jueves, 8 de marzo de 2012

La intolerancia del tolerante.

                                                                     




El título pudiera parecer un juego de palabras pero desgraciadamente no es si no la  descripción de una realidad que se produce  con una normalidad tal que puede señalarse como regla general, aunque como toda regla  la excepción la confirma.
Por regla general nos encontramos con que se da lo que se llama una “contradictio in terminis”, y es que aquellos que de un modo más ufano se definen como tolerantes, y de mentalidad liberal resultan ser los que de un modo más abierto se niegan a ser tolerantes con aquellos que consideran intolerantes, erigiéndose además  como censores que señalan cuales son los pensamientos y personas son  dignos de ser  aceptados. Es decir, se constituyen  como eso mismo que tanto dicen denostar.


                                                            

Pero como toda decisión que toma  el ser humano e idea que desarrolla, este planteamiento intolerante obliga  internamente a que el sujeto justifique su comportamiento, y más aún cuando este entra en abierta oposición con las ideas que tiene de él mismo y que  tanto defiende, la democracia, la libertas personal y de expresión.
Las excusas a las que recurre suelen ser de dos tipos:

-Por un lado afirma que no se puede tolerar  a los intolerantes ya que nos harían renunciar a nuestros derechos.
De este modo el individuo  se refugia en el fácil a la par que efectivo pretexto de la defensa propia.
-Por otro lado señala que  aquel que ha etiquetado de intolerante  trata de servirse de la democracia para acabar con ella. Señala que esta es una de las grandezas de la democracia, aunque al final termine por saltarse esa “grandeza” al terminar negando aquello que supuestamente tanto defiende.

O sea que finalmente el planteamiento idealista del autoproclamado  tolerante puede se movido por un planteamiento idealista y ser distinto al que  no se considera o consideran tal, pero en la práctica termina siendo igual, es más llega a ser inclusive más intolerante aún.

El idealista liberal y defensor del derecho de expresión y la tolerancia termina por volverse un censor que juzga la actividad e incluso el planteamiento ideológico del otro para desde esa juicio recortar sus derechos.


                                                                     

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