La crítica
situación económica, y la consiguiente depauperación y problemática humana del pueblo español, no
es en modo alguno fruto de cuestiones que
deriven exclusivamente de una ausencia
de producción, de pérdida de competitividad o de haber “vivido por encima de
nuestras posibilidades” como pretenden que creamos los que nos gobiernan desde
lo alto de las finanzas especulativas o
repiten los que están a sus órdenes. No es consecuencia de ninguna de
estas cuestiones, o al menos no son estas
las razones fundamentales que han llevado al origen y desarrollo de esta
crisis que con una fuerza cada vez mayor crece.
Resulta curioso,
digámoslo así, que una economía, la española, cuya deuda es muy inferior a la que tienen Francia o Alemania, se encuentre en
una situación económica tan crítica como a la que ahora enfrentamos, y
que por el contrario las economías francesas y germana estén creciendo de manera continuada aunque
lenta.
A mi entender
hay varios factores que han influido e
influyen de modo determinante en el
inicio, desarrollo y mantenimiento de la crisis económica que nos atenaza.
A todo lo
acontecido y que continúa aconteciendo subyace una soterrada, pero no por ello
menos inmisericorde lucha por hacerse con el control de la Unión Europea. El eje franco-alemán
buscó ya desde los inicios de la Comunidad
Económica Europea hacerse con el control económico-financiero
del continente europeo y de esta forma también con el poder político.
Para que los
países del señalado eje despuntasen de una forma lo suficientemente clara y
abrumadora como para convertirse en los líderes incuestionables de la Unión Europea se hacía y hace
indispensable que los países del sur desapareciesen como posibles competidores. Aunque fuese tan solo en el
terreno agrícola y ganadero debían desaparecer como competidores y habrían de
convertirse en meras zonas consumidoras de sus producciones industriales,
dándoles de este modo una fuerza económica y desarrollo convirtieran en lo
económico en fortalezas inalcanzables.
El primer paso
para lograr todo esto se dio cuando se exigió a España que para entrar a formar
parte de la CEE ,
habría de deshacerse de la mayor parte
de su estructura productiva, de ahí las
famosas reconversiones que en los años 80 pusieron en la calle a miles de personas que
trabajaban en las empresas metalúrgicas y en los astilleros nacionales. En
aquellas mimas fechas otra importante parte del sector manufacturero agrícola y
de otras industrias fueron adquiridas
por capital francés, con lo cual nuestro país comenzó a dejar de ser la
potencia económica que era.
En un segundo
paso no dirigido directamente, que se sepa, por el eje franco-alemán los
gobiernos tanto de Felipe González como
de José María Aznar pasaron a manos privadas las, con lo que el Estado español
perdía el control sobre las grandes
empresas estatales, España estaba raquítica y poco a poco había caído en manos
francesas o pasado a depender de manos privadas que a su vez estaban dominadas
por la banca.
El problema de
las subprime y la problemática bursátil
y financiera que partiendo de los
Estados Unidos llegó a Europa, se añadió a la explosión de la burbuja
inmobiliaria en la que en gran parte se
sustentó nuestra economía al carecer de una industria realmente productiva.
Todo esto llevó
aparejado un aumento cada vez mayor, hasta llegar al sangrante porcentaje de desempleados que
ahora padecemos, que es ya del 22.85%, unos 5.6 millones de desempleados).
Nuestro problema
fundamental y prioritario no es otro
que el desempleo puesto que la deuda y
el déficit están dentro de unos límites asumibles y por debajo de las que afectan a las potentes
economías francesa y alemana.
Es así que nos
encontramos con que los problemas fundamentales para el eje franco-alemán son distintos a los que
resultan prioritarios para los países de la cuenca mediterránea. Mientras que
para los primeros lo es la deuda y el déficit, para los segundos lo es el
desempleo. Pero la política económica que desarrolla el BCE (Banco Central Europeo) y las medidas que aplica
a los países del eje franco-alemán son
las mismas que las que exige a los países sureños como España, Portugal, Italia
y Grecia.
Los recortes, el
aumento de impuestos y la reducción de la inversión estatal resultan muy útiles
para afrontar el déficit y la deuda, pero son contraproducentes para
combatir el desempleo, ya que rebaja la
cantidad de dinero de que disponen los particulares con lo que se precisan
menos productos, de lo que se deriva una
menor necesidad de producción y por tanto una elevación del desempleo.
Todas estas
medidas tan negativas para las economías
del sur se entienden perfectamente si
se conoce que el BCE está en manos del Francia y Alemania, de hecho existe un pacto tácito según el cual la
presidencia del Banco Central Europeo alternará
entre un representante alemán y otro francés.
Dado que la
aportación del Estado alemán es a los fondos del BCE, es verdaderamente el
Deutchal Bank el que de hecho decide la política de la economía europea.
Según los
estatutos del Banco Central Europeo, este no puede comprar deuda de los Estados
ni prestarles dinero, sólo los bancos puede recibir ayudas del BCE.
Dado que esto es
así la deuda soberana, los bonos serán comprados por la banca, una banca que recibe préstamos del
BCE a un interés próximo al 1%, comprando los bonos de la deuda soberana a un
interés que fluctúa pero que siempre suele superar el 5%.
Y aquí es donde
entran en escena esos elementos privados, y no controlados por nadie, que son
las Agencias de Calificación de Riesgo (o Agencias de Raiting) las cuales en
función de las calificaciones que den a cada Estado subirá o bajará el interés
a que se venderá la deuda soberana y con ello el beneficio que obtenga la
banca, aún a costa del empobrecimiento de los Estados y con ellos los problemas
de sus ciudadanos.
Para los
intereses de las finanzas especuladoras
internacionales y de la banca nacional también una peor situación económica en
un Estado daría lugar a mayores beneficios y además llevaría a que ese Estado recibiese más prestamos
para afrontar la crisis, y deuda significa esclavitud puesto que aquél que te
ha prestado te podrá exigir la
adopción de cierto tipo de medidas para
que se permita demorar el pago de la
deuda contraída. Y si la deuda llega a ser lo que se ha dado en llamar un
“rescate”, el grado de esclavitud es total.
Estamos inmersos
en una espiral maldita de la que tan sólo podremos salir los países
mediterráneos nos enfrentamos de modo
decidido al eje franco-alemán señalando que abandonaremos el euro y las directrices
del BCE y funcionaremos creando una moneda propia común para Italia, España y
Portugal, sólo de esta forma podremos
combatir el paro, iniciar la
senda del crecimiento y recuperar la soberanía perdida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario