Desde que pasamos a formar parte de la CEE , posterior UE, más aún a partir del momento en que adoptamos el euro como moneda entrando así en lo que se denomina eurozona, y de un modo ya definitivo desde que nuestro país está de hecho intervenido, España se ha convertido en un protectorado por no decir una colonia, de los dueños de esa asociación de intereses económico-financieros que es la Unión Europea.
Pero aunque se nos vendiese que incorporarnos a Europa, como si antes fuésemos parte de África o de Asia, exigiría al principio una serie de sacrificios como fueron las reconversiones y la pérdida de una parte no pequeña del tejido industrial competitivo o la reducción de la producción de nuestra agricultura, ganadería y de la cantidad de pesca, la cosa no fue así.
Y no fue así puesto que esos sacrificios supuestamente iniciales no sólo se han alargado en el tiempo si no que España ha llegado poco a poco a perder cualquier tipo de soberanía económica e incluso política al habérselas cedido a las denominadas instancias europeas, instancias que supuestamente conforman todos los países que forman parte de la UE.
Y quiero en este punto hacer hincapié en el supuestamente arriba señalado, puesto que la Unión Europea a la que se ha sumado España es todo menos simétrica ya que hay dos países que son los que realmente dirigen el funcionamiento económico, y a través de este también el político. Me refiero por supuesto a Francia y a Alemania, al conocido eje Franco-Alemán.
Es así que las economías de ambos países son las que marcan los métodos a seguir, las exigencias y plantean los criterios que han de cumplirse.
Pero ocurre que las prioridades para las economías de estos dos países pueden no coincidir, como de hecho no coinciden, con las de otros muchos países y por lo tanto esa diversidad de prioridades precisa de unas actuaciones económicas también diferentes. Pero contrariamente a ello nos encontramos con que a pesar de la necesidad de que se implementen distintas políticas económicas en países con problemáticas diferentes lo que se pone en marcha es la uniformidad, eso sí una uniformidad que toma como punto de referencia las necesidades de los dos países antes señalados.
Francia y Alemania tienen como prioridades en el terreno económico el tema de la deuda y el déficit, cuestiónes estas que para España y los países mediterráneos no lo son tanto mientras que si lo es el nivel de desempleo. De ello se colige que las medidas a tomar para hacer frente a cuestiones distintas no podrán dar resultados positivos si se aplican tan solo las que están pensadas para afrontar unos aspectos diferentes.
Y ahora entramos en algo que agrava aún más la cuestión.
España, como país que forma parte de la eurozona al haber adoptado como moneda el euro y rechazado la peseta como moneda independiente, está sometida a las medidas de tipo monetario y financiero que marque el Banco Central Europeo.
El Banco Central Europeo no pasa de ser un cortijo al servicio de las economías francesa y alemana en el que el puesto de capataz, presidente del BCE, es siempre ocupado por alguien de esas nacionalidades y a su servicio claro. Al haber adoptado España el euro como moneda estaba desprendiéndose de la posibilidad de tomar medidas propias para salvaguardar su economía (depreciación de la moneda, marcar topes de inflacción, etc) y se ataba a las medidas que otros tomasen pensando no precisamente en los intereses españoles.
Se habla mucho de que estamos inmersos ahora en una economía más globalizada y menos amarrada a lo meramente nacional, pero esta afirmación no deja de ser una idea que se trata de difundir para de este modo evitar críticas hacia el status quo que rige los destinos europeos y callar cualquier voz discrepante. La triste realidad es muy distinta puesto que la política europea la mueve el eje franco-alemán a través del control monetario, de las altas finanzas y de la manipulación interesada de los criterios que exigen a los demás por medio de la manipulación de las calificaciones de riesgo. De esta forma se pueden hundir económicamente países y así poder dominarlos al imponer gobiernos que se amolden más fácilmente a las conveniencias del “núcleo central” de la UE.
El euro y la Unión Europea no dejan de ser elementos para esclavizar estados al arrebatarles poco a poco cualquier vestigio de soberanía.
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