La propiedad es algo intrínseco al ser humano, es una prolongación de su propio ser, pero profundicemos un poco en las definiciones que acabamos de apuntar.
El ser humano, como animal que también es, resulta ser el más indefenso y peor dotado para la vida natural de todos los existentes en la creación, puesto que ni dispone de velocidad suficiente para huir, ni para acercarse lo necesario a sus presas, y si por alguna circunstancia lograse acercarse lo necesario no está dotado ni de dientes ni de garras que le permitiesen darles muerte. Después, su dentadura tampoco es útil para desgarrar ni para cortar. Y que decir de un cuerpo que al no contar con una cantidad de pelo ni de tejido adiposo suficiente que le preteja de las inclemencias climatológicas le resulta más un problema que una ayuda en circunstancias climáticas adversas.
Pero se nos podrá apostillar, y con razón. que el ser humano en estado salvaje es primordialmente vegetariano. Cierto en una primera etapa, pero un grupo humano recolector, que por naturaleza es gregario, se encontrará con la necesidad de usar de elementos extraños para recoger y/o guardar las semillas o bayas que recoja.
Pues bien, de todo esto se colige la necesidad de la utilización por parte de los individuos humanos, ya sea como individuos o como grupo, de instrumentos que suplan sus carencias corporales para poder sobrevivir en la naturaleza.
Pero no es esta la única razón para el uso de elementos o herramientas, ya que tal y como se presenta la naturaleza, esta precisa de una serie de remodelaciones para que pueda suministrar además de alimento, vivienda, abrigo y seguridad.
Para que el medio externo pase de ser un peligro potencial que superar a convertirse en una fuente de alimento, de seguridad o un habitáculo adecuado, el ser humano deberá realizar una serie de transformaciones, las cuales a su vez precisaran de una actividad y de algunos elementos para poderla llevar a cabo.
Esta actividad necesariamente será realizada impulsada por una voluntad en busca de un fin previamente fijado, la cual será llevada a cabo por una o más personas.
Pues bien, tanto los elementos que permiten la transformación de la realidad natural en otra más acorde a las necesidades humanas, como el resultado de la acción volitiva del individuo o del grupo están vitalmente unidos al propio ser o grupo ya que de unos y de otros dependerán su pervivencia.
Es más, en todas las culturas surgen al describir el utensilio o el resultado de la acción los términos mío, tuyo, suyo. Y lo que es más importante, el fruto de nuestro esfuerzo y trabajo es sentido como propio tenido y defendido como tal.
La propiedad en el ser humano, como ser social que es se puede, y de hecho así aparece, mostrarse como algo común del grupo, de la cual todos disfrutan y en la que todos participan a la hora de conseguir ciertas necesidades vitales (ya sean estas de alimento, vivienda o defensa). Pero aunque la propiedad sea grupal, siempre lo es en contraposición al resto de los seres que no pertenecen al grupo de referencia.
Al superar numéricamente los grupos humanos las primigenias tribus y agruparse un mayor número de núcleos familiares, cada uno de estos núcleos guardaron para sí ese nivel de independencia que surgía (dentro de la comunidad grupal). De esta forma al ir creciendo el tamaño de la asociación de núcleos familiares, llegando al pueblo y después a las pequeñas ciudades, aparecieron más razones para que cada familia tuviese la forma y los elementos necesarios para poder ganarse la vida de una manera relativamente autónoma. Incluso cuando a finales de la Edad Media los núcleos humanos eran ya relativamente grandes y surgieron como modo de enfrentarse a esta aglomeración de pobladores y de artesanos, la ubicación por gremios, continuó la propiedad familiar como unidad básica de producción. Los gremios que tenía la virtud de por un lado aumentar el conocimiento mutuo de las técnicas de trabajo artesano, por otro de defender los comunes intereses comerciales y a la vez crear y aplicar un código propio.
Pero el verdadero problema para la propiedad surgió cuando debido en gran medida a los avances técnicos aparecieron maquinarias que podían manufacturar una mucho mayor cantidad de producto dejando de ser el artesano una competencia digna de tal nombre (al menos en el número, no así en la calidad) aunque al ser el precio del producto mucho menor terminó por vencer completamente la maquinaría al artesano familiar.
En esta situación aparece la necesidad de una fuerte inversión para poder hacerse con las maquinarias que lleven a cabo la producción industrial a la que nos acabamos de referir, fue y es un hecho que aparecen concentraciones monetarias (de capital) que estando fuera del alcance de la inmensa mayoría partirá o bien de inmensas fortunas o bien de agrupaciones de socios o accionistas que aportando una fuerte cantidad de dinero esperen después los beneficios sin implicarse directamente en la elaboración o en el trabajo, esto sería la sustitución del patrón trabajo por el patrón oro que surge de la acumulación de capital y que por otro lado tiene como consecuencia la ruptura de la relación directa entre la propiedad y el trabajador si nos referimos a su producción y manufactura. Como el mercado ha sido ocupado por el mayor número de productos que manufactura la industria la propiedad familiar directamente relacionada con su producción queda suprimida, siendo así que los antiguos propietarios pasan a constituir necesariamente mano de obra de la nueva industria, posteriormente y una vez rota la posibilidad de vivir del trabajo artesano propio serán/mos asalariados de sociedades o de la Administración.
Lo primordial será sustituir el patrón oro por el patrón trabajo, lo cual solamente será posible si de nuevo la propiedad poco a poco regresa a manos de entidades cada vez más pequeñas, a la familia , a las cooperativas o a propiedades mancomunadas que permitan que ese vínculo que existía entre el hombre y lo suyo de nuevo sea sentido como tal y que ese mismo hombre pueda vivir de su propio trabajo lo cual redundará en una mejor producción, un mayor equilibrio mental y una verdadera expresión de la propiedad, pues de otro modo con la concentración del capital se pierde cualquier sentimiento de propiedad
El mayor enemigo que amenaza la propiedad no es otro que el sistema capitalista, el cual acaba con ella desde el momento en que lo que hace es alquilar el esfuerzo del trabajador a cambio de un salario, pero le priva de los beneficios que de tal esfuerzo se deriva, pasando los beneficios producidos, de modo íntegro, a engrosar el patrimonio de los dueños de los medios de producción. Con lo que la relación del trabajador con el fruto de su esfuerzo desaparece.
Es así que si se quiere regresar a la verdadera propiedad se ha de acabar con el sistema capitalista que acaba con el patrón trabajo y lo sustituye por el patrón capital o moneda.
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