Por autoestima entendemos el valor y la competencia que nos adjudicamos, cómo nos consideramos a nosotros mismos.
Esta autoestima nos va a resultar fundamental a la hora de afrontar la vida, ya que si el juicio que tenemos sobre nosotros y nuestras capacidades es bajo, nuestra felicidad terminará por ser también reducida.
Llegados a este punto nos vamos a referir a algo tan fundamental como son las expectativas, las esperanzas que ponemos en conseguir algo, ya que dependiendo de ellas podremos bien elevar nuestra autoestima bien reducirla.
Dependiendo de aquello que nos propongamos como meta, nuestra conducta terminará positiva o negativamente. Si lo que nos proponemos o pretendemos conseguir resulta no estar a nuestro alcance vamos a ir de decepción en decepción , de fracaso en fracaso. Y cuando la decepción se termine convirtiendo en algo cotidiano, nuestra autoestima y confianza será cada vez menor, entonces evitaremos actuar, con lo que la autoestima seguirá bajando.
Es por esto que tenemos que amoldar nuestras expectativas a nuestras capacidades, siendo siempre preferible reducirlas para de esta forma alcanzar pequeños logros e ir elevando nuestra confianza, favoreciendo así nuevos intentos. Cuando debamos alcanzar algún objetivo que consideremos demasiado grande, es fundamental que nos propongamos submetas intermedias dirigidas a la meta principal, pudiendo así alcanzar aquella con más facilidad y conseguir mayores refuerzos.
Hay otra cuestión fundamental en la formación de la autoestima, es la actitud que las figuras paternas, los profesores y compañeros tienen respecto al niño, ya que esa actitud formará la autoestima infantil y determinará su desarrollo posterior.
Tanto padres como profesores deberán evitar juzgar al niño recurriendo a compararlos con otros, lo que han de hacer es reforzar cualquier logro y ante los errores, proponerles soluciones manteniendo una actitud positiva ante nuevos problemas.
Pero no todo lo que influye en nuestra autoestima va a depender lo que los demás hagan o dejen de hacer, ya que nuestra actitud frente a las cosas y nuestra forma de actuar resultan decisivas a la hora de enfrentar los fallos o considerar nuestras limitaciones.
Y es que el error a veces lo buscamos cuando nos exponemos a situaciones que no podemos enfrentar con mínimas posibilidades de éxito.
Los primeros que debemos cuidarnos somos nosotros mismo, y solamente aceptando nuestras limitaciones, que no significa dejar de intentar mejorar en lo posible, solamente considerando los errores como situaciones de las que podremos sacar enseñanza y permitiéndonos rectificar podremos hacer que las inevitables decepciones y errores terminen por convertirse en traumas. Los problemas debemos considerarlos como desafíos que intentaremos superar y que nos servirán de enseñanza para acometer otras realidades . El error es humano y la rectificación es sabiduría.
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