Europa padece,
y España no se libra de ello, una situación tan grave que determinará la
continuidad de ella como realidad histórica, como civilización y como realidad
racial, unas realidades que han marcado y aún marcan el zenit de la humanidad.
La causa de
esta situación es el movimiento migratorio, verdadera invasión, que se viene produciendo
en los últimos años hacia nuestro
continente. Se trata de un movimiento humano proveniente del Magreb, del África subsahariana y
de Medio Oriente, compuesta por una población mayoritariamente musulmana y de constitución
racial y costumbres muy distintas a las europeas. Hay que tomar en
consideración el hecho de que la base de
toda cultura y derivada de ella de toda civilización es la religión, con lo
que la civilización musulmana y la
derivada del cristianismo son como el
agua y el aceite, que nunca podrán mezclarse, como mucho vivir
juntas pero segregadas.
La invasión
señalada es a mi entender algo que está perfectamente planificada por la élite oscura con
el fin de alcanzar una serie de objetivos que ellos mismos han dado a conocer y
que no han escondido, otra cosa es que la población general, al estar cegada
por el consumismo, por los prejuicios de lo políticamente correcto, por la
televisión basura y por unos medios de comunicación dedicados a falsificar la
realidad con sus abiertas mentiras o con sus cómplices silencios, no se halla
percatado de ello ni tenga intención de conocer la realidad de las cosas.
Las
intenciones últimas para Europa de la élite las
expuso clara y abiertamente el príncipe Richard Coudenhove-Kalergi en
los años veinte del pasado siglo.
Este individuo dejó establecido en sus
escritos paneuropeístas que la raza blanca europea debería ser anulada como tal
puesto que se trata de una raza indómita y dotada de una fuerte identidad queresulta muy difícil de someter al
gobierno que consideraba debería regir los destinos de la humanidad.
Para acabar
con esta problemática consideraba que la única solución era someter a Europa y
a su pueblo a un grado de mestizaje que diese lugar a una raza de mestizos
racialmente maleables y carentes de una
identidad concreta. Es lo que se ha dado en llamar el Plan Kalergi, siendo la
finalidad de este, en palabras de él mismo anular la resistencia blanca europea
para poder someter al mundo al dominio
de una élite judía.
El
paneuropeísmo de Kalergi y su plan han sido absolutamente adoptados por los
jerarcas de la Unión Europea, sólo así puede entenderse la actitud suicida de
la U.E. con esa política de puertas abiertas y el efecto llamada que produce
ofrecer trabajo, asistencia social y educativa gratuita a todo aquel que llegue
a nuestras fronteras.
Pero
considero que lo que más puede llegar a agravar, más si cabe, esta verdadera
invasión de foráneos con cultura, fe e identidad distinta a la nuestra es su
nacionalización. Y digo que lo puede agravar dado que cuando se nacionaliza a una persona se le
están concediendo automáticamente una serie de derechos que provocarán cambios en la economía, en la política y en
la legislación de nuestras naciones llevando a que nuestra realidad e identidad
acabe en poco tiempo, y me explico:
Los
cambios en la economía de la entidad nacional derivarán de los
derechos que adquiere la persona nacionalizada, por ejemplo el derecho a una
sanidad gratuita, a una escolarización gratuita y obligatoria para sus
descendientes, derecho a recibir subsidio de desempleo mientras carezca de
trabajo y derecho a una vivienda digna con igualdad de derechos que los
naturales a la hora de competir con los nacionales que carezcan de ella.
En este
aspecto los recién nacionalizados siempre estarán en mejores condiciones a la
hora de conseguir la aplicación de esos derechos dado que por su deficiente
formación, por tener mayor número de hijos o por carecer de apoyo familiar
siempre recibirán las ayudas sociales,
también podrán hacer uso de los servicios
sanitarios sin haber cotizado previamente a la Seguridad Social, por no hablar
de que los subsidios por desempleo movilizaran a personas que no han cotizado y
que el dinero que cobren saldrá de España al ser enviado en una gran parte a
sus familias en el extranjero.
Cuando nos referimos a los cambios en la
política estos no ni mucho menos despreciables.
Cuando una
persona es nacionalizada adquiere el derecho a ejercer el voto en las elecciones generales, con lo que los
partidos políticos, tan “patrióticos” ellos, preocupados por permanecer o por
alcanzar la poltrona adecuarán sus programas electorales a lo que la población
demande. Y cuanto mayor sea el número de musulmanes se nacionalicen más se
acercarán los programas y la política a las costumbres y a la legislación
(Sharía) musulmana. De este modo ahora Londres es regida por un alcalde musulmán, con lo que muchas
normas y órdenes municipales se acercarán más a posiciones musulmanas que a las
propias de nuestra idiosincrasia.
Del mismo
modo hay una cuestión que no podemos pasar por alto, y es que la nacionalidad no puede ser tan
solo un trámite legal, sino que debe mostrar la pertenencia de un
individuo a la comunidad histórica,
cultural y moral que señala esa
condición legal.
Siguiendo
con todo esto vamos a establecer una
diferenciación, la nacionalidad de sangre y la nacionalidad de suelo.
La
nacionalidad de suelo es la que en la actualidad se aplica en España y en una
gran parte de los países que forman parte de la Unión Europea. La nacionalidad
de suelo toma como elemento fundamental para conceder la nacionalidad a una
persona el hecho de que haya nacido en el territorio nacional o que haya
permanecido en ese territorio una determinada cantidad de tiempo, trabajando o
no. Por lo general se toma en consideración también el tiempo que esa persona
tiene adjudicado ya un permiso de trabajo o estancia.
La
nacionalidad de sangre lo que toma en consideración es el hecho de que los
antepasados de la persona tuviese nacionalidad española, variando según las
distintas legislaciones si los antepasados nacionales sean sólo los padres, también los abuelos, una
tercera generación o más.
Yo creo que
si se toman en consideración los antepasados, es decir aplicando lo que hemos
dado en llamar la nacionalidad de
sangre, se evitarían de modo automático los problemas de integración y de identidad, puesto que los sujetos ya estarían
integrados y poseerían la misma identidad. Además la problemática racial no existiría
tal como si lo aparecería en el caso de
dar la nacionalidad a una persona por el mero hecho de haber nacido en un
territorio o por haber estado en él un
tiempo.
Si las
legislaciones de los distintos países europeos aplicasen el principio de la
sangre a la hora de conceder la nacionalidad a las personas, la ayuda que
recibe el nacionalizado tendría una base en la colaboración de sus
antepasados con el trabajo y los aportes
a la Seguridad Social, de igual modo el efecto llamada en parte desaparecería
puesto que la mera llegada a un país o
la estancia un tiempo no aseguraría tener derecho a ciertas ayudas.
Otra
cuestión que esos que se presentan tan humanitarios tendrían que tomar en consideración que la concesión de la
nacionalidad de sangre frenaría la llegada de mujeres embarazadas con el único
fin de que den a luz aquí y de este modo obtengan automáticamente la nacionalidad.
Para que con
la personalidad de sangre se obtuviesen los
beneficios antes apuntados, creo que habría que considerar obligatoria una antigüedad
de al menos tres generaciones.
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