Durante muchos
siglos, más de dos milenios, los judíos han bombardeado a la humanidad con el
mantra de ser un pueblo intrínsecamente superior al resto de los pueblos que
habitan la tierra, para sostener tal afirmación se han basado y se basan en afirmar que son el pueblo elegido de Dios, lo cual para ellos y el resto de los sionistas justificaría que hayan ocupado el territorio palestino y expulsado a sus habitantes para crear el Estado de Israel
Ciertamente
Yahvé eligió al pueblo de los descendientes de Abraham para a través de él
llevar a cabo el plan que desde la eternidad había preparado para el género
humano.
Lo que los
judíos ocultan es que desde el comienzo de su historia han sido desobedientes a
la voluntad de ese Dios que los había elegido, y esto es así dado que se
apartaron de manera absoluta del plan establecido por Dios.
Los profetas
fueron despreciados, asesinados y el mensaje divino que transmitían fue
manipulado, y por si todo esto fuese poco crucificaron a su Hijo.
Todo esto aconteció como consecuencia de que
el pueblo judío había manipulado el mensaje de Dios en beneficio suyo al
considerar la elección divina desde el punto de vista de la carne y no desde el
del espíritu.
Es por ello
que el mismo Jesucristo-Dios, Mesías rechazado y asesinado por esos mismos que
se continúan presentando como Pueblo Elegido, dijo eso de que no había venido a
la tierra para abolir la ley sino para darle pleno cumplimiento.
Y vino a
darle cumplimiento dado que el pueblo judío, abusando de la voluntad divina había desvirtuado el plan de Dios hasta convertirlo
en un mero privilegio sometido a la carne y a la materia para de ese modo poner
todo al servicio de sus intereses grupales y políticos.
Desde el
momento en que el pueblo judío se dedicó a adorar al becerro de oro mientras
Yahvé entregaba a Moisés las tablas de la ley en el monte Sinaí se apartaron y renunciaron
a ser Pueblo Elegido.
Ahora bien,
el enfrentamiento entre Dios e Israel se concretó desde el origen mismo de la
estirpe judía.
Siendo así que el Génesis mismo se hace eco de
unos acontecimientos que terminan por mostrarnos la manera de funcionar de los
descendientes de Abraham y el significado verdadero del término Israel.
Ahora vamos
a desarrollar la historia de Jacob, una historia que tiene mucho que ver con la
crueldad, con la suplantación y con el engaño. Una historia que de una u otra
forma ha modelado la realidad de ese ente que es el Estado de Israel.
La historia está
recogida en el Génesis, del 28 al 33 y por tanto forma parte del Pentateuco o
sea del Talmud por mucho que lo pretendan pasar por alto. Nos referimos al
siguiente episodio:
Abraham
engendró a Isaac y este se casó a la edad de cuarenta años con Rebeca. Dado que
no podía tener descendencia Isaac rogó a Dios para poder tener hijos y este le
escuchó. Rebeca quedó embarazada y dio a luz mellizos, al primero en nacer le
pusieron por nombre Esaú debido a que
tenía el cuerpo cubierto de pelo. En segundo lugar y agarrado del talón de Esaú
nació otro al que pusieron por nombre Jacob.
Esaú era un
excelente cazador e hijo predilecto de Isaac, a quién le gustaba comer de lo
que cazaba y cocinaba su primogénito. Por contra Jacob era más débil y prefería
quedarse en el campamento, era el predilecto de Rebeca.
Ocurrió que
cuando un día Jacob estaba preparando un guiso llegó Esaú del campo agotado,
este pidió que le diese de comer pues estaba exhausto.
Lejos de
facilitarle alimento a su hermano, Jacob se aprovechó de la situación
pidiéndole que a cambio de la comida le vendiese bajo juramento los derechos
por ser el hijo mayor, A Esaú al estar tan hambriento no le importó venderle
sus derechos de primogenitura a cambio de un trozo de pan y de un plato de
lentejas. En esa época Isaac era ya muy viejo, prácticamente ciego y estaba a
punto de morir.
Un día el
anciano Isaac llamó a Esaú, su hijo mayor, y este le contestó que allí
estaba. Isaac le puso de manifiesto que
en la situación de vejez en la que se encontraba podría morir en cualquier
momento. Le dijo que tomase el arco y
las flechas y fuese al campo para cazar algún animal y que después le preparase
un guiso de los que tanto le gustaban, le dijo que lo comería y tras ello lo
bendeciría, como primogénito que era.
Rebeca, la
madre de ambos, había escuchado la conversación que su esposo había tenido con
Esaú, y en cuanto este se marchó al campo a realizar aquello que su padre le
había ordenado fue a contárselo a su hijo Jacob. Le dijo que acababa de escuchar
que Isaac había pedido a Esaú que cazase un animal para un guiso y que después
le bendeciría antes de morir. Rebeca urdió un plan para que Jacob suplantase a
Esaú y fuese él quien recibiese la bendición y no el verdadero primogénito.
Rebeca escogió la ropa de Esaú y con ella vistió a Jacob, del mismo modo mandó
quitar la piel de unos cabritos y con ella cubrió los brazos y la parte lampiña
del cuello. Después Rebeca preparó el guiso que tanto gustaba a Isaac y Jacob
fue a ofrecérselo, dado que Isaac estaba ciego y no podía oír bien tocó a Jacob
comprobando la piel peluda de sus brazos y comió el guiso que le habían
llevado, finalmente lo bendijo diciendo: “Que Dios te conceda el rocío del
Cielo, que la riqueza de la tierra te dé trigo y vino en abundancia. Que te
sirvan los pueblos; que ante ti se inclinen las naciones. Que seas señor de tus
hermanos; que ante ti se inclinen los hijos de tu madre. Maldito el que te
maldiga, y bendito el que te bendiga…”.
Poco después
regresó Esaú, tal y como su padre le había ordenado. Isaac le preguntó quién
era, a lo que le respondió que era Esaú, su primogénito.
Isaac muy
sobresaltado comenzó a temblar muy sobresaltado y preguntó: ¿Quién fue el que
me trajo lo que había cazado antes de que llegaras?, yo me lo comí todo. Le di
mi bendición y bendecido quedará. Tras escuchar estas palabras Esaú lanzó un
grito y lleno de amargura dijo: ¡Padre mío, te ruego que también a mí me
bendigas! S padre le contestó disiento: Tu hermano vino y me engañó, y se llevó
la bendición que te correspondía.
Esaú le dijo
a su padre que era la segunda vez que le engañaba, en la primera le quitó sus
derechos de primogenitura y ahora se llevó las bendiciones que a él le
correspondían. Esaú preguntó a su padre si no le quedaba ninguna bendición para
él, a lo que Isaac respondió que ya lo había puesto por señor tuyo, Esaú rompió
a llorar y al ver eso su padre le dijo: Vivirás y servirás a tu hermano, pero
cuando te impacientes te librarás de su opresión.
El engañado
Esaú guardó un gran rencor hacia su hermano Jacob esperando el día en que
muriese su padre para darle muerte. La madre de ambos hermanos, Rebeca, al
darse cuenta del odio que Esaú tenía hacia Jacob advirtió a este último de la
situación y le ordenó que se fuese
lejos, a la tierra de Padám Aram en donde vivía Labán, hermano de Raquel. Allí
contrajo matrimonio con Lea y Raquel, hijas de su tío Labán.
En la tierra
de Padán Aram Jacob progreso mucho y allí vivió muchos años, hasta que tuvo
conocimiento de que su hermano Esaú había salido a su encuentro con 400 hombres.
Para aminorar en lo posible el ataque que le venía encima dividió a su gente en
dos grupos, haciendo lo mismo con los animales que tenía, y lo hizo pensando
que si Esaú atacaba a un grupo el otro podría escapar. Esa noche tomó a sus dos
esposas, a sus dos esclavas y a sus once hijos y cruzó el rio Jaboc. Una vez
hubo pasado hizo que también franqueasen el rio todas sus posesiones,
quedándose solo, en ese momento le salió al encuentro un hombre y luchó con él
hasta el amanecer, pero ambos eran fuertes y buenos guerreros. Jacob se agarró
fuertemente a ese hombre, el cual le dijo que le soltase pues estaba a punto de
amanecer, Jacob le contestó diciéndole que no lo haría hasta que le bendijese. En ese momento el hombre le
preguntó su nombre y Jacob se lo dijo. Entonces el hombre le dijo: Ya no te
llamarás Jacob sino Israel, que
significa has luchado contra Dios y contra los hombres y has vencido (Génesis
32).
Jacob preguntó al hombre: ¿y tú como te llamas?, a lo que el
hombre contestó: ¿Por qué me preguntas como me llamo?
En ese lugar
Dios bendijo a Jacob y llamó a ese lugar Penuel, porque dijo; he visto a Dios
cara a cara y sigo con vida. De lo que se deduce claramente que ese hombre con
el que luchó era Dios que había tomado forma humana.
Muy interesante lectura. Gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti zangolotino.
ResponderEliminarhttps://democracianacional.org/dn/jesucristo-y-los-usureros/
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