jueves, 22 de mayo de 2014

EL TRÁFICO DE ÓRGANOS E ISRAEL.


                                                                                 




El victimismo judío provoca en el resto de la humanidad un irracional sentimiento de culpa.
Complejo de culpa que lleva a que muchos cierren los ojos ante las acciones, por execrables que estas sean, de estas víctimas perpetuas.


En esta entrada me quiero referir a un caso en el que el periodista sueco Daniel Broston puso de manifiesto en un artículo publicado en el periódico se su país, Aftonbladel, que durante los años 90 las IDF (Fuerzas de Defensa de Israel)  secuestraron jóvenes palestinos, y que al devolver los cuerpos de estos a sus familias estas se apercibieron de que carecían de órganos que habían sido extraídos para usarlos en trasplantes.

                                                                   



                                                                 


En el mismo artículo el periodista denunció  que en ocasiones las detenciones y posteriores asesinatos se producían con la única intención de  hacerse con órganos que destinar al tráfico.

Una vez que el periodista destapó las criminales  acciones israelíes,  la reacción que se desató se tradujo en una fuerte  polémica centrada en si la denuncia era debida o no a una actitud  racista y antijudía, no en lo terrible de los hechos que se señalaban.


La Embajada de Suecia en Israel puso el grito en el cielo calificando el artículo, no los  hechos que en él se referían, como “espantoso”, a la par que numerosas autoridades  israelíes lo conectaron con la “difamación de sangre” contra los judíos que se produjo durante la Edad Media.

La falta de regulación legal sobre el tráfico de órganos en Israel es un asunto peliagudo, pero  las noticias aparecidas en Suecia no movieron a que esa ausencia de regulación se subsanase por medio de alguna ley o decreto.
Las denuncias de Bostrom tampoco movieron a investigación alguna en el Estado judío, todo giró en torno a si se estaba a favor o en contra del periodista que las formuló.

La única entrevista que se realizó al periodista sueco partió la Red Palestinian Mothers.

La revista Economist  por su parte señaló que  entre los años 2001 y 2003 floreció en Sudáfrica una importante red de tráfico de riñones. Reclutándose a los donantes en Brasil, Israel y Rumania, con ofertas que iban de los 5.000 a los 20.000 dólares para visitar Durban y entregar allí el riñón.  Cada uno de los  109 receptores, de nacionalidad principalmente israelí, pagaron hasta 120.000 dólares por unas “vacaciones con transplante incluido”.

Según la agencia de noticias Inter Press Service (IPS) los receptores eran sobre todo israelíes, los cuales recibían reembolsos de los gastos de  los trasplantes citados por parte de sus compañías de seguros sanitarios, los reembolsos oscilaban entre los 70.000 y los 80.000 dólares.

Tras una investigación llevada a cabo el año 2004 por una Comisión legislativa del Parlamento de Brasil se llegó a la conclusión de que  al menos 30 brasileños habían vendido riñones a una red de tráfico de órganos humanos cuya principal fuente de financiación provenía de Israel.



Por mucho que el victimismo judío lo pretenda, la mala imagen que el Estado de Israel tiene en la actualidad no se basa en factores de tipo religioso o de discriminación de ningún tipo. Es su política de limpieza étnica contra el pueblo palestino, el incumplimiento continuo de todas las resoluciones de la ONU sobre la ocupación de territorios, el negarse a definir sus fronteras, la política racista que expulsa a los palestinos de sus tierras, los más de 1.500 palestinos asesinados, etc.

Y eso a pesar de que el común de la población desconoce que el racismo supremacista judío del Estado de Israel llega al punto de que la misma ley israelí condene el matrimonio entre personas judías y no judías o que sea legal aplicar torturas contra los palestinos, permite que los famosos “colonos” construyan en tierras que fueron robadas a los palestinos que las poseían.

Broston dirigió una carta al Jerusalem Post en la que indicaba su perplejidad por la reacción que su artículo había suscitado, señalando que el no  acusaba al ejército israelí de robar órganos, tan solo recogía  testimonios de familias palestinas que afirmaban que eso había sucedido, señalaba que Israel debía centrarse en buscar la verdad de lo que había ocurrido, en lugar de  atacarle a él.
Pero la soberbia  del Estado judío  le  hace verse por encima del bien y del mal y no tener cuentas de sus acciones ante nadie.

Según  explica la agencia de noticias IPS antes citada, incluso los israelíes más críticos con las políticas de su gobierno cierran filas ante las críticas exteriores al considerarlas  como  hostilidad del mundo  hacia ellos.



Y la animadversión que poco a poco va ganándose el Estado judío  surge sin conocer asuntos tan escabrosos e inhumanos como este al que nos estamos refiriendo, ¿Cuál sería la actitud respecto a Israel del pueblo no judío si se conociesen aspectos tan deleznables como este?.

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