En cuanto se produce un atentado yihadista
promovido y/o reivindicado por el autoproclamado Estado Islámico, Daesh en
árabe, inmediatamente el presidente del Gobierno y el Borbón envían telegramas
de repudio contra el atentado y de condolencias hacia las familias de las
víctimas y el pueblo del país afectado, pero por
mucho que ese mensaje de pésame se repita no por ello cambiará la realidad de
que el Estado español está facilitando armamento que, aunque sea de manera
indirecta, llega a manos de esos terroristas que combaten a nuestra civilización
y nos atacan.
Resulta
inaceptable el grado de hipocresía derivado de vender armas a ciertos países
cuando se sabe que esas armas terminarán formando parte de los arsenales de esos
mismos que llevan a cabo los atentados que posteriormente serán lacrimógenamente
condenados por las mismas autoridades que han permitido, cuando no promovido,
ese criminal comercio.
Cuando hablo
de este criminal e hipócrita comercio estoy refiriéndome a la venta de
armamento que España hace a Arabia Saudí y todo lo que ello lleva aparejado.
Hay que
señalar que el autodenominado Estado Islámico, ISIS o Daesh, recibe gran apoyo
económico, militar y de voluntarios procedente de la monarquía de los Saud, del
mismo modo que es preciso señalar que la ideología que dirige y moviliza a los
terroristas yihadistas takfiríes tiene su origen en el wahabismo, un movimiento
radical procedente de Arabia Saudí, se trata de una corriente
político-religiosa sunní de la escuela hanbalí que fue creada en el siglo XVIII
por el líder extremista religioso Muhammad ibn´Abd al-Wahhab.
En un
principio esta interpretación, extremadamente rigorista y combativa del islam,
estuvo circunscrita a la mayoría sunni de Arabia Saudí.
El wahabismo se caracteriza por su rigor en la
aplicación de la Sharía, ley islámica,
buscar la restauración de un Islam sin ningún tipo de desviación o
contaminación y por un fanático deseo de expansión por todo el mundo para lo
que se sirven de los medios religiosos que les aporta el dinero saudí como la
lucha violenta. El auge de esta interpretación se debió a la temprana relación
de esta con la casa de Saúd y al apoyo mutuo que se dieron. Pero fué a partir
de los años 70 cuando el wahabismo se extendió por todo el mundo gracias a la
enorme financiación que ha recibido de Arabia Saudí para crear mezquitas, escuelas
coránicas y publicaciones a través de las cuales extender esta visión.
Aunque para
entender la extensión por el mundo árabe desde hace dos décadas hay que tener
en cuenta que en los países musulmanes donde gobernaba o tenía gran
implantación el partido Baaz el wahabismo no había logrado implantarse, pero fue
a partir de los años 90 con el derrocamiento de los regímenes de Sadam Hussein
en Irak y de Gadafi en Libia que logró expandirse por todo Oriente Medio.
Y al igual
que entonces ocurrió con los regímenes señalados de Irak y Libia, ahora otros
regímenes también refractarios al wahabismo como son los de Siria e Irán pretenden ser derrocados por las potencias occidentales.
Es esto casualidad o se trata de un nuevo
intento de dividir y anular a las potencias árabes para de
este modo fortalecer al Estado sionista de Israel, aún a costa de poner en
serio peligro a las sociedades europeas.
El wahabismo
ha sido denunciado internacionalmente como fuente del terrorismo global que
ahora nos golpea. De hecho los miembros y seguidores del autodenominado Estado
Islámico, Daesh, son considerados por
gran parte de los musulmanes como takfiríes (apóstatas), ya que se enfrentan y
persiguen igualmente al resto de musulmanes chiitas o sunnitas no wahabíes.
Según datos obtenidos
de un informe publicado por el ministerio de economía bajo el título “
Estadísticas españolas de exportación de material de defensa, otro material y
de productos y tecnologías de doble uso” entre enero y junio de 2016 el total
de ventas de armas de España a Arabia Saudí ascendió a116,192 millones de euros.
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