Un día de la pasada semana, al acudir a mi puesto de trabajo me encuentro con que e unos compañeros repartían entre otros, que no entre todos, un obsequio consistente en una pequeña botella.
Me intereso por ello y me entero de que se trata de un “detalle navideño” que tiene la Unión General de Trabajadores (UGT) para con sus asociados.
Lo arriba señalado no dejaría de ser un suceso anecdótico sin mayor importancia si nos quedásemos en la superficie. Lo fundamental aparece si nos paramos a reflexionar y pensamos que los sindicatos, al igual que ocurre con los partidos políticos, se financian a través de los presupuestos generales del Estado y no mediante la cuotas de sus militantes como en justicia habría de ser. Es decir me encuentro con que son precisamente mis impuestos los que están pagando esos regalos de los que además se me excluye por no formar parte de ese sindicato al que de modo obligatorio estoy colaborando a financiar.
Ahora voy a dar algunos datos que dan la verdadera magnitud que alcanza esta financiación:
En el año 2009 los sindicatos mayoritarios (UGT y CCOO) recibieron 193 millones de euros ( UGT 96117904.59 y CCOO 96183980.70)
En el año 2010 la partida de los presupuestos generales del Estado dedicados a esta cuestión alcanzó los15798500 euros.
Tanto en el 2009 como en el 2010 el ministerio de Trabajo dedicó una partida adicional a los sindicatos de 4800790 euros.
El verdadero papel que los sindicatos han de desarrollar, que es proteger las condiciones laborales de los trabajadores, resulta una ficción si para desplegar su actividad dependen del Estado, del gobierno de turno, que es uno de los elementos que mayores problemas pueden causar en la cuestión laboral (salarios, horarios de trabajo, desempleo, jubilaciones, protección a desempleados, etc.).
Los sindicatos con esta forma de financiación carecen de cualquier independencia para enfrentar cuestiones que deberían afrontar. Y si no véase la “paz social”, eufemismo que esconde la dejación de funciones reivindicativas ante problemáticas laborales . En una España invadida por el desempleo y en la que los trabajadores han visto mermada su capacidad adquisitiva y derechos laborales, los sindicatos de clase, los mayoritarios han brillado por su ausencia.
Ya se sabe que “no se muerde la mano que te da de comer”, pues eso ocurre.
El papel de los sindicatos resulta tan fundamental que debe ser protegido a toda costa,¿ y qué mejor forma que integrar este papel sindical en la misma estructura del Estado, del mismo modo que el Ministerio de Justicia vela y dirige el funcionamiento independiente de los juzgados que protegen los derechos que la ley reconoce a los ciudadanos?.
Y desde luego la financiación más que favorecer la independencia no hace si no impedirla.
Con los partidos políticos ocurre un tanto de lo mismo.
Y lo que es fundamental, la realidad laboral debería constituir un cauce e representación puesto que la realidad laboral incluye a todos los ciudadanos y además los une en la colaboración con la economía nacional.
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