En
esta entrada vamos a hacer referencia a algo que se está preparando a nuestras
espaldas , algo que si finalmente es
puesto en marcha afectaría de modo muy negativo la práctica totalidad de los
aspectos de nuestras vidas: lo laboral, sanitario, alimentario, ambiental, etc,
etc.
Me
estoy refiriendo al Acuerdo
Trasatlántico para el Comercio y la Inversión), conocido por su acrónimo en
inglés T.T.I.P.
Este
acuerdo, o tratado, pretende ser la
herramienta fundamental para crear un espacio de libre comercio entre los
Estados Unidos de Norteamérica y la Unión Europea. El T.T.I.P. buscaría
armonizar las reglamentaciones de ambos lados del Atlántico con el fin de que
las empresas pudieran comerciar con
mayor facilidad y que de este modo las economías creciesen.
Toda
la declaración de intenciones sobre la que se levanta el T.T.I.P. resulta muy
atractiva, en teoría estaríamos ante un
sendero que nos conduciría hacia una mejora en el comercio entre los dos lados
del Atlántico y que llevaría a un aumento de la prosperidad de las economías de
los países y de las personas.
Pero desgraciadamente la realidad es muy distinta a esta
superficial y simplista consideración.
Para
poder tener una adecuada visión de la bondad, o maldad, del acuerdo al que nos
estamos refiriendo es preciso tomar en consideración toda una serie de
cuestiones sin las cuales nuestro juicio sería del todo equívoco.
Sólo
teniendo en cuenta ciertos puntos las consecuencias del T.T.I.P. podrán
considerarse de un modo realista.
Ya
hemos señalado que la base del T.T.I.P. es la armonización de las
reglamentaciones de USA y la UE, de este
modo se buscaría que desapareciesen las trabas que pudieran encontrar
los distintos grupos comerciales.
Para llevar a cabo esta armonización se han de
modificar las legislaciones vigentes en la Unión Europea y en los Estados
Unidos de Norteamérica, buscando igualar
las condiciones y de este modo
favorecer el intercambio comercial.
Es precisamente en este ajuste de
legislaciones y reglamentaciones donde se encuentra la verdadera problemática
del tratado que nos ocupa.
El resultado a la hora de igualar las
legislaciones siempre será negativo para los europeos en general y para
nosotros los españoles en particular. Y esto es así debido a que siempre se
igualaría a la baja dado que las legislaciones laborales, sanitarias y
medioambientales son mucho más
favorables para la población en el antiguo continente que lo que lo son
en los EEUU.
En los Estados Unidos de Norteamérica la presión
de las multinacionales y sus lobbys sobre los legisladores han dado lugar a una
legislación más centrada en los
beneficios de las grandes empresas que en la protección de los ciudadanos.
Fruto
de esta armonización sería la perdida de
parte de los derechos laborales, daría lugar a una sanidad que dejaría de ser
universal y gratuita en favor de una
mayor privatización que la haría inasequible para capas, cada vez más amplias,
de la población.
Otro
aspecto que se vería afectado de modo negativo es el de la reglamentación
alimentaria. En Europa existen una serie
de productos y tratamientos alimenticios que están directamente prohibidos como
la hormonización de la carne o la comercialización de ciertos productos transgénicos.
En cualquier caso al consumidor europeo
siempre la queda la opción de elegir dado que la legislación europea obliga a
que esta información venga especificada
en las etiquetas de los alimentos, cuestión esa que no es obligatoria en los
EEUU.
Otro
aspecto similar se da en la legislación medioambiental, en USA la legislación
está dirigida más a proporcionar mayores beneficios a las multinacionales que a
mantener un control que proteja el medio
ambiente.
Se
crearían tribunales de arbitraje para actuar en el caso de que algún Estado tratase
de mantener su estructura legal en lugar de aplicar la legislación armonizada
de la que hablamos. Estos tribunales obligarían a la puesta en marcha de la
legislación armonizada o caso contrario multarían al Estado infractor al pago
de sumas ingentes. A esta multa se suma que el Estado denunciado debería pagar
a la multinacional denunciante cantidades multimillonarias, como “compensación” por los perjuicios
causados en los beneficios de la multinacional al no haberse aplicado la nueva
legislación fruto de la armonización (así ha ocurrido en Australia, donde
las decisiones nacionales se vieron
anuladas por la presión de las multinacionales a través de tribunales de arbitraje).
A
finales del año pasado el parlamento francés
se opuso a que entrase en funcionamiento el T.T.I.P, por el contrario el
español le ha dado su placet. De todas formas esto se va a dirimir en instancias superiores, será en el
parlamento europeo, a espaldas de una población europea sometida a una
premeditada ignorancia, el que decida si nuestras vidas han de estar o no
sometidas a los dictados e intereses de las multinacionales.
De
todo lo que hemos expuesto hemos de concluir que los Estados-nación cada día
pierden más y más soberanía en pos de un poder multinacional, comercial y
financiero, que el individuo no pasa de ser una pieza más del engranaje
productivo y de consumo del Nuevo Orden Mundial.
Por
mucho que se nos venda que somos libres, la realidad es que las decisiones
sobre aquello que va a afectar
directamente a nuestras vidas, como ocurre con el T.T.I.P., no las tomamos
nosotros, se nos engaña con la zanahoria
del consumismo a la par que se nos dirige con el palo de una ley hecha a la
medida de las multinacionales y del poder financiero. Se busca la ruptura de la identidad europea, diluyéndola en el colonialismo cultural de USA y en la invasión racial de una inmigración descontrolada.
Estamos
a punto de entrar en un Nuevo Orden Mundial que dirigirán los de siempre, los
miembros del autoproclamado pueblo elegido. El T.T.I.P. es el primer paso, como
en un principio fue la CEE, para la creación de un ente político que agrupe
América del Norte y Europa que terminará uniéndose con otras unidades como el
NAFTA, la Unión euroasiática, Mercosur, etc. Es el comienzo económicos para la
implantación de un gobierno mundial.