Quisiera en
primer lugar disculparme por la extensión de la presente entrada, pero no he
encontrado la manera de expresar lo que pretendo transmitir de una manera más
corta.
Y en segundo
lugar, antes de comenzar a leer el artículo me gustaría dejar bien claro que mi posición para nada se
aproxima al yihadismo o a posiciones
musulmanas, de hecho soy católico, no querría que nadie dedujese que con el
presente artículo trato de justificar las actuaciones yihadistas o criticar
las reacciones más que justificadas de la sociedad occidental ante los ataques
takfiríes.
Estamos
inmersos en una espiral diabólica en la
que los sionistas talmúdicos nos han metido y de la que nos resultará sumamente
difícil poder salir.
Los hijos del diablo de la sinagoga de Satanás,
son palabras de Jesucristo que suscribo absolutamente, han actuado con la sagacidad de una serpiente para
levantar odios insalvables sirviéndose de las diferencias existentes entre
cristianos y musulmanes, entre chiitas y
sunnitas, entre árabes y persas, etc. La
finalidad de esta estrategia no es otra que crear una inestabilidad en Oriente
Medio y un caos que se extienda por toda Europa, llevando a todo el mundo
Occidental a un enfrentamiento con el mundo musulmán, un enfrentamiento que permita que una vez haya finalizado este, el
agotamiento militar, económico y moral de la población permitirá que el “pueblo
elegido” lleve a que todos los que los sionistas consideran sus siervos, es decir la humanidad entera según señala el Talmud, se rinda a sus pies y le sirva.
Para
combatir este diabólico plan resulta fundamental que todas las facciones
enfrentadas a causa de este maléfico plan sean conscientes de que el verdadero
enemigo no se encuentra en la cruz o en la media luna, en si eres chií o sunní
o en si su origen es árabe o persa.
El verdadero
enemigo, está en el judaísmo talmúdico y en el sionismo.
En estos
momentos resulta urgente superar el enfrentamiento que los judíos talmúdicos
han provocado, y resulta perentorio puesto que están consiguiendo sus planes al
extender el odio intergrupal e interreligioso de manera que a no mucho tardar
puede agravarse tanto la situación que surjan episodios que den lugar al
enfrentamiento bélico generalizado que buscan.
El primer paso, y nada sencillo, es comenzar a
refrenar las actitudes ofensivas y las reacciones defensivas que los sionistas han logrado
instaurar entre los diferentes grupos diferenciados, y esto sólo será posible
si todos nos hacemos plenamente conscientes de que nuestras posiciones
defensivas u ofensivas, nuestras mayores o menores diferencias y los conflictos
que estos provocan nos están convirtiendo en peones al servicio de la
estrategia sionista.
Para ser
absolutamente sincero he de reconocer que incluso siendo consciente de todo lo
señalado, me resulta muy difícil afrontar este tema en los momentos actuales, y
me resulta tan complicado debido a que los cristianos de gran parte de Oriente
Medio y la población general de Europa se encuentra sometida a acciones criminales
desarrolladas por yihadistas y takfiríes de confesión musulmana, todo lo que
acontece me lleva a comprender e incluso compartir las reacciones defensivas o
de venganza que surgen entre occidentales en general y europeos en particular.
Pero cuando
considero de un modo más global esas respuestas defensivas e incluso esa
inclinación fóbica hacia todo lo musulmán me doy cuenta de que sin pretenderlo
estoy empezando a formar parte del plan que talmúdicos y sionistas han
pergeñado, y como para nada quiero convertirme en títere al servicio de esos
diablos trato de hacer una reflexión y de actuar de manera distinta a la que
los de la sinagoga de Satanás pretenden.
Como
podremos comprobar en las siguientes
líneas, no ha habido una mayor colaboración con el proyecto sionista y con la
estrategia talmúdica que la política desarrollada por la monarquía británica.
Lo cierto es
que las maniobras políticas, militares, diplomáticas y de inteligencia que la
Gran Bretaña desarrolló en los siglos XIX y XX se han movido de modo casi
exclusivo por el interés de mantener su mermado poderío imperial y asegurar las
rutas de comercio entre las colonias y la metrópoli.
Con tal de
lograr esos objetivos no han dudado los hijos de la pérfida Albión en hacer uso
de la mentira, prometer cosas que sabían que no cumplirían, promover la
invasión de territorios robándoselos a sus milenarios pobladores, y más
recientemente crear grupos y políticas extremistas con el fin de desestabilizar
Oriente Medio.
La corona
británica (siempre dominada por el sionismo financiero de la City), con tal de
salvaguardar los restos de su imperio, jugó
con el deseo árabe de constituir una nación, los británicos les
prometieron todo lo que los árabes deseaban sabiendo que no se lo concederían.
El primer
paso de este camino de mentiras y falsos compromisos lo encontramos en el
acuerdo Sykes-Picot, acuerdo secreto firmado en Marzo de 1916 entre el gobierno
de la Gran Bretaña y la tercera república francesa con el fin de definir las
esferas de influencia de ambos países en el Próximo Oriente en caso de que en
la Primera Guerra Mundial la triple entente obtuviera la victoria sobre el
Imperio Otomano. El conocimiento público en 1918 del acuerdo secreto al ser
publicado en la Rusia soviética hizo montar en cólera a los árabes, en especial
al rey Jusayn (Jerife de la Meca) al que por correspondencia oficial se le había
prometido la creación de una nación árabe de la que él sería jefe. Pero como señalaba el acuerdo secreto Sykes-Picot,
tras la victoria en la Primera Guerra Mundial y la destrucción del Imperio
Otomano los compromisos del acuerdo de reconocer una nación árabe fueron incumplidos totalmente tanto por
Francia como por Gran Bretaña.
Ambas
potencias lo que hicieron fue repartirse los territorios de Oriente Medio, y es
de esta división, de la ausencia de la nación árabe prometida tras la caída del imperio otomano, de donde
provienen gran parte de las tensiones que desde hace décadas se vienen produciendo violencia en Oriente
Próximo. Aunque como veremos la creación del Estado judío a expensas de los
palestinos fue la principal puntilla para el agravamiento de todo el asunto.
A este
respecto la declaración de Barfout resultó fundamental.
Esta
declaración, del 2 de Noviembre de 1917, fue una declaración formal del
gobierno británico en una carta firmada por el Secretario de Asuntos Exteriores
británico (Arthur James Barfourt) y dirigida al líder de la comunidad judía en Gran Bretaña (barón Lionel Walter
Rothchild). En esta declaración el gobierno británico se mostraba favorable al
establecimiento en Palestina, bajo control británico, de un hogar nacional para
el pueblo judío, señalando también que no se verían mermados los derechos de
las comunidades previamente establecidas en Palestina. Aquí encontramos el
origen del conflicto judío-palestino.
Resultó de suma importancia la influencia que el
gobierno británico atribuyó al poder judío, sobre todo para conseguir la
entrada en la guerra mundial, la primera, de los Estados Unidos.
Además, el
gobierno francés reaccionó el 4 de Junio de 1917 cediendo a las sugerencias
sionistas, firmando el ministro de Asuntos Exteriores francés la conocida como
Declaración Gambón, en la cual el gobierno de Francia mostraba su simpatía
hacia la implantación en Palestina de un hogar nacional judío.
No hay que
perder de vista que tras la declaración Sycket-Picot los británicos enviaron a
un representante, el comandante David George Hogarth, afirmando que la libertad económica y
política de la población palestina no estaba ni estaría en cuestión.
Más tarde
tras la Revolución Árabe los árabes se hallaban en proceso de construcción de su propio Estado, rechazando
en un congreso realizado en Damasco la pretensión de convertir la parte sur de
Siria, Palestina, en una especie de Estado sometido a la corona británica
nacional para los israelitas. De otro lado la comunidad judía en Palestina
reclamó la aplicación de Balfour desde el mismo momento en que Palestina fue
ocupada militarmente por Gran Bretaña.
La cuestión
fue que Gran Bretaña se negó a hacer aquello a lo que se había comprometido en
el citado acuerdo, a lo que los judíos contestaron con acciones subversivas y
terroristas contra la población y las tropas inglesas. Las acciones terroristas
las llevó a cabo un grupo judío denominado Irgún, el cual realizó gran cantidad de
asesinatos creando un auténtico estado de terror llegando a volar el hotel Rey David, en el que fallecieron 92 personas,
16 de ellas judías.
La élite
sionista pergeñó entonces un plan que fue publicitar el holocuento, el supuesto
asesinato de 6.000.000 de judíos a manos del III Reich durante la Segunda
Guerra Mundial, curiosamente no se dijo absolutamente nada de este supuesto
genocidio. Desde los Juicios de Nüremberg hasta 1960 en que durante el juicio
contra Heichman fue presentado por un escritor de novelas pornográficas
centradas en el supuesto holocausto, silencio absoluto. De esta manera la victimización del pueblo
judío y la culpabilización, por acción u omisión, de la población alemana en
particular y mundial en general llevó a que el 14 de Mayo de 1948, coincidiendo
con la finalización del mandato británico en Palestina y con el sabbat, se creó oficialmente el Estado de Israel en el nº 16 del bulevar Rothchild.
Un año antes la O.N.U. había señalado que se debía ser creado.
Un año antes la O.N.U. había señalado que se debía ser creado.
En ese
momento comenzó un tiempo de terror que dura hasta nuestros días, un tiempo en
el que la población autóctona de Palestina, que llevaba viviendo en esas
tierras desde hacía milenios, fue expulsada
por la fuerza de las armas y mediante la aplicación del terror más abyecto. Las
directrices de la O.N.U. que señalaban la existencia en Palestina de dos
Estados: uno árabe y otro palestino fueron absolutamente violadas, ocupando
poco a poco los sionistas más tierras de las correspondientes al Estado
Palestino, llegando al punto de que a día de hoy la población palestina se
encuentra en el territorio de la franja de Gaza. Continuando los sionistas
talmúdicos aterrorizando a la población
mediante asesinatos y torturas
generalizados, detenciones de menores, bombardeos y ataques aéreos. Todo esto
ante el silencio cómplice de la población y los medios mundiales.
Pese a todas
estas terroríficas barbaridades se puede ver como Arabia Saudí resulta de facto
un aliado fiel del Estado judío. Refiriéndonos a esto el lector no debe perder
de vista que Arabia Saudí es un aliado esencial de un país que es dirigido por
el poder de Israel y sus lobbys, tampoco olvidar que existe un eje anglo-saudí creado como un
intercambio directo de petróleo por
armas y por haber permitido que reine la familia Saud.
Para que la
visión del escenario sea clara hay que tener en cuenta que quienes desde hace
siglos controlan y dirigen la política británica son los banqueros judíos,
especialmente la familia Rothchild
El primer
paso del enfrentamiento lo crearon al enfrentar
al común de los musulmanes con la monarquía saudí.
De hecho
Arabia Saudí con sus grandes riquezas derivadas de sus inmensas reservas de
crudo se ha convertido en la mayor exportadora mundial del radicalismo
islámico, concretamente del Wahabismo, y el mayor apoyo económico que tiene todo el terrorismo
yihadista, tanto en Próximo Oriente como en
Europa.
Creo que
estos datos ponen negro sobre blanco cual es el origen último del terrorismo
yihadista.
Nos
centramos nuevamente en Gran Bretaña, que repetimos está controlada por el
sionismo financiero de los Rothchild y la política sionista en general.
Pues bien,
la estrategia de la monarquía británica para mantener su dominio colonial y el
control sobre las rutas que les permitan comerciar con las distintas colonias
se ha basado y continúa basándose en la
desestabilización de Oriente Medio, en
evitar que existan estados-nación que puedan constituir entidades sociales y
políticas soberanas que puedan resultar difíciles de controlar.
Para lograr impedir la constitución de nuevos
estados-nación y acabar con los ya existentes en estas zonas la estrategia
seguida es el de dividir y confrontar las poblaciones, para ello nada mejor que
exacerbar la diferencias existentes en los pueblos o en las derivadas de las
creencias religiosas.
En las
primeras décadas del siglo pasado los servicios de inteligencia británicos, MI
5 Y MI 6, actuaron en los países de
Próximo Oriento alentando e implantando grupos y corrientes de islamismo
radicalizado. Así por ejemplo ayudaron en la creación en Egipto de los Hermanos
Musulmanes y en la posterior difusión de este y de grupos parecidos. De este
modo se desestabilizaba la zona y se enfrentaba a la población musulmana.
En la actualidad es cuando se ha puesto en
funcionamiento de una manera más abierta esta estrategia sionista de
enfrentamiento para crear finalmente un Nuevo Orden Mundial, judío por
supuesto.
En los
últimos años hemos asistidos a los derrocamientos y asesinatos de todos
aquellos líderes de las naciones con regímenes aconfesionales, que
“casualmente” tenían unas economías no controladas
por los Rothchild al carecer de Bancos Centrales sometidos a la banca judía
internacional. También fueron derrocados y/o asesinados todos aquellos que
intentaron salirse de la dictadura monetaria del dólar.
Siria y
Bashar Al-Asad es objetivo de ese derrocamiento al mantener un régimen aconfesional
y sin Banco Central, además de carecer de deuda nacional con el sistema
vampírico judío internacional. Pero refiriéndonos a lo que tratamos en este
artículo hay que señalar que el régimen sirio permitía y favorecía una
convivencia pacífica entre cristianos y musulmanes y entre chiitas y sunnitas. Esta era una realidad que
la mafia jázara no podía permitir. En el tema de Siria por supuesto entran en
juego otras razones como la del oleoducto procedente de Irán que para llegar al
Mediterraneo habría de pasar obligatoriamente por Siria, cosa que no conviene
ni a Israel ni a su marioneta Estados Unidos puesto que si entrase en
funcionamiento ese oleoducto Irán adquiriría una grandísima potencia económica,
se rompería el valor del bloqueo y aumentaría el “peligro” para Israel y por
tanto para los EEUU. Pero el caso de Siria parece distinto a los otros
señalados, puesto que los ataques militares, terroristas y diplomáticos que
viene recibiendo el país desde hace más de cinco años parecen no obtener
resultado positivo alguno.
Los casos de
Irak y Libia son prácticamente similares en lo que hace al intento de salirse
del patrón dólar y entrar en una moneda sometida exclusivamente al patrón oro,
también son similares al tener regímenes que mantenían una perfecta convivencia
entra las distintas corrientes religiosas y a la independencia respecto a los
poderes financieros sionistas.
Por
desgracia el fin de los líderes de Irak y de Siria: Sadam Hussein y Moamar Gadafi
fue el mismo, fueron derrocados y posteriormente asesinados.
En estos
últimos años, provocando la guerra en Siria y tratando de crear una división en
todo Oriente Medio, el eje anglo-saudí, Israel, Estados Unidos y sus palmeros
de la OTAN, han puesto en marcha toda una serie de grupos yihadistas takfiríes.
Se supone
que estos grupos buscarían, al menos en principio, acabar con el régimen
“dictatorial” de Bashar Al Assas. Pero ni de lejos se trata de ello.
El
autodenominado Estado Islámico (ISIS,ISIL o Daesh en árabe) es un grupo
terrorista takfirí que promueve una visión absolutamente radical y textual de
las enseñanzas coránicas, fundamenta parte de su formación religiosa en las
enseñanzas wahabíes que se enseñan en
las madrasas costeadas por Arabia Saudí, recuérdese que Arabia Saudí es aliada
prioritaria de Gran Bretaña y de Estados Unidos, y que ambas están sometidas
económica y políticamente a Israel.
Daesh es
mayoritariamente sunnita , y se enfrenta tanto a chiitas como a cristianos.
ISIS es una
creación, esto ha sido reconocido tanto
por Hillary Clinton como por los cables presentados por Snouden, de los
servicios de Inteligencia de EEUU, de Arabia Saudí y del Mossad Israelí.
Recibiendo una cobertura económica procedente de Arabia Saudí y de las
monarquías árabes, en especial de Qatar y Kuwait.
Además de la
lucha contra el régimen de Bashar Al Assad y la lucha contra Hezbollá, uno de
los mayores enemigos con los que se enfrental el Estado terrorista de Israel,
Daesh está consiguiendo enfrentar
cruelmente a musulmanes y a cristianos. Además están logrando que se reproduzca
el funcionamiento acción-reacción para crear un odio insalvable entre ambos.
Los
takfiríes formados en las madrasas
creadas por Arabia Saudi y compuestos por radicales, salvajes criminales
y mercenarios asesinan, torturan y atentan contra occidentales de modo que la
reacción, lógica por otro lado, es desarrollar un odio hacia todo lo musulmán o
realizar acciones militares de represalia contra países musulmanes o árabes.
Ataques que a su vez incrementan el odio antioccidental y anticristiano.
Estos mismos
takfiríes mueven al enfrentamiento entre sunníes y chiitas pues ven a estos
últimos como enemigos del Islam. De este modo movilizan el odio entre los
países árabes e Irán.
El grupo que
desde mi punto de vista ha tomado plena conciencia de la estrategia que está
utilizando el sionismo y a la que nos hemos venido refiriendo es el grupo de
resistencia libanés Hezbollá, el cual combate
tanto a los takfiríes del ISIS
como a las tropas israelíes, un grupo que cuenta entre sus filas tanto a una
mayoría de chiitas como a unidades formadas por cristianos. El líder de este grupo, Nasralá, ha recibido
el agradecimiento público de la jeraquía de cristianos del norte de Irak por
defenderlos de Daesh.
No hay que
olvidar que mientras que el Corán considera que Jesús fue el último gran
Profeta antes de Mahoma y reverencia a la Santísima Virgen Maria, para el
Talmud Jesucristo fue un mago bastardo hijo de una ramera que arde eternamente
entre excrementos.
No sé
exactamente como se puede poner freno a la estrategia que el sionismo
internacional está desarrollando con tanto éxito, pienso que el primer paso es
ser consciente de que estamos siendo
manipulados, el segundo evitar entrar en esta
diabólica rueda en la que la crítica y el odio hacia todo lo musulmán o
árabe sólo le da armas al verdadero
enemigo, y en tercer lugar debemos informar de esto a nuestros amigos y
contactos.
Y nunca
olvidemos que los islamistas radicales son UN problema, pero los sionistas son EL
problema.
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