miércoles, 14 de noviembre de 2018

El peligro de los menores inmigrantes no acompañados.



                                                                                   



Si la inmigración ilegal masiva e incontrolada que España, al igual que el resto de Europa, recibe es por si misma un serio problema, ahora nos encontramos con que dentro del contingente de inmigrantes ilegales que llega hay un grupo, cada vez mayor, que resulta especialmente problemático y que está causando serios problemas sanitarios y de orden público en nuestra España. Estoy refiriéndome al colectivo de los menores inmigrantes no acompañados, conocidos como MENAs.
El hecho de que por ley estos menores no acompañados obligatoriamente  hayan de ser internados en Centros de menores, de los que se suelen escapar, hasta que cumplan los dieciocho años en que son puestos en la calle está dando lugar a que la población española haya de afrontar una grave problemáticas que bajo ningún concepto tiene porque soportar. Y lo que desde luego es inaceptable es que las autoridades y las fuerzas de seguridad a sus órdenes colaboren directa o indirectamente a que esta grave situación siga produciéndose.
Especialistas señalan que en no demasiado tiempo nuestro país se verá sometido a una violencia generalizada  que derivará de bandas de estos MENA que coparán las calles de nuestras ciudades y de nuestros pueblos.

Estos menores inmigrantes por regla general llegan a España a bordo de  patrulleras de la Guardia Civil, en embarcaciones de Salvamento Marítimo o de las O.N.G.s, cuando no en pateras o burlando los controles fronterizos terrestres dentro de camiones o ferrys procedentes de Marruecos, de Ceuta o Melilla.

                                                                  
       



Aunque los medios de comunicación y los miembros de las entidades encargadas del auxilio sanitario y/o social, puedan sentir un especial interés y cuidado hacia estos menores, esto no puede dar lugar a justificar e incluso disculpar las conductas de estos menores. Y es que no se puede perder de vista que la estancia de estos menores no acompañados entre nosotros constituye un peligro cierto que deriva de la ilegalidad de su situación, de las decisiones tomadas por sus familias al entregarlos a las mafias y de su responsabilidad personal al actuar de modo delictivo. Y esta afirmación no es fruto de ningún tipo de prejuicio ideológico racista o xenófobo, sino que deriva de la toma en consideración de los sucesos protagonizados por estos menores y de aplicar un pensamiento lógico que lleva a concluir que estas personas, desarraigadas socialmente, sin empleo ni capacidad económica que les permita un sustento mínimo y una vivienda, personas con una concepción cultural, si se la puede llamar así, opuesta a la del país al que llegan terminarán recurriendo a la delincuencia o a la prostitución, y que al ver que no se cumplen sus fantasiosas expectativas  transformaran la decepción en rencor hacia los que piensan que les hacen llevar una vida distinta a la que habían imaginado.
                                                                          

 Y por último ese rencor se transformará en odio hacia los miembros de la sociedad que los recibe, un odio  del que serán víctimas especialmente las mujeres, puesto que para su primitiva cultura cultura no pasan de ser meros objetos de placer que han de plegarse a la voluntad de los hombres.

                                                             
         

 Para el odio que han desarrollado, la violación y el abuso de las mujeres es una manera de vengarse de lo que la sociedad de acogida, la española en nuestro caso, supuestamente le ha hecho al no cumplirse las quiméricas esperanzas que pensaban encontrar al llegar a nuestra patria.

Pero para colmo de males nos encontramos que estos menores traen una serie de problemas sanitarios que pueden contagiar tanto a los encargados de ayudarles médicamente, a la policía y guardia civil que los socorre o detiene como a la población.

                                                           
       


Hay algo que salta a la vista, y es que esas feministas que salieron a las calles en el caso de "la manada" para gritar "yo si te creo" o para oponerse a lo que llaman heteropatriarcado, nada dicen cuando los que violan son inmigrantes no blancos.

                                                              

Como ciudadano exijo que las autoridades tomen las medidas precisas para frenar su llegada e impedir que anden sueltos por las calles, de igual modo exijo que la guardia civil y las embarcaciones de las ONGs no sigan trayendo más y más inmigrantes ilegales, muchos de ellos menores no acompañados, a nuestros puertos.

                                                                    


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