Con respecto a la problemática climática ahora
denominada cambio climático, antes calentamiento global y antes aun crecimiento del agujero de la capa de ozono nos encontramos con que desde el dos
al trece de diciembre se desarrollará en Madrid, bajo los auspicios de la
O.N.U., la XXV Conferencia Internacional del Clima.
Dado que no
soy científico ni experto en temas de climatología no osaré defender una u otra
postura respecto a la influencia de la actividad humana en el cambio que
objetivamente se está produciendo en el clima de nuestro planeta. Pese a ello
lo que si puedo poner de manifiesto es que entre la comunidad científica no
existe, ni mucho menos, unanimidad a la hora de aceptar el origen humano de los
cambios que se producen en nuestro planeta, ni siquiera en el hecho de que sea el
CO2 responsable de este.
Pese el silencio que guardaré respecto al tema no impide que mi sentido común, tras escuchar las razones de ambos, me lleve a inclinarme por una de ellas. Pero tal
y como señalé al principio soy lego en esta ciencia y por ello opto por guardar
silencio en este aspecto.
Ahora bien,
lo que he señalado anteriormente no es óbice para que como psicólogo y persona
que trata de analizar de manera crítica la realidad y los acontecimientos que me
rodean haga mención a un aspecto que parece pasarse por alto cuando se comenta
la Cumbre del Clima que se desarrollará en Madrid.
Como habrán
supuesto los lectores me estoy refiriendo al uso indecente que están haciendo
los defensores del dogma del Calentamiento Global de la adolescente sueca Greta
Thumberg.
Antes
Después
Esta chica
de tan solo dieciséis años para colmo padece un trastorno del espacio autista
denominado Asperqer, un trastorno que afecta la interacción social recíproca,
la comunicación social verbal y no verbal, provocando resistencia a aceptar el
cambio. De lo primero nos permite entender la razón por la cual siempre vemos a
Greta con un rictus de enfado y dando a
sus discursos e intervenciones públicas un tono agresivo y bronco.
Del segundo
punto señalado podemos suponer que esta adolescente no podrá administrar emocionalmente con un mínimo
de normalidad el inmenso peso mediático al que se ha visto, se ve y se verá
sometida, por los medios de comunicación internacionales y las multitudes que
se concentran ante ella. De hecho sus controladores han llegado a convencerla de que, tal y como dijo en una entrevista, que tenía superpoderes.
En esta situación la elaboración de una adecuada forma de asimilar ser el centro de atención de personas adultas de alta posición resultaría muy difícil para una persona adulta equilibrada, pero para una persona con transtorno autista y en pleno desarrollo afectivo-emocional se me hace muy muy complicado.
En esta situación la elaboración de una adecuada forma de asimilar ser el centro de atención de personas adultas de alta posición resultaría muy difícil para una persona adulta equilibrada, pero para una persona con transtorno autista y en pleno desarrollo afectivo-emocional se me hace muy muy complicado.
Todo el fenómeno
Greta, o de la niña verde como la llaman algunos medios, no es para nada fruto
de la casualidad o del esfuerzo de una adolescente. Forma parte de una
estrategia marcada por los poderes que verdaderamente controlan y dirigen los
gobiernos de nuestro planeta, una estrategia destinada a marcar un tipo
concreto de crecimiento económico e industrial que frene las economías de las
potencias emergentes, los B.R.IC.S., y estanque el de los denominados países
del tercer mundo.
Semejantes
objetivos han de esconderse a la población mundial puesto que resultan de todo menos
justos y aceptables. Y es en ese momento en el que aparecen esos argumentos
supuestamente ecológicos y dirigidos a salvar al mundo de una inminente
destrucción que se producirá a causa de la intervención humana.
Pero por lo
que se ve la publicidad y los discursos políticos no han sido suficientes para
lograr los objetivos que la élite se había marcado.
Y es en este
punto cuando esa élite oscura decide jugar la carta del sentimentalismo más rastrero,
jugar con la infancia de una niña para provocar empatía y de este modo tratar
de que a través de esa empatía se generalice al mensaje que transmite
la niña, es decir que el pueblo acepte acríticamente
el contenido en función del continente,
en este caso Greta.
A los que dirigen
la política y economía internacionales para nada les importa si con todo esto
están destrozando la vida de una adolescente trastornada, les da exactamente
igual si están creando una muñeca rota que con casi toda seguridad no podrá
elaborar todo ese circo mediático en el que la han sumergido y no podrá
asimilar los efectos del odio que su mensaje trasmite.
Lo que me
repulsa es el silencio personal y mediático que se ha levantado en torno a un
hecho tan claro como es este de destrozar a una niña de tan solo 16 años. En
esta repulsión que siento incluyo todos esos comentarios y escritos en los que
se llega a insultar a una niña que está siendo utilizada y destrozado su futuro
por esa élite que tiene en su mano todo el poder terreno.
Desde aquí también mi mayor desprecio hacia esos de de manera simplón y acrítico atacan a la víctima. Y por supuesto mi lástima
por ese juguete roto que están creando, al igual que anteriormente crearon otros
al servirse de niños para distintos fines.