Dado que no
soy especialista en virología, ni siquiera tengo unos mínimos conocimientos sobre el
tema, no tendré el atrevimiento de realizar ningún comentario sobre el origen,
posibles mutaciones o diferentes cepas del virus que supuestamente se encuentra
en la base de la pandemia que padece el mundo en general y muy especialmente
algunos países, entre ellos España.
Es así que en el presente escrito pretendo considerar
los efectos que la pandemia y las medidas que se pongan en marcha para combatirla
pueden provocar en el funcionamiento personal y social del ser humano, así como si este funcionamiento puede ser utilizado para manipular la sociedad.
El principio
en el que ha de basarse cualquier narrativa en torno a la influencia de la
actual situación y de las medidas que se implementen debe ser siempre el
reconocimiento de que en situaciones de pánico y miedo la población
se vuelve mucho más moldeable y sumisa, y esto es así dado que en
situaciones de shock la sociedad
humana, como suma de individuos, buscará
en la autoridad un abrigo que le dé protección, y esto lo hará aceptando
normas y órdenes, sin pararse a pensar si esa autoridad está supeditada a los intereses de otros, de hecho las
aceptará sin protestar esas medidas y recortes a su libertad que en otras situaciones no aceptaría o al menos
las sometería a una crítica mayor. Lo cierto es que los individuos obedecerán
sin pensar normas que en ocasiones pueden perseguir intereses no sólo distintos
sino opuestos a los propios.
Este
plegarse de manera ciega y acrítica a las órdenes dadas y normas impuestas será
mucho más incondicional cuanto mayor sea el pánico extendido y la gravedad del
asunto en cuestión, de ahí que la generalización de la epidemia y con ello los
afectados, muertos y potenciales víctimas es un paso para que unas autoridades determinadas a implementar un plan de
recortes de libertades y de sometimiento de la población no hará todo lo que
está en su mano para frenar la extensión de la pandemia, ¿a alguien le
suena permitir las manifestaciones del 8
de Marzo o el no dotar a los sanitarios de el más elemental equipo de protección?.
Pues bien,
vamos a centrarnos en la situación por la que estamos atravesando y en las
consecuencias, tanto de ella como de las medidas que se aplican y seguramente
se aplicarán.
En primer lugar,
nos encontramos con una reclusión a la que la población se ve sometida y que ya
va por la segunda semana. Este hecho crea una situación, que si bien resulta
ser de utilidad para evitar que la pandemia se extienda de modo descontrolado,
lleva aparejado que la epidemia del miedo crezca y se agudice, de manera que
hará a la población más y más sumisa a las posteriores medidas que se apliquen.
Estas medidas, centradas en el encierro en la
propia vivienda y en el mantenimiento de una distancia de metro o metro y medio
entra una y otra persona nos lleva a considerar al vecino como un potencial enemigo
que puede causarte la muerte. Una de las consecuencias más graves de este
enfrentamiento y desconfianza larvada es que si la pandemia se extiende en el
tiempo o una vez controlada se vuelve a desatar, la sociedad no sólo aceptará de buena gana
una vacunación obligatoria y
generalizada
o la implantación de un microchip para controlar que esa persona ha sido vacunada, sino que las personas que formen parte de la sociedad se enfrentarán, violentamente incluso, a aquellos que se nieguen a alguna de ambas medidas. Serán vistas como amenazas reales a la salud y vida de los miembros de la sociedad, y esto ocurrirá aunque no se haya hecho pública la base científica y verdadera utilidad de ambas medidas.
o la implantación de un microchip para controlar que esa persona ha sido vacunada, sino que las personas que formen parte de la sociedad se enfrentarán, violentamente incluso, a aquellos que se nieguen a alguna de ambas medidas. Serán vistas como amenazas reales a la salud y vida de los miembros de la sociedad, y esto ocurrirá aunque no se haya hecho pública la base científica y verdadera utilidad de ambas medidas.
Serán muy
pocos los individuos que se opongan a ser vacunados o a que se les implante el
hace tanto tiempo señalado microchip.
Y no habrá prácticamente
resistencia debido a la coacción legislativa: multas o penas de cárcel, o a la
presión social de todo su ambiente social que le tratará como un apestado que por su cabezonería pone en
peligro la salud y vida, tanto suya como la de los suyos.
Otro punto que
se podrá poner en marcha, pues interesa a las élites para controlar de modo
absoluto a los sujetos, es el de la prohibición del dinero en efectivo y
obligar a utilizar exclusivamente el dinero de plástico o tarjetas.
Para
implantar esta medida no será necesario recurrir a
indicaciones legislativas o a
ordenanzas de ningún tipo, bastará con señalar que el dinero en efectivo es un medio por el que
se transmite con facilidad el virus
causante de la presente pandemia.
Esto ocurrirá sin tomar aportar soluciones del tipo de desinfectar los
billetes o de no tocar monedas sin guantes, etc. Todas estas soluciones, caso
de ser expuestas, serán fácilmente desvirtuadas tan solo con calificarlas de
insolidarias o de estar basadas en ideas conspiranoicas.
Todas las
medidas hasta ahora impuestas por las autoridades no son en sí mismas
censurables, ni mucho menos. Lo que si es peligroso es el estado de sometimiento
y de tedio existencial al que estos están dando lugar, una situación de
absoluto y total sometimiento que permitirá
que el Estado supranacional controle
al individuo a través del
microchip y pueda dominar su conducta so pena de dejarle sin
capacidad económica alguna al obligar a que únicamente se pueda comprar a
través del dinero plástico que está
controlado por las élites financieras, que forman parte fundamental de las
élites oscuras.
Ante esta
situación crítica que España atraviesa lo fundamental es poner fin a la
pandemia, pero sin perder de vista que situaciones como esta pueden ser utilizadas por las autoridades sometidas a las élites para alcanzar sus
objetivos, unos objetivos que jamás podrían alcanzar sin situaciones como esta.
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