El transcurso de la vida y la experiencia vital que a lo lago de ella se va adquiriendo nos lleva a deducir algunas tristes conclusiones.
A lo largo del devenir de nuestra historia personal nos encontramos con que muy poca es la gente en la que realmente podemos confiar de modo incondicional y que se mueva exclusivamente por razones altruistas de amistad. En el devenir vital poco a poco nos vamos decepcionando dado que los rostros afables y amistosos no son por lo general otra cosa que caretas de quita y pon que esconden personas que buscan en el camuflaje un medio para lograr algunas cosas. Estas cosas pueden ser de tipo material aunque por lo general son medios para encontrar la aprobación social o formas para combatir la soledad, una vez logrado el fin dejaremos de ser útiles y pasaremos a ser juguetes rotos.
Nuestro posicionamiento en este aspecto no puede caer ni en la desconfianza absoluta respecto a cualquier relación personal, ni en la ingenua aceptación olvidando que nosotros tenemos derechos que nadie tiene derecho a violentar aprovechándose de nuestra ingenuidad.
En otras palabras, ni podemos caer en una actitud paranoica que desconfíe de todos ni en un buenismo que olvide la posibilidad de que otros puedan traicionar nuestra confianza teniendo expectativas falsas.
Pero nunca podemos olvidar que existe gente de buen corazón en la que podemos confiar, busquemos su compañía y evitemos la de los falsos y vanidosos.
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