Europa, mejor sería decir la Unión Europea , ha entrado en una crisis de la que muy difícilmente podrá salir ya que continúa pensando con los mismos parámetros que han determinado la crítica situación por la que atraviesa.
El error inicial fue partir de una visión meramente economicista y financiera, en realidad se estaba construyendo lo que Vintila Horia llamó “ la Europa de los mercaderes”.
El siguiente paso fue levantar sobre esa estructura económica una organización política. El problema es que esos cimientos que sirven de base para levantar cualquier tipo de edificio político carece de sustrato metafísico o histórico alguno.
Como decimos, a esa realidad mercantil se la quiso dotar de una organización política, pero la misma Constitución Europea que pretendía ser el anclaje político demostró que tan sólo los intereses económicos y geoestratégicos al servicio de ellos, encontrarían lugar en ese edificio que se estaba levantando.
La fuerza de la concepción económico-financiera y liberal hacía que ninguna realidad distinta a la económica pudiese servir como base de la estructuración de esa Europa que se pretendía levantar, buena prueba de ello es de que forma la Constitución Europea renegó de lo más profundamente constitutivo de Europa, tanto a nivel histórico como de cosmovisión de la realidad, que es el cristianismo al no citarlo siquiera como origen.
Pero es que para los constructores de la “nueva Europa” nada metafísico tiene cabida en ella. Esta entidad no pasa de ser una organización económica sometida en lo político a una concepción liberal-relativista.
Si consideramos la realidad que acabamos de presentar es sencillo colegir que la crisis económica que ahora atraviesa Europa no es si no la consecuencia lógica de la crisis de valores.
Al haber prescindido Europa de lo que en el fondo constituía su realidad más íntima se ha negado ella misma, y ocurre que la realidad económica, que también es parte de la realidad humana aunque no la única ni siquiera la primordial, no puede funcionar si no está puesta al servicio de un objetivo más alto distinto a ella misma. Es así que comienzan a surgir pugnas internas buscando el poderío económico y se permite que las finanzas internacionales dominen a los gobiernos considerados individualmente o a todos ellos en tanto conforman la Unión Europea.
De esta forma se ha llegado a un triple abandono:
-De un lado se ha abandonado el espíritu en aras de la economía.
-De otro los estados han abandonado su soberanía al cederla, tanto en lo económico como en lo político, a las instituciones de la Unión europea.
-Y por último la Unión Europea ha abandonado su influencia en el mundo en manos de las finanzas internacionales y ha puesto su política internacional al servicio de USA.
La solución a la crisis actual tan sólo puede alcanzarse invirtiendo tales abandonos, es decir:
-Recuperando un fondo moral que rija los comportamientos e influencias económicas.
-Haciendo que la soberanía política y económica descanse nuevamente en los países-nación, recuperando su capacidad de toma de decisiones políticas sin verse sometidos a las directrices de una entidad supranacional dirigida de hecho por los más fuertes económicamente.
-Rompiendo con la tiranía que las entidades bancarias, las agencias de calificación de riesgo y capitalismo internacional ejercen sobre una realidad humana como es la sociedad y sobre las naciones mismas.
Pero todo esto será absolutamente irrealizable si se mantiene una moneda común que de hecho rompe con la libertad nacional en la toma de decisiones que permitan economías individuales.
Resulta imposible si la política exterior europea continúa constituyendo una manera de homogenizar el comportamiento de las naciones europeas para servir a la política de los Estados Unidos y de sus intereses geoestratégicos.
Y tampoco será factible superar esta crisis si no se baja del pedestal en que se encuentra la finanza internacional y las bancas nacionales. En este aspecto se hace necesaria una verdadera revolución en el orden de las cosas, la cual ponga la riqueza al servicio de los pueblos y naciones en lugar de someterla a la exclusiva ley de la oferta y la demanda y de las entidades bursátiles y de crédito.
Cuando la Unión Europea deje de ser un mercado dirigido desde las finanzas y se mueva más por los valores y cuando los países recuperen su soberanía la crisis podrá pasar al olvido, mientras tanto será imposible.
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