La enseña nacional es mucho más que un mero trozo de tela o tan solo unos colores. De hecho es la plasmación externa, el signo que representa la Patria , una representación de la metafísica de la nación.
De la manera en que se la trate o se permita que lo hagan otros se puede deducir sin atisbo de duda cual es la verdadera postura interna que una persona o grupo de ellas tiene con respecto a España, y eso aunque sus discursos públicos puedan decir lo contrario.
Para aquellos que consideran la bandera como un mero trapo de lo que deducen por lo tanto que no hay que concederle una “excesiva” importancia baste con un ejemplo para demostrar lo contrario. El ejemplo quizá esté en exceso manido pero no por ello menos clarificador es le siguiente: Al igual que para este tipo de personas la enseña nacional no pasa de ser un pedazo de tela lo mismo cabría decir de un rectángulo de papel fotográfico. Pero acontece que si ese papel fotográfico lleva impresa la imagen de la madre muerta el papel toma una dimensión distinta puesto que tiene un significado bien claro del que no cabe duda alguna. Pues con ese “pedazo de tela” como algunos irreverentemente lo llaman, ocurre un tanto de lo mismo. No podrá ser atacado ni menospreciado so pena de sufrir la acción de los hijos de la Patria que representa.
Con todo lo dicho anteriormente quiero poner de manifiesto que el respeto hacia la bandera y la defensa de ella es una obligación que todo español ha de tener y más aún la autoridad.
Y lo es más si cabe cuando la ley establece la obligatoriedad de la presencia preeminente de ella en los edificios públicos, ya sean estos de las Administraciones central, autonómica o local. Es lo que se ha dado en llamar la Ley de banderas.
Ayuntamiento de Lizarza
El gobierno socialista por tanto ha dado buena prueba de su desprecio a la enseña nacional, por mucho que en el centro de Madrid hondee una bandera de gigantescas dimensiones o por mucho que al comienzo del desfile militar del día de la Hispanidad un paracaidista aterrice con ella frente a la presidencia de tal parada.
Lo que realmente define su actuación no ha sido ello cuanto el fragrante incumplimiento de su deber al permitir que en numerosos ayuntamientos y parlamentos autónomos, sobre todo ocurre en Vascongadas y en Cataluña, la enseña nacional no hondee en sus balcones o se encuentre en lugar preeminente de sus hemiciclos o salas de juntas..
Durante el mandato de otros gobiernos, no socialistas, que precisaron del apoyo parlamentario de nacionalistas para asegurar mayorías parlamentarias, e incluso cuando no precisaban de ellos por contar con mayoría absoluta, tampoco obligaron a que la bandera nacional hondease en aquellos lugares preeminentes que la ley establece.
Ahora que un nuevo gobierno, el que presidirá el Sr. Rajoy, está a punto de afrontar las labores de gobierno, y lo hará con una amplia mayoría absoluta, será el momento de comprobar si hace cumplir la ley de banderas para que en Vascongadas y en Cataluña la bandera nacional presida la vida política y social y demuestre de esta forma que estas dos regiones continúan siendo España de modo real y no sólo unos territorios que los mapas y la Constitución la sitúan como parte integrante.
Sr. Rajoy, este aspecto se constituye en una especie de “prueba del algodón” que para muchos españoles pondrá de manifiesto hasta donde sus palabras son patriotismo o se quedan en mero patrioterismo.
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