domingo, 27 de agosto de 2017

La oración y la cruz frente al terrorismo yihadista.



                                                                             

Las muertes que se vienen produciendo en nuestras ciudades como consecuencia de los ataques terroristas que llevan a cabo los musulmanes yihadistas seguidores del salafísmo wahabí no son consecuencia de guerra alguna, y no lo son desde el momento en que sólo existe un grupo que asesina y otro que es asesinado, sin que por parte de estos últimos se produzca acción defensiva de ningún tipo.

Si nos planteamos la realidad de las cosas hemos de reconocer que cualquier respuesta por parte de las sociedades occidentales, al menos en las circunstancias actuales, está abocada al fracaso. Y esto es así debido a que en estos momentos el combate por nuestra parte tan solo se podría llevar a cabo en el campo material (policial, militar o de inteligencia) dejando de lado el combate fundamental que no es otro que el espiritual o religioso.

 Y digo que esta lucha espiritual no la puede llevar a cabo sociedad debido a que hace ya un par de siglos Occidente han dejado lado todo lo referente a la cuestión espiritual, y muy especialmente todo lo relacionado con el cristianismo.
Con el solo silencio, los aplausos y las flores no se consigue nada.

                                              


En otras palabras, la sociedad humana occidental ha roto con su identidad cristiana, ha renunciado a la cosmovisión que deriva del cristianismo. Una cosmovisión que es la que ha permitido que se desarrolle en Occidente la libertad y el libre albedrío, del mismo modo ha llevado a una dignificación tanto del hombre como de la mujer, una dignificación consecuencia de considerar al ser humano imagen y semejanza de Dios.

De otro modo el ser humano dejaría de tener valor en sí mismo y la mujer, sin la concepción de la Santísima Virgen María, no pasaría de ser un instrumento al servicio del hombre que carecería de dignidad y valor propio.

Siempre se acude al manido mantra de que la finalidad de los terroristas yihadistas es acabar con la democracia y con nuestro estilo de vida, y esto es cierto siempre y cuando a continuación se tenga en cuenta que ese estilo de vida es consecuencia del cristianismo, y que es lo que realmente persigue y busca el islamismo radical es  destruir esa cosmovisión cristiana que nos ha llevado a la libertad, a la dignificación del ser humano y a una forma de vida radicalmente más evolucionada que la que deriva de un Islam que niega la libertad, la dignidad y la Verdad.

Y que decir de la democracia, ese otro elemento que persigue destruir el islamismo. Para referirnos a la democracia habría que clarificar que el término democracia no es unívoco ya que en él encontramos dos significados distintos que ahora pareciera que ahora se han asimilado.

Cuando se habla de democracia por un lado se hace referencia a una forma de gobierno, el gobierno de la mayoría, y por otro se refiere a una concepción política que sostiene que la base legal, y por tanto la estructura ética dependerá de lo que la mayoría señale.

Como ya se ha señalado con anterioridad actualmente ambas posiciones son consideradas como una realidad inseparable.

 Es decir, la democracia no sería otra cosa que una concepción liberal que niega la existencia misma de la Verdad.


Y desde este punto de partida nihilista en el que estamos sumergidos el combate contra el terrorismo  del islamismo salafista lo tenemos perdido  antes de iniciarlo. La guerra la tenemos perdida ya que  el vacío tiende siempre a llenarse, y cuando una dimensión que forma parte intrínseca de la realidad humana cual es la espiritual es vaciada por la ideología liberal  y la concepción nihilista estamos dando paso a cualquier visión religiosa o espiritual, cual puede ser el Islam radicalizado para aquellos musulmanes que vivan entre nosotros, sean de primera generación e incluso anterior.

La cuestión no está tanto en la integración social de los musulmanes cuanto en aportarles una base espiritual o religiosa que les sirva para saciar el hambre de transcendencia que todo humano tiene y que ellos han perdido al haber abandonado su entorno identitario, y lo que es peor, que no pueden sustituir por una visión espiritual de la que ahora carece una civilización occidental nihilista, liberal y atea.

Pero no se trata sólo de frenar los ataques sino también de fortalecer a la población que es atacada para que luche, y nada fortalece más que la vivencia de una realidad espiritual e identitaria que conforme nuestro ser espiritual y que se ve atacado.

                                                 





ES HORA DE SUSTITUIR LAS FLORES POR CRUCES Y LOS SILENCIOS POR ORACIONES.

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