guerra del Golfo (1990), con la excusa de liberar Kuwait de la invasión que había
sufrido por parte del ejercito irakí. Esta invasión fue previamente alentada por los Estados
Unidos, al asegurar al régimen irakí que
la invasión del país, que era reclamado como parte de su territorio, no
produciría reacción alguna por parte de
los Estados Unidos ni de sus aliados
occidentales.
Las
razones que movieron a que se llevase a
cabo esta agresión a Irak no eran el
hacerse con la riqueza petrolífera del país. Las razones fueron más complejas y
al igual que las que movieron a poner en marcha la invasión de Irak se basaban
en que Israel consideraba necesario que
un Estado poderoso como era el irakí estuviese controlado por un ejército amigo que lo protegiese de cualquier tentación
ofensiva, amén de crear un país-colchón que frenase el avance del radicalismo
islámico en la región, conjurando de este modo cualquier amenaza seria contra
territorio judío.
Por
razones que se nos escapan, pero que seguramente tendrían que ver con
cuestiones de índole militar y de pérdidas humanas propias que podrían poner en
peligro el futuro político del Presidente USA, los Estados Unidos no
finalizaron de modo completo la misión y no ocuparon el país ni derrocaron a
Sadam Hussein.
Pero lo que no había llevado a término Bush padre
lo llevaría a cabo su hijo George
W. Bush en la invasión de Irak (2003).
En
este caso las excusas de las que se
sirvió el Presidente norteamericano para llevar a cabo tal agresión fueron que el régimen irakí había colaborado en la realización del atentado-autoatentado del
11S y por otro lado que Irak poseía
armas de destrucción masiva que ponían en peligro la paz de la zona y que
incluso podrían alcanzar territorio de la OTAN.
Ambos
pretextos fueron desde el primer momento negados por los servicios de inteligencia
norteamericanos, pese a lo cual el gobierno Bush continuó con la pantomima.
En
este caso nos encontramos nuevamente con el aliado que sin razón aparente pasa
a ser considerado y tratado como enemigo.
A
continuación vamos a tratar el actual y
complicado tema que se desarrolla en Siria y que tiene a Irán como telón de
fondo.
Nos
encontramos en esta situación con una reedición
del antiguo enfrentamiento de bloques, ya que por un lado vemos a una Rusia que asegura que no permitirá ningún
ataque contra Irán y a una Siria que será defendida por Irán caso de ser
atacada por USA o sus aliados. China con
su inmenso poderío se suma a este
rompecabezas alineándose con la postura rusa.
El
movimiento fundamental que llevan a cabo Estados Unidos e Israel es
justificar su animadversión a Irán
en el supuesto desarrollo de un
programa nuclear con finalidades miliares.
El
actual presidente de Siria es desde el año 2000 Basar Al-Assad, hijo del anterior
presidente Hafez Al-Assad, que presidió
la nación desde 1971 hasta el año 2000. En un primer momento Siria resultó un
país conveniente para los intereses de Occidente en tanto que buscaba marcar claras diferencias con los regímenes dictatoriales y radicalizados en Oriente
Medio, pero la cuestión varió sensiblemente cuando su estratégica situación
chocaba con la implementación del megaproyecto energético occidental Nabbuco que ha despertado el fantasma de la Guerra Fría al poner de un lado a Estados Unidos y Europa
y de otro a Rusia.
El
citado megaproyecto nacido en el 2002, se proponía reducir de manera sustancial la dependencia de los países europeos de la
energía rusa, para ello se proyectaba construir un gaseoducto que conectase Europa con las
fuentes energéticas de Oriente Medio y del Cáucaso. Rusia e Irán se oponen frontalmente a este proyecto y la situación
geográfica de Irán y Siria impediría el
paso y establecimiento de este gaseoducto.
De
este modo los estrategas occidentales propusieron la desestabilización del régimen de Bashar Al-Assad para poder poner en
funcionamiento el megaproyecto antes referido. Por supuesto Rusia se opone
radicalmente a este derrocamiento por cuanto permitiría la instalación del gaseoducto y con ello se
producirían unas enormes pérdidas para su economía, pérdidas
que podrían llegar a desestabilizar el régimen ruso. Del mismo modo Irán vería fuertemente afectada su mayor fuente de ingresos.
Pero
como suele ocurrir siempre las causas no son únicas y exclusivamente
económicas. En este caso la fuerte
alianza existente entre el régimen sirio y el de Irán precisa del derrocamiento
de Bashar Al-Assad para que el ataque a Irán sea más sencillo y resulte menos costoso en vidas y armamento para USA y
sus aliados.
Nos
encontramos con que para derrocar al actual Presidente sirio los Estados Unidos
y los países de la OTAN
están nuevamente recurriendo, al igual que ocurrió en Libia, a miembros de
Al-Qaeda a los que proporciona armamento y colaboración militar logística,
llegando incluso a aportar miembros de
sus cuerpos especiales y mercenarios contratados que penetran desde Turquía.
Nuevamente
los antiguos amigos se presentan como enemigos y los enemigos
son utilizados como aliados.
Por
último haré referencia al ataque a Irán, tan deseado por Estados Unidos y el
Estado de Israel.
Los
intereses son por un lado económicos, referidos a la puesta en funcionamiento
del proyecto energético al que antes se ha
hecho referencia pero sobre todo a que Israel no quiere tener cerca una
potencia militar de primer orden como es Irán . Para ello su títere, el
gobierno yankee, no escatima movimientos ni esfuerzos militares y diplomáticos
para acabar con el régimen de Mahmud
Ahmadineyad.
La
excusa tras la que se escudan los Estados Unidos y el Estado de Israel para
justificar su animadversión al
régimen de Ahmadineyad y un posible
ataque militar es el supuesto desarrollo por parte de Irán de un programa nuclear con intenciones militares, cuestión
esta que es para poner en duda después
de las falsas “razones” dadas para justificar ante la opinión pública mundial y
las distintas cancillerías los ataques a Irak, Afganistán y Libia.
Caso
de que los Estados Unidos actúen
militarmente contra Irán, han de implementar una estrategia que justifique este
ataque y que a su vez impida que este desemboque en un conflicto de
proporciones insospechadas.
La
más probable estrategia sería el recurso a un ataque de
bandera falsa, algo en lo que son expertos.
Si
sufriesen un ataque iraní, o al menos
así se presentaría, que hundiese uno de sus
navíos desplegados frente a las costas de Irán, llevado a cabo realmente
por parte de la aviación judía, todo el mundo justificaría una respuesta
militar norteamericana que produciría una respuesta iraní probablemente
contra Israel y una intervención total de USA, con la ventaja de que la intervención norteamericana como respuesta a un ataque
justificaría la inacción rusa y china.
En
el fondo, detrás de todo este juego de alianzas y traiciones se encuentran los intereses energéticos occidentales, los
intereses del Estado de Israel a los que siempre se pliegan los Estados Unidos
y la poderosa influencia de la industria
militar USA. Esta industria militar precisa de un incesante uso del material bélico que produce
si quiere continuar ganando dinero, necesita de guerras para subsistir. Y
para que Estados Unidos salga vencedor
de los conflictos, una gran parte provocados por ellos mismos, suelen recurrir
al inmoral juego de transformar al
enemigo en amigo y al amigo en enemigo. Esa es la triste y oculta realidad.
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